viernes, 19 de febrero de 2016

TULLIDO





Pasaba consulta dos días en semana y nunca veía más de diez enfermos. Me entretenía además de arreglar los entuertos del cuerpo, sondear los fracasos del alma, y muchos fueron mis amigos y me lo agradecían.
Una mujer, clienta habitual, me trajo una tarde una bolsa con un contenido que no tuve la curiosidad de ver, a pesar de ser una descortesía, hasta haber terminado de asistir a todos los pacientes, pero lo agradecí con efusión y se me quedaron sus palabras que acompañaban el encargo, “Esta representación esta llena de historia, ya me dirá usted” Cuando terminé la consulta me fui a casa sin abrir ni saber cual era su contenido.
Dos días después lo saqué de la bolsa y le quité la protección, era un precioso cristal pintado. La forma ya me llamó la atención, ovalado y asimétrico en su ecuador, llevaba un cordel en la parte superior para colgarlo, como así hice. Le miré con ojos de poco interés, era un motivo religioso, pero lo colgué en la sala de mi despacho, junto a otros cristales pintados, pinturas por la que sentía una gran atracción.
No recuerdo con exactitud cuanto tiempo pasó para que analizara con detenimiento el motivo del cuadro, se que sería un día en que falló un paciente y se quedó media hora libre. Instintivamente me coloqué delante y me puse a mirar con detenimiento las imágenes.
Indudablemente era una imagen de Jesucristo, de frente y quizás en levitación, estaba coronado de espinas y llevaba una bandeja en su brazo izquierdo con unas monedas doradas, portaba una túnica con flores bordadas en hilos de oro.
Unos perros, quizás tres saltaban en derredor de sus pies y tobillos. El fondo era oscuro y se perfilaba la silueta de unas montañas. Llamaba la atención una serpiente debajo de su pie izquierdo que estaba más corto y girado hacia fuera. En el brazo derecho llevaba una cruz rusa o de Vladimiro, propicia como para la crucifixión de los cojos.
Me llamó la atención tantos símbolos poco usuales en la icono grafía de la Iglesia, así que decidí investigar el origen y los motivos de este interesante cuadro.
Poca evidencia sobre esa simbología, quizás por resumir llegué a la conclusión que Jesucristo era cojo, cojo de la pierna izquierda. Y en efecto la pierna izquierda estaba acortada y girada hacia afuera, como les pasa a los que sufren una displasia o luxación de cadera les suele ocurrir. Esa pierna por ser la imperfecta esta apoyada sobre la pecaminosa serpiente y le servia de estabilización. Como compensación su cuerpo esta deformado, sufre una escoliosis de doble curva para conseguir equilibrar ese quizás imperfecto cuerpo, es lo que se le denomina la curva corporal bizantina, por las muchas representaciones que se encuentran en los lugares de culto del Imperio Bizantino.
Bien es verdad que en la literatura no se encuentran muchas referencias, salvo los conocidos vidrios pintados de origen popular, pintura naif, como simbología y reconocimiento de la adscripción a los diversos cultos. Pero encontré y personalmente confirmé las marcas de la sabana santa de Turín donde se podía apreciar como las deformidades de Jesucristo se encontraban marcadas en el sudario de forma tan precisa como se podría apreciar en la pintura de mi cuadro.


INDALESIO Agosto 2015