Me llamo Nicolás y desde
hace años tengo una gran afición por los libros. Creo que todo
empezó cuando mi madre me pedía dormir la siesta en la biblioteca,
donde unas enormes estanterías se encontraban colmatadas de libros
de diferentes lomos, tamaños y colores. En la mullida alfombra
reposaba mi cabeza sobre una almohada de plumas, y desde allí leía
lo escrito en el lomo de cada ejemplar. Aprendí la situación de los
más de tres mil ejemplares y los nombres de sus autores, aveces me
quedaba dormido agotado de buscar y completar los títulos de los
libros más pequeños y con letras doradas que me obligaban a un
sobre esfuerzo. Al iniciar la siesta, me tumbaba y orientaba hacia el
lugar que había decidido le tocaba repasar la ubicación de textos,
conseguí los mínimos fallos y decidí usar la escalera de madera
para llegar a mirar las posibles dudas, en especial los libros
pequeños y con nombres difíciles. Una vez que tenía bastante
seguridad en la localización de los textos, me llamo la atención el
contenido, pero no fue hasta los doce años cuando les pedí consejo
a mis padres sobre el que leer, y así fue cayendo en mis manos las
maravillosas fantasías de Kipling, Conrad, Salgari y Melville. Y fue
definitivo porque ahora leía con una enorme voracidad y así
continué muchos años de mi vida, tanto que decidí que mi profesión
fuera la enseñanza de la literatura y los fenómenos que ocurren en
derredor.
El último acontecimiento
ha sido el encuentro de ocasional de un libro depositado en un banco
del parque de mi ciudad. Inicialmente solo vi la forma del libro, no
muy grande y envuelto en papel transparente de color verde claro, no
hice mucho caso y pasé de largo, aunque veinte pasos después paré en seco y volví sobre mis pasos. Me quedé anonadado y observé
que tenía la forma de un libro y que se transparentaba unas letras
gruesas. Mire en derredor y no había nadie que mostrara interés, me
acerqué y sin dudar era un libro, me agaché con algo de
desconfianza y lo cogí. De inmediato continué mi marcha sin hacer
caso de saber de que se trataba, cuando llevaba un largo trecho pude
mirar que era un libro y cuyo título rezaba LA EDUCACIÓN
SENTIMENTAL de Gustavo Flaubert. Edición de bolsillo de Penguin
clásicos. Todo lo averigüé sin quitar el forro que lo envolvía,
así que decidí sentarme y ver cual era la intención de aquel
objeto, que tanto me llamaba la atención. Me senté y miré hacia
ambos lados, cuando terminé me di cuenta que a poca distancia había
una chica que me miraba, me hice el distraído y sujeté con ambas
manos el libro que era más grueso de lo que aparentaba. Me pareció
que podría pasar un mal rato si la joven pedía la propiedad de
aquel libro, así que valoré la posibilidad de montarme en el
próximo autobús, cuya parada tenía delante. Me levanté muy rápido
cuando el bus paro y abrió sus puertas, me encontraba dispuesto a
subir cuando sentí que me agarraban de la chaqueta.-Señor, se deja el
libro y es muy bueno. Tiene muchas referencias en su interior y
seguro que sabrá apreciarlo.
Cogí el libro que me
alargaba y las puertas del autobús se cerraron. Vi como la joven
agitaba su mano en señal de despedida. Cuando llegué a casa me
senté y abrí el envoltorio, tal como me había dicho el libro
estaba lleno de anotaciones en diversos idiomas y en la portadilla
contaba un personaje llamado Amanda, quizás la chica que me pasó el
libro. Como se organiza una cadena B.C y el largo recorrido que
había vivido este interesante libro. Fue así como me incorpore a
estas rotaciones de libro y puse en circulación el programa de
liberación de libros de mi biblioteca. Un año después me llegó de
vuelta uno de los primeros libros liberados de mi biblioteca, me
pareció que le hacia un gran beneficio a la literatura . INDALESIO