miércoles, 6 de junio de 2018

CÓDIGO SECRETO






Fue un flechazo a primera vista. Un día que salió a pasear por las afueras de la ciudad para relajarse vio el objeto en el escaparate de todo a cien de los chinos y se quedó prendado. Sin dudarlo entró en la tienda y lo adquirió. Para ese tipo de comercio resultó un producto caro, pero si le hubieran pedido tres veces el precio que pagó lo hubiera soltado sin pestañear. Se mantuvo atento durante el embalaje para que no se dañara y acompañó el paquete en la furgoneta de reparto. Al llegar a su domicilio lo desembaló, lo vistió con lencería que quedaba de sus tiempos de casado y se metió enseguida en la cama. Se trataba de una mujer fabricada en silicona, de aspecto joven, pechugona y con todas sus partes tan al natural que mejoraba cualquier comparación. Su asombro aumentó hasta la maravilla cuando tras los primeros escarceos la hembra artificial desplegó una calidez y una capacidad de respuesta insuperables. No solo los movimientos y las contracciones profundas, sino también las palabras cariñosas con las que respondía excedían los límites de lo esperado. Aunque la voz era un tanto metálica pronto se acostumbró a sus susurros que completaban un programa sin fisuras. No recordaba haber pasado una noche de placer como la que sostuvo con la muñeca a la que sentó a la mesa para desayunar. Tienes que lavarme, le había dicho al despertar y así lo hizo con un mimo que no había empleado en sus hijos.
Hacía tiempo que vivía solo debido al negocio de exportación de información confidencial instalado en su casa. Sostenía una sociedad hermética con intereses y resultados de los que todos estaban contentos. Había desarrollado un software cuántico en código ADN que superaba en fiabilidad y precisión a los medios informáticos más seguros. Su sistema para encriptar datos proporcionaba canales más fiables que los de las propias embajadas. Al manejar asuntos sensibles se vio obligado a seguir una vida tan enclaustrada como los mensajes que transcribía, lo que dio al traste con la familia y los amigos. Sabía que era vigilado y que cualquier contacto podía echar por tierra el negocio. El prestigio que alcanzó en el mundo del espionaje fue a costa de su vida social. Aquella mujer informatizada le venía como anillo al dedo.
Por deformación profesional no soltaba prenda en sus encuentros a pesar de los requerimientos de la máquina que le pedía intimidad. No sé nada de ti, le dijo una noche al borde del orgasmo. Y menos vas a saber si no te callas, le contestó de corrida. Sus relaciones mejoraron al acoplarse los deseos como si estuvieran diseñados la una para el otro y viceversa. Durante el día la visitaba de vez en cuando para preguntarle cómo se encontraba y ella respondía siempre con el cariño de la primera vez. Tanto era su amor que empezó a tener celos de su compañera. La vigilaba, la escondía y como al preguntarle si tenía algún amante le contestaba con evasivas, se fue crispando hasta poner en peligro su estabilidad psíquica. Para asegurarse la fidelidad instaló una caja fuerte en el dormitorio donde la encerraba por las mañanas una vez aseada, pero ni aún así se sentía tranquilo.
Como especialista en códigos infalibles ideó un algoritmo con dos millones de números primos con el que selló la combinación de la cerradura. Por seguridad guardó la cifra en un solo ordenador que se bloqueó tras el ataque que hackers rusos realizaron con otros fines. Fue imposible restaurar la contraseña por lo que no pudo abrir la caja fuerte ni con explosivos. Tras varias semanas de intentos improductivos empezó a dormir pegado a la pared donde estaba incrustada la caja. Allí se masturbó varias veces llamándola por su nombre. Luego dejó de acudir al despachó y terminó colgándose del manubrio de la cerradura con el cinturón del albornoz de su querida. Al trascender la historia, los poetas locales recrearon la figura de los amores imposibles como hicieron los clásicos con modelos menos extremos.
Cuando al atardecer los artificieros abrieron la caja encontraron un amasijo de plastilina con aspecto de momia. Se dedujo que la silicona se había descompuesto al agotarse las baterías. Abierto el testamento comprobaron que había dejado fondos y mandas para que los incineraron juntos y enviaran las cenizas a la legación china por el conducto de seguridad secreto, para su posterior traslado al Comité Central, y así se hizo.
CIRANO