En los ambientes políticos e intelectuales donde se anda siempre con la escopeta de la crítica cargada la indulgencia no está bien vista. La comprensión se entiende como debilidad. A los conciertos, por el contrario, acude por lo general un público entregado que aplaude las actuaciones de la orquesta y no digamos a los solistas porque lo que busca es diversión. En un estado de ánimo intermedio, admirando a la figura y expectante ante el discurso acudí a la presentación que hizo Baltasar Garzón en El Ateneo de su último libro “En el punto de mira”. Buscaba razones para comprar y leer el libro además de apoyar con mi presencia su valiente trayectoria que para mí no necesita más justificación que el talento.
Se
podría decir que como el señor K del Proceso de Kafka “sólo
había venido por pura curiosidad o, lo que era imposible de aducir
como explicación, para comprobar que el interior de esa justicia era
tan repugnante como el exterior”. Es decir quería que alguien
al que considero inteligente me contara ciertos entresijos de la
justicia española ya que entendía que “este señor es el
informante. Él da a las partes toda la información que necesitan y,
como nuestra justicia no es muy conocida entre la población, se
reclama mucha información. Conoce la respuesta a todas las
preguntas. Si tiene alguna puede probar. Pero no sólo posee ese
mérito, otra de sus virtudes es su elegante forma de vestir”.
Es el informante voluntario, se entiende, que se ofrece a aclarar en
un abultado volumen asuntos de interés general.
Por
eso le pedí al final del ágil coloquio que mantuvo con el
presidente que me informara acerca de la percepción que tenía como
entendido del funcionamiento de la justicia en este país y me
contestó con evasivas de encuestas de opinión muy conocidas y
finalmente me explicitó que si lo que yo quería era una opinión
personal me alegro de verte bueno.
Yo
fui como el pardillo que va al mecánico porque nota que el coche no
funciona y le hubiera gustado que el técnico le explicara si solo se
trata de un poco de carbonilla en el carburador o si por el contrario
es un problema serio que necesita una reforma profunda, pero me
insinuó que me preocupara de conducir que ellos se encargarían del
mantenimiento. No sé si el corporativismo y las generalidades son la
solución de los problemas. Entiendo que la respuesta que da el
conferenciante correlaciona con el respeto que le merece el que la
hace y en este caso el señor Garzón consideró que no había por
qué esforzarse. Como, aparte de cotilleo, mi pregunta trataba de
indagar sobre la profundidad de los argumentos que pudiera ofrecer
por escrito y dado que no me parecieron de suficiente calado, decidí
no comprar el libro.
CIRANO
PD. Con que me hubiera
contestado lo que dice la prensa me habría conformado:
Una
justicia lenta, politizada, antigua y ahogada en papel