viernes, 29 de septiembre de 2017

LA VIRGEN





            Había en mi pueblo en los años duros de la posguerra una moza guapa que le dio por levantarse la falda al tiempo que argumentaba: “lo que se han de comer los gusanos que lo disfruten los cristianos”. El caso es que como no llevaba bragas los cristianos se subían por las paredes. El cura la quiso recoger para la catequesis pero el alcalde que iba a misa con su perro, gestionó una plaza en San José donde la recluyeron.
            Cuando a los pocos días la guardia civil vino al pueblo a buscarla nos enteramos de que se había escapado del manicomio, pero no supimos más de ella hasta que la vimos retratada en la propaganda de una sala de fiestas de la Barceloneta. La historia no aclara demasiado el trayecto aunque supone que tras fugarse con un celador llegó a Barcelona en un vagón de tercera sin acompañante al que, por lo visto, tiró del tren al pasar por la Mancha a eso de las tres de la mañana. Tardó poco en hacerse la figura del cartel tras amancebarse con el dueño del serrallo con el que convivió muchos años.
            Al lugar volvió unas navidades embutida en un abrigo de pieles y subida en un haiga que manejaba un chófer uniformado. Se le hizo una recepción de las de Bienvenido míster Marshall con banquete oficial y discursos pero sin misa porque a tanto no llegaba el perdón. Cuando se retiró de los escenarios montó una cadena de casinos en la costa con los que ganó dinero para hacerse una casa suntuosa en el pueblo, donde vive sin fotos ni recuerdos. Un día me la encontré por la calle y le comenté que el suyo había sido el primer coño que vi en mi vida y que todavía me acordaba de lo extraordinario que resultó aquello. Se te apareció la virgen ¿no?, me dijo. Algo así, le contesté.

CIRANO