domingo, 16 de diciembre de 2018

EL JARDÍN






Vivíamos en una casa grande de construcción colonial, un cuerpo de casa doble orientado al sur y terminado en una imponente terraza de mármol blanco. A la derecha unos escalones daban acceso a un umbrío jardín no menos grande que la terraza, suelo de cantos rodados blancos y setos bajos en los margenes con murete que cerraban todo el perímetro del jardín. A la derecha del jardín una vivienda de dos plantas, el bajo para el garaje y la superior para vivienda del servicio doméstico. La puerta que daba entrada al jardín era de listones de madera con un cerrojo de seguridad. Justo al lado un ventanal con puerta daba acceso al garaje y a unas madrigueras para conejos. En la planta primera de la vivienda de servicio se llegaba por una escalera de caracol forjada en hierro colado, habitualmente vivían una o dos mujeres con las que mantenía una buena relación, ya que yo era el pequeño de la casa, y aunque no hablaba me comportaba con respeto y cariño hacia ellas, y ellas hacia mi.
Bueno pues esos eran mis territorios, todo mi tiempo libre lo pasaba en los rincones de mi dichoso jardín, una veces amontonando los cantos rodados para hacer defensas de mis misteriosas y fantásticas guerras,acompañados con una generosa colección de soldados de plomos, que en mi fantasía dirigían la victoria de los soldados buenos, limpios y generosos.
También revoloteaban por el extenso jardín algunos pájaros, unos con las puntas de las alas cortadas para que no pudieran volar, y otros enclaustrado en jaulas grandes, llenas de balancines y de maderas donde reposaban la extensa colección de canarios, jilgueros y algunos diminutos orientales.
Una familia muy cercana a mis padres pidió dejar en nuestro jardín dos tórtolas turcas de una variedad muy peculiar y de gran valor ornitológico, y para que no salieran del recinto estaban sujetos por una cable sujetando una de las patas. A mi aquellos animales me gustaban poco, emitían un sonido que me resultaba poco agradable, y el revoloteo es muy escandaloso. Una mañana correteaba por el jardín y lancé una piedra de tamaño mediano sin una finalidad determinada, pero con tan mala fortuna que le di en la cabeza a una de las tórtolas que calló fulminada. No podía creer lo que había organizado, me temblaban las piernas y comencé a llorar, me acerqué al animal y al cogerlo la cabeza se reclinó sobre uno de los lados. Miré en derredor y nadie me había visto, la cogí en mis manos y me dí cuenta que aún estaba caliente, le soplé sobre el pico y pareció moverse, insistí varias veces y abrió los ojos, emitió un sonido más apagado de lo habitual y comenzó a mover las alas. Le acuné con ambas manos y parecía que cada vez mejoraba sus movimientos, le salpiqué unas gotas de agua y continuo su mejoría, hasta un punto que se me escapó de la manos y subió junto a su compañera. La observé durante un rato largo y tenía un comportamiento normal, salvo unas sacudidas de su cabeza de vez en cuando.
El día siguiente desayune con prisa para ver la tórtola, la busqué en la rama de los arboles, solo pude ver una con su canto peculiar. La otra estaba en el suelo sobre los cantos rodados y sin ningún signo de vida. Cuando la cogí estaba fría e inerte, su compañera no dejaba de emitir gritos prolongado y muy intensos, yo tenía los ojos llenos de lágrimas. Asustado por mi delito hipaba sin consuelo, sin contar cuando mis padres se dieran cuenta del asesinato que había cometido. Busqué una caja de zapatos y deposité el pájaro sobre un lecho de hojas verdes y húmedas, después hice un agujero en un parterre de cactus y enterré la caja.
Aquel medio día cuando nos encontrábamos toda la familia dando cuenta del almuerzo, por primera en mi vida abrí la boca y les conté con pelos y señales los acontecimientos con la tórtola. Mis padres se levantaron y cuando creía que me iban a dar un severo castigo, me abrazaron con enormes signos de alegría, según me dijeron era la primera vez que hablaba desde que se produjo mi nacimiento.
INDALESIO


