lunes, 6 de noviembre de 2017

ALABASTRO




Atendían al amor a cualquier hora; eso era en los buenos tiempos, cuando el sudor era fragancia de sicomoro y el pelo y la sonrisa cantar de alondra. Arriba jugaban a lo que la carne pidiera. Voy a bucear un poco decía el hombre tomando aire. Un poco o un mucho contestaba ella abriéndose. Esas cosas las hacían por querencia, porque necesitaban sentirse. Necesito que me aprietes suspiraba la mujer en cualquier momento y allí empezaba todo. Parecía como si descubrieran algo nuevo en cada recodo, pero no hacían sino lo que pide la vida desde que supo que la muerte se engaña con caricias.Con esas maneras llegaron a conocerse sin pensar que estaban hechos el uno para el otro. Había demasiada limpieza en su juego como para engañarse con frases hechas. Los besos no solidifican y no sirven como testigos en juicios posteriores. No dejan marca porque el mar no recuerda las olas que lo han agitado. Antes de caer en la rutina se rompieron sin costura posible. Ella se fue como el pájaro que abandona el nido cuando las alas todavía no lo sostienen .
CIRANO