Pasaba consulta dos días
en semana y nunca veía más de diez enfermos. Me entretenía además
de arreglar los entuertos del cuerpo, sondear los fracasos del alma,
y muchos fueron mis amigos y me lo agradecían.
Una mujer, clienta
habitual, me trajo una tarde una bolsa con un contenido que no tuve
la curiosidad de ver, a pesar de ser una descortesía, hasta haber
terminado de asistir a todos los pacientes, pero lo agradecí con
efusión y se me quedaron sus palabras que acompañaban el encargo,
“Esta representación esta llena de historia, ya me dirá usted”
Cuando terminé la consulta me fui a casa sin abrir ni saber cual
era su contenido.
Dos días después lo
saqué de la bolsa y le quité la protección, era un precioso
cristal pintado. La forma ya me llamó la atención, ovalado y
asimétrico en su ecuador, llevaba un cordel en la parte superior
para colgarlo, como así hice. Le miré con ojos de poco interés,
era un motivo religioso, pero lo colgué en la sala de mi despacho,
junto a otros cristales pintados, pinturas por la que sentía una
gran atracción.
No recuerdo con exactitud
cuanto tiempo pasó para que analizara con detenimiento el motivo del
cuadro, se que sería un día en que falló un paciente y se quedó
media hora libre. Instintivamente me coloqué delante y me puse a
mirar con detenimiento las imágenes.
Indudablemente era una
imagen de Jesucristo, de frente y quizás en levitación, estaba
coronado de espinas y llevaba una bandeja en su brazo izquierdo con
unas monedas doradas, portaba una túnica con flores bordadas en
hilos de oro.
Unos perros, quizás tres
saltaban en derredor de sus pies y tobillos. El fondo era oscuro y se
perfilaba la silueta de unas montañas. Llamaba la atención una
serpiente debajo de su pie izquierdo que estaba más corto y girado
hacia fuera. En el brazo derecho llevaba una cruz rusa o de
Vladimiro, propicia como para la crucifixión de los cojos.
Me llamó la atención
tantos símbolos poco usuales en la icono grafía de la Iglesia, así
que decidí investigar el origen y los motivos de este interesante
cuadro.
Poca evidencia sobre esa
simbología, quizás por resumir llegué a la conclusión que
Jesucristo era cojo, cojo de la pierna izquierda. Y en efecto la
pierna izquierda estaba acortada y girada hacia afuera, como les pasa
a los que sufren una displasia o luxación de cadera les suele
ocurrir. Esa pierna por ser la imperfecta esta apoyada sobre la
pecaminosa serpiente y le servia de estabilización. Como
compensación su cuerpo esta deformado, sufre una escoliosis de doble
curva para conseguir equilibrar ese quizás imperfecto cuerpo, es lo
que se le denomina la curva corporal bizantina, por las muchas
representaciones que se encuentran en los lugares de culto del
Imperio Bizantino.
Bien es verdad que en la
literatura no se encuentran muchas referencias, salvo los conocidos
vidrios pintados de origen popular, pintura naif, como simbología y
reconocimiento de la adscripción a los diversos cultos. Pero
encontré y personalmente confirmé las marcas de la sabana santa de
Turín donde se podía apreciar como las deformidades de Jesucristo
se encontraban marcadas en el sudario de forma tan precisa como se
podría apreciar en la pintura de mi cuadro.
INDALESIO Agosto 2015
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