viernes, 30 de noviembre de 2018

REANUDO MI PERORATA






Nueve años después, recupero estos escritos que se encontraban encriptádos en una maquina digital. Los releo con curiosidad y va , resulta que son interesantes. Mezcla los deseos con narraciones fragmentadas de ficciones posibles pero no reales, y el resultado mantiene mi curiosidad.
Lo primero es que han pasado tantos años que las cosas han cambiado, sobre todo se ha modificado mi salud, pero no la salud física sino la del conocimiento. Tengo una inmensa laguna llenas de olvidos y no dispongo de herramienta alguna para encontrar mis conocimientos, ni redes ni buscadores ni traductores, nada, así que saco como conclusión que mi entendederas están disminuidas y como resultado la producción literaria está resentida. Pero como estas letras son solo para mi, se que el nivel de exigencia sera alto aunque se resienta la calidad, pero de nuevo he de contarme que mis deseos de juntar letras son impresionantes, que padezco de una suerte de pereza para hilar una nueva novela y que para combatir mis artrosis en las manos he de teclear el artilugio digital sin parar cada día.
Bueno, he de darle también un sentido práctico a estos escritos, porque si la memoria falla solo me queda estos diarios para su recuperación, así que me contaré todas mis cuitas y proyectos para su recuperación próxima o lejana.
He releído los relatos del Sr. K, me ha llamado la atención que lo habitual era que solo se publicara relatos extensos y muy trillados por las editoriales, pero curiosamente los pocos conocidos, los muy cortos o los muy incoherentes están muy ignorados y mantienen tan mala distribución que su lectura resulta tediosa. Pero quiero significar que les encuentro la misma distorsión y coherencia, que a resultas son relatos sin lógica posible pero terriblemente atractivos, en resumen ficciones posibles pero con visos de poca realidad. Quizás la construcción sintáctica este automatizada y por eso llama la atención, quedando algo confuso el entendimiento, que obliga a la re lectura. Sea culpa de la loca ficción del Sr.K o bien de las pésimas traducciones, a saber.
Agotado por el esfuerzo mental y confundido por los sones de la Sinfonia 3 de SHOSTAKOVICH, cierro estos párrafos más fruto de mis deseos que de una utilidad intelectual, para lo cual doy fe en la ciudad de Málaga a 8 de febrero del 2016. Puff
INDALESIO

sábado, 10 de noviembre de 2018

CENSURA






Las puertas plegables del garaje comenzaron el ritual de abrirse, con algún brusco tirón por el roce con el suelo. Apareció la figura de un niño de no más de diez años, que ejecutaba con conocimiento el pliegue de las hojas de la enorme y desvencijada puerta de madera que cerraba el lugar donde se guardaba el viejo y destartalado Ford modelo Cuba. Cuando las puertas estaban completamente abiertas y sujetas con unas piedras para evitar que se cerraran, se oyó el ronquido repetido de un motor de explosión cuando quiere ser puesto en marcha. Una tenue nube de humo blanco sale con fuerza por el escape del vehículo, que lentamente sale del garaje marcha atrás. Después las puertas comienzan a ser plegadas y zarandeadas para poder cerrarlas, hasta que la figura del niño desaparece cuando la batiente central termina por ser empujada y ajustada con firmeza, oyéndose el sonido de un cerrojo que se desliza para asegurar su cierre.
El coche continúa delante del garaje humeando, hasta que dos figuras humanas aparecen por la cancela de la derecha. Son una mujer adulta, alta y cubierta con un abrigo que le llega hasta media pierna, y el niño que realizó la operación de las puertas del garaje. Va vestido con pantalones cortos y calcetines hasta debajo de las rodillas y unos zapatos con suela de goma que le hace andar con pequeños saltos. Cuando todos están dentro, el coche hace un giro marcha atrás en la explanada y comienza el recorrido hacia su destino.
El conductor guía con prudencia el vehículo, quizás por su poca habilidad ya que entrecruza las manos torpemente sobre el volante al girar en las pronunciadas curvas de descenso, y también se oye rascar la caja de cambio porque le cuesta apretar a fondo el embrague, como muestra las muecas que realiza con la boca.
Al fin llegan a su destino, con un viaje corto de no más de veinte minutos realizado con parsimonia y que muestra el talante tranquilo, prudente e inexperto del conductor. Cuando bajan del coche, forman una familia que se dirigen a los servicios religiosos del Domingo, ya que el padre lleva en su mano un libro con los preceptos religiosos de la ceremonia. La madre despliega un velo negro sobre su rubia cabellera, y lo sujeta con dos pasadores. Ambos sujetan al niño con sus manos y se dirigen con paso decidido hacia la catedral, saludando con sonrisas y movimientos de cabeza a sus conocidos. Al llegar a la escalinata majestuosa de la catedral se detienen y forman el pasillo para cuando pase el Cardenal. El niño se entretiene mirando las personas que se agrupan alrededor y comparando con sus padres, a veces se siente orgulloso y otras hace disimulo, pero poco de lo que ocurre a su alrededor le pasa desapercibido. Cuando llega el Cardenal se escucha un murmullo, es hombre muy admirado y respetado en la ciudad, camina con paso corto aprovechando el fervor católico, y bendice a diestro y siniestro antes de acercarse y hablar con sus feligreses. Cuando llega a la altura de nuestra familia se detiene, cambia su expresión y se dirige con diligencia hacia ellos, el padre se agacha para besar el anillo pero la mano se retira, la madre hace una inclinación en señal de sumisión y el niño queda indeciso entre ambos.
Se oye la voz del Cardenal y se ve el movimiento de la mano, que con deliberado interés advierte: “ No quiero volver a recibir misivas suyas solicitando autorización para leer libros catalogados por la censura eclesiástica, no entiendo como un cristiano puede leer libros de catadura moral tan dudosa como los de Flaubert”. Después de hablar se da la vuelta e ignorando al resto entra con paso decidido y enérgico por el pórtico de la Catedral.
Nuestra familia se queda quieta, mientras las personas que la rodean los miran con caras de desprecio y condena. Al final se dan la vuelta y se dirigen a recoger el viejo Ford modelo Cuba, mientras la madre recrimina al cabeza de familia la fea costumbre que tiene de leer libros extraños, y la vergüenza que le hace pasar ante toda la comunidad católica por sus vicios. El niño mira hacia arriba buscando un gesto de la cara de su padre, y aunque no lo encuentra, le coge la mano y adopta el mismo gesto adusto del padre.
INDALESIO    10/11/2018

