Bajamos del
Seminario a la catedral. En fila india, con las sotanas y “las
becas” rojas en V hacia atrás -los salmonetes nos decían los
malagueños-, mirando al triangulito de la cintura de la sotana de el
de delante,- recomendación piadosa del director espiritual: “toda
vanidad, toda tentación del Siglo debe ser rechazada”-
Algunos, “duros
de tímpano”, levantaban la cabeza a la señal nunca hablada,
acuerdo tácito, del carraspeo de garganta de otro.: “alguna niña
a la vista”
Calle “La Amarguras, La
Victoria, Alcazabilla, hasta se cortaba la circulación al cruzar la
calle por “los llamados y escogidos por el Señor”, especialmente
si nos conducía “El Legionario”. Así apodado por la fortaleza
de su fe y vigorosa práctica.
A la entrada de la
calle del Cister, frente a La Aduana, vistosa, en la misma esquina,
la pastelería: Qué dulces!, cuántos dulces!, ¡Dios Santo!, qué
fruición!, la boquita hecha agua, el niño seminarista del Bosque se
quedaba pegado al escaparate, salivando, hasta que el Prefecto le
daba un coscorrón y corría a su sitio en la fila.
BIRLIBIRLOQUE