domingo, 2 de febrero de 2014

PASAJE DE REALIDAD

                                   


Siempre me asustaron los ruidos intensos, incluso con las tormentas y su aparato eléctrico, buscaba protección bajo la cama de mi cuarto. Pero lo que no pude sospechar es que ocurriera en cualquier lugar y en cualquier circunstancia.
Tarde más de veinte años en terminar los estudios, ni tenía prisa ni nadie me esperaba, mis padres habían muerto años atrás y vivía solo. Mi posición económica era buena e incluso tenía trabajo, eso si, sin complicaciones, porque me encontraba detrás de una ventanilla despachando billetes de tren, trabajo del que me jubilé a los pocos años de practicarlo, porque realmente me cansaba y aturdía el ruido de los trenes.
 Había tenido un amigo, pero aquella relación no resulto apropiada, siempre quería salir e ir de diversiones y yo en verdad, soy muy casero, además su higiene era poco adecuada, y  a veces me provocaba arcadas. En fin que con bastante brusquedad le cerré la puerta de la casa, que por cierto es mía, y le puse todas sus pertenencias en el rellano del piso.
Olvidado este arcano incidente, mi vida trascurría con mucha tranquilidad, salía una sola vez al día, almorzaba en una cafetería y compraba dos rebanadas de pan para el sanwiche de la noche. El resto del día lo pasaba en diversos menesteres.
En un principio, cuando termine los estudios me dediqué a aprender el swahili, y le llegue a dominar bastante bien, pero lo fui olvidando porque realmente no lo practicaba con nadie. Miento, le escribía a una joven que se llamaba Tomba y que conocía el idioma, pero cuando me propuso conocernos me dio pereza y abandone la relación epistolar.
En otro tiempo, me propuse hacer construcciones de barcos dentro de una botella, bueno realmente los construía fuera y lo introducía plegado, una vez dentro elevaba la arboladura mediante minuciosas maniobras con hilos que retiraba lentamente. Y así fui pasando el tiempo y me fui haciendo mayor, aumentando mis rarezas exponencialmente. Y viene al cuento porque, un día que decidí salir a comer y a llevarle un pantalón al sastre para que le hiciera un desplazamiento del primer botón por motivos de engrosamiento de mi cintura, ocurrió un acontecimiento que condiciono el resto de mi vida.
Realmente no prestaba mucha atención a lo que acontecía en mi entorno y en mis circunstancias, el caso es que aquel día no había casi nadie en la calle, era un día plomizo y caían  gotas de lluvia, pero lo curioso es que la cafetería donde solía comer y comprar algún alimento estaba cerrada y sin ninguna actividad. Volví sobre mis pasos, por supuesto sin salir de mi misma calle y me dirigí al taller del sastre Guzman, cuando una enorme explosión sacudió todo lo largo de la calle y una gran llamarada incendió casas y locales comerciales. Yo salí despedido y mi cuerpo orondo de 140 kilos, se empotro contra la verja de una tienda de velas religiosas. Cuando me desperté estaba siendo atendido por un sanitario, según constaba en el cartelito de su pechera, y curaba las heridas producidas en mi cara y brazos.
La verdad es que no recuerdo que fue lo que paso, ni siquiera a que fue debido, pero yo no volvía a salir de mi casa. Los desperfectos de mi casa no tuvieron relevancia, solo el baño quedo inservible, pero no me importó porque jamás la usaba, solo el inodoro.
Ahora vivo pendiente de los ruidos, me he preparado un parapeto con varios colchones de la cama de mis padres y tías, y observo cuidadosamente y regularmente para no ser sorprendido, aunque la verdad ya no puedo moverme del sillón e incluso mis necesidades las tengo rodeándome. No cómo nada, bebo con una manguera que se encuentra conectada al grifo de la cocina y escribo estas notas para que pueda ser cristianamente enterrado junto con mi familia y allegados. Y espero…. 


INDALESIO Dic.2013