sábado, 3 de noviembre de 2012

CUIDADO CON EL EJERCICIO





Había decidido que tenía que caminar porque estaba entumecido, así que firme con mi propósito me levanté aquella mañana del quince de julio con el expreso deseo de darme una buena caminata. Sin especial dilación decidí no desayunar para que las energías necesarias fueran removidas de mis acumulos grasos que en forma de flotador se enroscaban alrededor de mi cintura. Me puse las deportivas y unos pantalones cortos de color discreto, y después de un cepillado de dientes me lancé al proceloso mundo del ejercicio físico deportivo.
Cerré la puerta de la casa con suavidad, ya que habitualmente el estruendo que producía me irritaba en demasía y avisaba a toda la familia que abandonaba la casa, algo que no deseaba. Pero fue ineficaz, antes de comenzar mi desplazamiento, se escuchó la voz de mi madre que me llamaba.
- ¿Andrés donde vas?
- Mamá voy hacer un poco de ejercicio, caminando. Vuelvo en una hora.
- No te canses mucho, ya sabes que tu constitución no es atlética y tu corazón algo débil. Hazlo poco a poco, y vuelve en media hora.
- ¡Por favor mamá, ya soy mayorcito para saber cuidarme!
- Si mayorcito si eres, pero no sabes cuidarte. Además para eso estamos las madres, que nunca nos equivocamos y sabemos que es lo mejor para los hijos.
- Bueno, volveré pronto.
Salio a la carretera y decidió comenzar por caminar deprisa, enfilo la acera y comenzó su marcha. Diez metros hacia delante y primer tropiezo, excrementos de perro reseco e imposible de retirar en su totalidad. Diez minutos restregando la zapatilla deportiva contra el escalón acompañado de varios pequeños incidentes, el principal que descubre que la zapatilla esta despegada por la suela y parte de la mierda ha entrado en el interior del calzado. Asqueado decide continuar olvidando el incidente, pero le cuesta e incluso tiene una arcada al pensar que el sudor haga cuerpo con la caca y su piel en contacto con la sustancia, puaff…. Entonces decide poner un trote a sus piernas y sentir el cansancio que tanto desea, así es, pero cincuenta metros delante nota un agudo pinchazo en su gemelo interno que le obliga a parar y a realizar estiramiento con el pie y su adorno en forma de caca de perro.
Lleva quince minutos y aún no ha realizado ejercicio alguno, eso es la falta de habito, esta visto que se debe comenzar poco a poco y con moderación como dice su madre. Pequeños saltos en forma de marcha forzada y continuar el plan establecido, alternar marcha rápida con trote lento.
Diez minutos después, siente una opresión en el pecho, no dolor solo opresión y frío sobre la piel del pecho, baja el ritmo porque el jadeo es severo. ¡Pues si que tengo mala forma física¡ Espero que no sea algo de corazón, seguro que no, aunque mi madre diga eso de que tengo debilidad en mi corazón, tengo treinta años y no padezco de nada, no debo obsesionarme porque además no soy un hipocondríaco, y cuando mi cuerpo entre en funcionamiento estaré como un toro.
Continúo la marcha rápida que es la que parece tolero mejor, solo que los gemelos me parecen que están cargados. Me coloco los cascos de música, paro para ponerlos bien ajustados y sin levantar la cabeza vuelvo a la marcha, pero sin apercibirme de que tengo delante un poste señalando parada de autobús. El golpe ha sido tan violento que permanezco aturdido durante unos minutos, noto algo frío correr por la frente y descubro cuando lo toco que es sangre, mi sangre que fluye por una pequeña herida que descubro al mirarme en el cristal de la marquesina. Busco algo con la que hacer presión en la herida pero solo encuentro un clinex ya usado, dudo ante la falta de otro elemento, pero con asco lo desecho al descubrir un enorme y pegajoso gargajo adherido al papel.
Me quito la camiseta y presiono la herida. Una señora de edad se cruza conmigo y me recrimina mi falta de pudor y respeto para con el prójimo, intento disculparme y me amenaza con el paraguas. Llama la atención de un paseante que se me abalanza empujándome y recriminándome mi actitud. Intento explicarme, aunque algo enfadado, y me sacude una torta en la cara que me tumba en el suelo. Alguien más acude y termina con la discusión y la pelea, aunque aún me retumba la cabeza y me zumba el oído izquierdo. Con tanto ajetreo siento que he perdido la camiseta y que la herida de la frente-nariz continua manando sangre, sin saber donde me toco y la sangre debe impregnar toda mi cara y pecho. El hombre paseante de la torta, se alarma y sacando su móvil llama a los servicios de urgencia, intento explicarle que no pasa nada y que no es fruto del guantazo, pero el hombre se sienta en el suelo y comienza a sujetarse el pecho realizando grandes bocanadas, me acerco para ayudarle y ese hombre cae lateralmente no sin antes meter un dedo en mi ojo derecho, lo cual me obliga a soltarlo y taparme mi dolorido ojo, que además no me sirve porque he perdido la visión por las lágrimas y el escozor. Escucho la sirena de alarma de la ambulancia y me levanto para avisar del lugar, como veo poco salgo del bordillo de la acera y caigo sobre la carretera con tan mala fortuna que me atropella la ambulancia. Hasta aquí todo es real, debió ser un mal día y mis recuerdos están formados con mayor o menor detalle, pero deben estar en mi cerebro o en el lugar de almacenamiento. El problema es que desde este punto y hora los recuerdos existen, pero no se nada de ellos y una severa confusión impregna mis esfuerzos para recordarlos.
