jueves, 28 de marzo de 2013

SIESTA





            
Estaba muy metido en mi asunto, realizando correcciones de la novela cretense que acababa de terminar de escribir, pero sentía que había algo que me estaba causando alguna perturbación, sin darle mayor interés. Al cabo de un rato, cuando levante la mirada hacia delante, me distraje y me di cuenta que era un zumbido agudo y profusamente incomodo. Miré en derredor buscando el origen del ruido, pero en un principio no encontré nada. Pero estaba allí, muy cerca porque la el sonido era muy próximo. Fue entonces cuando me apercibí que era una criatura pequeña, pocos años quizás dos, que se encontraba sentado en una banqueta ex profeso. Regularmente emitía un grito intenso, con toda su potencia y mirando hacia donde yo me encontraba. Quedé estupefacto durante unos momentos para intentar comprender que era aquello, porque  parecía  no tener lógica. Después hice un gesto con la cara, de desagrado, por el grito tan penetrante, y el jovencito sonrió cambiando a su vez el ritmo de los gritos, que aunque continuaban su misma intensidad,  ahora  sonaba en los intervalos impares. Giré la cabeza varias veces en todas las direcciones buscando alguien responsable de aquel salvaje, pero no había nadie, solo él y yo.
Fue entonces cuando consideré la posibilidad que el extraño fuera yo, porque hijos ni sobrinos tenía, pero la habitación donde me encontraba era la mía, allí estaban mis libros, cuadros y todas mis radios, todo exactamente como siempre, sin alteraciones. ¿Pero entonces de donde había salido aquella criatura? Yo no lo conocía ni a él ni a ningún niño, y menos tan pequeños que son tan odiosos. Como la fiera continuaba sus irritantes chillidos, siempre con la misma cadencia e intensidad, decidí hablarle para pedirle, o bien que se callara, o bien  pedir socorro para que alguna persona se hiciera cargo de aquella insolencia con patas. Pensé primero que decir y lo ejecuté, pero solo salio de mi garganta el sonido del intento de hablar, porque palabra alguna se escuchó. Alarmado carraspeé, pero con el mismo resultado, nada solo el alboroto de los intentos, pero nada productivo. Aquello pasaba ya de castaño a oscuro, el sonido penetrante me molestaba cada vez más, y necesitaba tomar alguna resolución, y de momento solo sabía que aquella criatura sonreía con mis gestos. Bueno pues me decidí a levantar y sacar aquella fiera de mi santuario, eso si sería cuidadoso porque jamás he maltratado a nadie y menos a un niño pequeño, solo buscaría a su madre y le pediría se hiciera cargo de aquel bicho y su poderosa garganta.     Cuando hice el gesto para levantarme, quise apoyar mis manos en los laterales de la butaca y así tomar impulso para ponerme en pie, pero mis manos no se movieron ni un ápice de los laterales del ordenador. Volví a intentarlo pero con idéntico resultado, no me podía mover ni un milímetro. Ya si me sentí alarmado, no podía ser que ninguna de mis facultades físicas funcionara, y que permaneciera allí con la única que si funcionaba, el oído y que además en la situación más incomoda posible. Yo además padezco de fobias con los ruidos, me producen agresividad y me hace sentir tan mal como con una enfermedad. Así que decidí pasar a la acción, tenía que resolver aquel conflicto antes que me hiciera volver loco, usaría el entendimiento, nunca me falla. Bueno pues comenzare  por lo que conozco, responde a estímulos de gestos faciales, pero tendría que conocer algún dato más, con solo aquello no conseguiré nada. Pero no, que más podría hacer sino puedo mover nada de mi cuerpo, solo dispongo de lo que tengo, gestos. Además no debo abusar de ellos porque puede ser que se canse de ver mis gestos y me quedé sin herramientas contra él. Hice el mismo gesto que al principio, pero solo conseguí aumentar el volumen del grito, pero bueno si en un principio funcionó ¿qué es lo que pasa ahora?  Alarmado comencé a sentir pánico y realicé unos gestos como de llanto, fue entonces cuando comenzó a bajar el volumen de sus gritos. Insistí algo más para conseguir algún respiro, pero ya la intensidad del ruido no bajaba y permanecía con el mismo volumen. Algo más tendría que descubrir para alterar el funcionamiento de aquel despreciable ser que estaba consiguiendo volverme loco. Probé con gestos de la boca, pero solo conseguí llamar su atención, hice volver mis ojos hacia arriba como para que desapareciera  las pupilas y levantó las cejas como con sorpresa. Al fin me puse bizco y eso provocó… una risa larga e intensa que advirtió a mi mujer, que me despertó en la hora de la siesta, porque estaba haciendo muecas extrañas desde hacia media hora.
INDALESIO                         23 de abril de 2007