Aunque el jardín era
umbrío por la enorme pantalla de cu presos que lo cercaba por la
orientación sur, nos parecía que era nuestro mejor lugar para
jugar, por su extensión y porque siempre podíamos recuperar la
pelota que servia para nuestro juegos. La casa se llamaba villa
Sintra y vivían dos hermanos muy mayores por encima de los setenta
años, de origen belga. Eran muy amable con nosotros y mientras en la
tarde tomaban el té bajo la pérgola , nos permitían correr con la
condición de no gritar ni que les golpearan con la bola de goma. Yo
nunca había entrado en la casa, pero desde la puerta se podía
contemplar un salón con las paredes llenas de cuadros y sillones muy
grandes de colores alegres y algo llamativos. Una tarde Mercedes como
se llamaba la mujer, me pidió que le alargara una revista que estaba
en la entrada, me asomé y me quedé sorprendido por la gran
colección de cuadros que tenían, pero lo que me llamó la atención
era un piano de cola que estaba situado delante de uno de los grandes
ventanales que daban al jardín. Volví corriendo por educación
hacia donde se encontraba los hermanos, y le entregue la revista.
Después de agradecerme mis servicio y cuando me giraba para
continuar mi juego, paré y le pregunté: - ¿Quién toca el piano?
Doña Mercedes me miró y sonriendo me dijo – Mi hermano Andrés,
es un virtuoso. -¿Que es virtuoso? Le pregunté dentro de mi
ignorancia. Pues que tienes unas virtudes únicas, -¿ y cual es su
virtud ? Tocar el piano. Me dejó sorprendido a mis diez años, y
según me encontraba delante suya, con un dedo hurgando mis narices,
fue cuando ella con su dulce y cándida voz , me dijo - despierta
jovencito y no hagas pelotillas . ¿Te interesa la música? Me encogí
de hombros, manifestando desconocimiento, y ella volvió a sonreír.
- Le diré a mi hermano Andrés que toqué un concierto para piano,
por ejemplo el número 1 para piano de MENDELSSOHN, ¿ le has oído?
Negué con la cabeza y mostré interés sentando me delante suya. Se
levantó y se dirigió hacia su hermano que caminaba haciendo
círculos por el extenso jardín. Me asustó pensar que todos lo
considerábamos deficiente, pero hablaron y Andrés negaba con su
cabeza tonsurada por calva pero con un pelo intensamente blanco y
largo. Al fin parece que se pusieron de acuerdo y el con el ceño
fruncido entró en la casa. A los veinte minutos, Doña Mercedes me
llamó y me indicó una butaca, luego ese mismo dedo lo puso en
vertical delante de sus labios e indicó silencio. Mi hermano y el
amigo Augusto, salieron de la casa mostrando desinterés y falta de
curiosidad. Cuando Don Andrés comenzó a golpear las teclas, tuve un
sobresalto por la intensidad del sonido que salía del piano, pero a
los pocos minutos sentí que aquel ruido me embargaba y que
resultaba muy grato su audición, me apoyé en el brazo del sillón y
deje que el ruido tan novedoso para mi me atrajera, me sorprendía
que hasta ahora no hubiera disfrutado con aquel trepidante sonido.
Miré hacia el maestro que movía los brazos levantando hasta la
altura de su cara, pero cuando miré sus manos me dejo sorprendido
porque cuando entraba en mi campo visual, veía los manojos de dedos
moviendo se sin control. Me levanté y con sumo cuidado me acerqué
a ver los movimientos de aquellos dedos, que a una velocidad de
vértigo buscaba y encontraba las teclas que sacarían aquel
fascinante ruido. De pronto paró pero los dedos continuaban moviendo
se hasta que los agarró con la palma de sus manos, solo entonces
pararon de moverse. Se giró hacia su hermana y mi persona e hizo una
reverencia no muy pronunciada. Esa fue la primera vez que vi al que
fue mi maestro de música y me hizo concertista de piano, pero jamás
le pude adelantar en su maestría y virtuosismo, porque movía los
dedos de una forma peculiar y a una gran velocidad ya que según me
dijo, su cerebro estaba afectado por una degeneración neurológica
de los ganglios estriados y hacían que sus dedos aporrearan las
teclas de forma genial y certera.
INDALESIO