Escuché ruidos, voces quizás pero que disminuían en ritmo progresivo hasta que dejé de escuchar nada. Tenía conciencia, y sabía que era un joven sano con algunos kilos de más, pero saludable y simpático, estudiaba una carrera Universitaria desde hacia siete años, pero en realidad no tenía prisa porque mis padres no me presionaron para que me independizara. Salía con una joven de buena familia y manteníamos una relación confortable, más para mi que para ella, porque su deseo principal era tener hijos y a mi me parecía que aún éramos muy jóvenes, aún tengo por cumplir los treinta y cinco años.
Sobre la base de que era un hombre tranquilo, me dejé llevar con parsimonia en la nueva situación en que me encontraba, realmente desconocía como estaba y mis circunstancias externas eran desconocidas, pero decidí aprovechar mis momentos. Al no tener contacto con el exterior, me quise fijar en el nuevo mundo en que estaba situado, pero para mi desdicha no tenia conciencia o quizás capacidad para valorar lo nuevo. Se, que no había personas, ni imágenes, ni referencias, por no haber no había ni suelo, ni techo, ni paredes. Pero no sabría decir que flotaba, solo que ocupaba un lugar en el espacio. El sitio no llevaba a ningún lugar, quizás cambiaba el entorno, pero como la luz era muy intensa distinguía con dificultad los cambios. Así que como no conseguía definir donde estaba, decidí razonar lo que yo personalmente sentía.
Miré en mi interior, era una persona pero sin atributos, nada de piernas ni barriga ni brazos. Pero seguro que era una persona, mi mejor atributo era una poderosa cabeza y lo que conseguía razonar. Me dirás ¿porqué una poderosa cabeza? Pues porque siento que pesa, y a mi me pesa bastante.
Oye, pero ¿hace frío? me pregunto, ¿frío? ¿Qué es frío? Ignoro esas sensaciones, quizás de forma muy tenue noto como si dieran golpes por debajo de mi cabeza, en la zona delantera, a la altura de lo que llamamos pecho. Miro y solo veo un enorme vacío, y poco más.
Bueno, pues si no tengo sensaciones, ni relación con el exterior, ni me acompañan circunstancias, ¿esto que es? pues mi magnifico entendimiento tampoco es capaz de averiguarlo. Entonces, si todo esto es así, vacío fatuo y aburrido, pues no quiero estar aquí, volveré de donde vine. ¿Pero como puedo volver de donde vine? No sé, se va a los lugares andando o en algún vehículo, ¿yo como voy? Vehículo, eso es lo que uso, pero…. Veras, veo un vehículo que se abalanza hacia mí y yo recibo un impacto, eso es lo que sé. Ya, he sufrido un accidente y…. ¿qué es lo que pasa cuando tienes un accidente? Pues te haces daño, te rompes una pierna o un brazo, o si no… te haces muchos daños y te ocurre un deceso. Un deceso, eso ¿qué es? No encuentro explicación para esa actitud, es una actitud o un desenlace, ya … un deceso es la muerte. No, yo no quiero morir, no.. no.. no quiero morir, quiero hacer deporte y salir por las tardes con mi chica y hacer estudios en mi cuarto, comer y estar con mis padres. Tengo muchas cosas que hacer, pero no quiero desaparecer, ¿porqué morir es desaparecer? Bueno, gritaré y me moveré para que sepan los que estén conmigo que quiero vivir o mejor no desaparecer, pero ¿cómo me muevo? sino veo que tenga cuerpo, solo mente, eso solo mente. Pues con la mente puedo hacer poco para comunicarme, ¿Qué atributos tiene la mente para dar señales de vida? La palabra olvídada porque de momento no sirve, ahora y aquí nadie es capaz de oírte, tus palabras están enjauladas en tu poderosa cabeza y no es capaz de articularla. ¿Entonces? Quizás solo si usas la fuerza de tu mente consigas realizar algún acto supremo para sobrevivir. Eso, un acto supremo, pero ¿Cuál y cómo?
Ya, una vez vi en la televisión un hombre que doblaba una cucharilla con el poder de su mente, yo haré lo mismo, realizaré un acto de deseo enorme para cambiar el curso de mi vida, porque deseo vivir.
Bruscamente sentí que los hechos cambiaban, que lo que sentía era distinto, que ahora relacionaba las partes de su cuerpo, que un gran golpe sacudía su pecho y una descarga eléctrica recorría su cuerpo dando luz y vida por todos los rincones. Empezó a escuchar ruidos de voces que decían “vuelve, da más que vuelve” y otra descarga exagerada sacudía su cuerpo y recuperaba sentidos, posición de su cuerpo, dolores agudísimos en piernas y brazos, y capacidad para decir: ya, ya estoy aquí, no me golpeéis más, estoy vivo.
Tres meses después salió del Hospital. Había tenido fracturas de fémur y tibia, ambos brazos y un severo traumatismo craneoencefálico que preciso una trepanación y que le dejo graves secuelas. No recordaba nada de lo ocurrido aquella mañana, se volvió engreído y sus palabras eran confusas y con poco sentido. Refería tener un poder para salir de la muerte, aunque en verdad los técnicos de transporte sanitarios fueron recompensados porque le habían salvado la vida con los electrochoque de reactivación cardiaca.
Su novia le dejó, y continuó viviendo con sus padres hasta su fallecimiento por un trombo embolismo pulmonar, cuando pesaba 140 kgr y no caminaba desde hacia dos años.





GUILLERMO GARCIA-HERRERA       Mayo 2012