domingo, 2 de noviembre de 2014

UN VIAJE AL CENTRO DE SI MISMO

                     


En alguna ocasión le habían hablado de personas decididas a viajar por el mar. Le parecía raro y además ajeno porque nunca la había llamado la atención esa extraña costumbre, el navegar por las procelosas aguas de esos mares que tantas vidas se había cobrado. Incluso había leído libros de aventuras de intrépidos marinos que entregaban sus disposiciones en transportar objetos e incluso vidas por mares llenos de peligros y traiciones.
Pero lo que menos podía  sospechar, era que se iba ha encontrar envuelto en una aventura que se iba a desarrollar en su totalidad en el Mar que baña nuestras escarpadas  costas.
Cierta mañana que se encontraba rellenando fichas para el Instituto de Salud Pública, fue requerido para presentarse al Inspector Jefe de dicho Instituto, con carácter de urgencia. Hombre cumplidor y de deseos escondidos para mantener el puesto, se apresuró en llamar a la puerta del Jefe de su sección para comunicarle que el Inspector Jefe requería su presencia y que le apremiaba  ha cumplir con sus obligaciones, salvo que su jefe inmediato ordenara alguna cosa. Este celoso por desconocer los motivos,, le ordenó esperara hasta que él supiera cuales eran esas prisas y esas maneras. Dos minutos después la cara redonda y congestionada del Jefe de sección aparece por la puerta y bisbisea que urge su presencia en el despacho central. Se apresuró no sin antes inclinar su cabeza  en dirección al Jefe de Sección y desaparecer con pasos rápidos y decididos.
Nada de tiempo de espera, la secretaria le hace pasar sin dilación y se introduce en el templo supremo del Organismo Institucional. Un hombre orondo, con bigote espeso de color oscuro y gafas que permanentemente se escurren por su narizota le mira con aviesas intenciones.
-         ¿Usted es el experto gaviero?
Nuestro hombre que se llama Rumeu, niega con la cabeza, reiteradamente, y consigue sacar por su boca escasas palabras.
-         No señor.
El Inspector vuelve a mirarlo inquisitorialmente y comenta:
-         He pedido un experto Gaviero y me mandan esto.
Rasca su casposa cabeza y llama por teléfono. Después de hablar en voz baja con  varias personas, se vuelve hacia Rumeu y le dice.
-         No encontramos a nadie para un asunto de extremada importancia.                        Debe usted salir dentro de los siguientes minutos, con destino a Alhucema para llevar con carácter urgente unas vacunas que precisan la población del territorio español allí establecido para controlar una epidemia de Peste bubónica, declarada por los enemigos islámicos.
Un automóvil le recoge en la puerta del edificio donde trabaja, y le permiten diez minutos para hacer el equipaje. Intentó huir por la puerta trasera del edificio de su vivienda pero los encargados de su custodia le detienen y le devuelve hacia el coche. Comentan que para nada precisara mucho equipaje en la ida, porque la vuelta con toda seguridad no existirá. Realmente preocupado y bastante asustado se deja llevar hasta el muelle del puerto, en cuyas oficinas le entregan una caja cuadrada  y envueltas por una estructura metálica de seguridad que es muy inestable y que para nada debe perder su equilibrio por el grave riesgo que puede correr tanto el como la tripulación. Intentó formular preguntas, pero su inquietud y sus carencias le impiden expresarse con claridad, desiste ante la mirada atónita de los funcionarios de aduanas. Pero antes de salir de aquel tétrico edificio, hace su presencia un encorchado personaje que con voz afeminada le explica, aunque poco entiende, que la sustancia que transporta es muy inestable y los movimientos le afectan pudiendo producir una severa desgracia tanto a los que se encuentran dentro de un radio de veinte metros, como a los que precisan de dicha vacuna una vez mezclada con la tensegrity que disponen en la colonia.
Rumeu le tiemblan las piernas, siente un leve vahído que casi le hace caer en el suelo, a la vez que una desbandada de los presentes en la habitación le produce tal sorpresa que le hace recuperar el tono vital. Dos forzudos laborales del ministerio, le sujetan y le hacen desplazarse hacia  una dirección que desconoce, pero salé del edificio y va directo hacia el muelle de sanidad portuaria. Allí le espera un velero con dos personajes en cubierta que le miran con cara de pocos amigos, le ordenan saltar, pero Rumeu tiene vértigo y niega con la cabeza. Uno de los marinos que le acompaña le empuja hacia el velero, pero instintivamente Rumeu levanta los brazos en señal de desespero y se precipita por el canto del pretil del muelle. Su cara era de desesperación y terror, pero no por la estabilidad de las vacunas y sus posibles efectos, sino por el pánico que sentía a  que sus pies perdieran firmeza y estabilidad. Al caer golpeo su cabeza con el espejo de popa del velero, pero continuó asiendo el cofre con la vacunas, que le acompañaron hasta el fondo del fango del puerto.
Se decretó aislamiento de la zona portuaria durante dos semanas, pero no ocurrió ningún percance. Pasadas estas se enviaron dos buzos para inspeccionar la zona, solo encontraron restos de ropa del amigo Rumeu y el cofre abierto y sin contenido. La lisas devoraron las vacunas y quizás las escasas proteínas del  bueno de Rumeu.


INDALESIO  Septiembre 2014