Fui un mal estudiante,
mostraba poco interés por los conocimientos y pasaba los cursos con
más pena que gloría y gracias a la influencia de mi padre. Cuando
terminé el bachillerato elemental le dije a mi padre que no quería
continuar con los estudios, y que un amigo me había ofrecido trabajo
en el negocio de su padre. Mi padre hombre liberal y con grandes
conocimientos del mundo, intento convencerme que pospusiera dejar
los estudios con el bachiller superior, pero fue inútil soy un
cabezón y había tomado una decisión inamovible, se acabó.
Después de varios días,
con algunas lamentaciones de mis padres, entré a trabajar en una
panadería, primera decepción, para cuidar de sacar el pan una vez
horneado. El trabajo comenzaba a los cuatro de la madrugada, pero
hice un esfuerzo y me habitué a vivir por la noche y dormir en las
mañanas. A los tres meses conocía el funcionamiento de cómo hacer
el pan y ahora de cómo venderlo, mi último lugar de ubicación
laboral.
Era simpático y amable
con los clientes, lo cual me granjeo bastantes amistades. Una de ella
era una señora, cuarenta años mayor que yo, que acudía diariamente
a por una pieza de pan. No era alta ni tenía ninguna virtud física,
pero me agradaba escucharla cuando entraba en la panadería.
Curiosamente sentía una extraña atracción en acercarme a ella y
darle la pieza de pan desde delante del mostrador, ella me miraba y
hacia un pequeño mohín con sus labios y nariz.
Cierto día entró en la
panadería con una bolsa pesada sobre el pecho, le pregunté si
quería le ayudara, ella aceptó y esperó que yo recogiera la bolsa
acercándola a sus pechos, yo inevitablemente pasé mis manos rozando
sus tetas. Ella me miró a los ojos y repitió el mohín habitual.
Sentí turbación durante unos minutos y me sentí incomodo. Ella me
pidió subir la bolsa a su domicilio y mi patrón me lo ordenó. Yo
no sentí rechazo, sino todo lo contrario, extrañamente me atraía
aquella mujer, a pesar de la edad que tenía y de los pocos encantos
de que disponía. Fui tras ella y subí las escaleras observando la
dificultad que tenía en elevarse en cada escalón, algo que me
permitió serenarme y pensar que era una locura sentir atracción por
una vieja sin encantos. Cuando llegamos a la puerta del piso, ella
suspiraba con dificultad y yo había decidido que era lo que tenía
que hacer. Le pregunté si dejaba la bolsa en el suelo y ella me
pidió esperar para entrar en el piso, cuando entramos ella me paso
la manos por la cintura y se apretó contra mi.
Fue entonces cuando me
dijo: “Eres un muchacho encantador, ojalá tuviera alguna
vinculación familiar contigo. Debes cuidar mucho su candidez, porque
produces una sensación de deseo tan poderosa que terminaras
padeciendo por ella”
Salí de la panadería
aquel mismo día y me incorporé a la continuación de los estudios
de bachillerato, me había dado cuenta que aún no estaba lo
suficientemente maduro para enfrentarme a los avatares de la vida. Y
en mi vida siempre cuidé mucho de controlar mis instintos más
primigenios.
INDALESIO Octubre 2014