jueves, 11 de enero de 2018

EL NIÑO SEMINARISTA Y LA PASTELERÍA




Bajamos del Seminario a la catedral. En fila india, con las sotanas y “las becas” rojas en V hacia atrás -los salmonetes nos decían los malagueños-, mirando al triangulito de la cintura de la sotana de el de delante,- recomendación piadosa del director espiritual: “toda vanidad, toda tentación del Siglo debe ser rechazada”-
Algunos, “duros de tímpano”, levantaban la cabeza a la señal nunca hablada, acuerdo tácito, del carraspeo de garganta de otro.: “alguna niña a la vista”
Calle “La Amarguras, La Victoria, Alcazabilla, hasta se cortaba la circulación al cruzar la calle por “los llamados y escogidos por el Señor”, especialmente si nos conducía “El Legionario”. Así apodado por la fortaleza de su fe y vigorosa práctica.

A la entrada de la calle del Cister, frente a La Aduana, vistosa, en la misma esquina, la pastelería: Qué dulces!, cuántos dulces!, ¡Dios Santo!, qué fruición!, la boquita hecha agua, el niño seminarista del Bosque se quedaba pegado al escaparate, salivando, hasta que el Prefecto le daba un coscorrón y corría a su sitio en la fila.

BIRLIBIRLOQUE