domingo, 28 de octubre de 2018

BARCO FANTASMA




Cuando fueron dadas las campanadas de las doce de la noche del 24 de Agosto me encontraba acompañando al vigía de guardia del puente. Lo recuerdo porque fue la noche que avistamos el carguero “La Asunción” con la única luz de que llevaba encendida, la luz de alcance. Ambos pasábamos algunas guardias juntos, más para hacernos compañía que por amistad, ya que era raro que hablásemos, porque yo no sabía que podía contarle y él era tartamudo y sé avergonzaba al hablar. Pero enfundados en nuestras pellizas y apoyados en borda del puesto de vigilancia del puente, fumábamos algunos cigarros que tanto nos gustaban “Abdulas” que habíamos comprado en el puerto de Ankara. El vigía tenía buena vista y apenas percibió oscilante la luz de alcance del carguero, se movió con brusquedad como si nos fuera la vida, y entró en el puente de mando con el brazo extendido en dirección al carguero, y sin la más mínima duda gritó COLISIÓN.
La respuesta de la tripulación de guardia fue mucho más lenta, a pesar de la presencia del Sobrecargo de jefe de guardia. Desde que se desconectó el automatismo y se viró la caña a estribor pasaron unos diez minutos, como le informé al Capitán con posterioridad. Ese tiempo de respuesta hizo que pasáramos a escasos diez metros del carguero, y pudiéramos contemplar lo absolutamente vacío que se encontraba. Ninguna luz en el puente de mando, aunque algún reflejo daban las luces del cuadro de mando y emisoras, ningún ser humano en sus cubiertas, y como único sonido el ronco runrún de los motores diesel. Por lo hundida que se encontraba su línea de flotación, sospeché que se encontraba lleno de carga, y por el tipo de flete que parecía su carga era grano, aunque bien podía confundirme. Solo el vigía y yo mismo fuimos los testigos de aquel espectro, ya que el resto de guardia se encontraban muy ocupados en la realización de la maniobra. Cuando de nuevo el rumbo se estabilizó y salió el Sobrecargo al puente de vigilancia, “La Asunción” había quedado por nuestra aleta de babor ya fuera de peligro y sin que se pudiera saber nada más por la observación de aquel fantasmagórico barco.
Cuando el Capitán subió a la sala de guardia, la distancia que nos separaba eran al menos tres millas, y solo una tenue silueta algo más oscura podía identificarlo como un barco a la deriva. El capitán dio orden de virar la caña a estribor y gradualmente fuimos volviendo sobre las aguas que habíamos navegado, y en la misma proporción disminuyendo la velocidad, hasta que volvimos a ver al “La Asunción” por la popa con su luz de alcance. Ahora ordenó acompasar la velocidad de ambos buques y entonces se dirigió al radio telegrafista y le pidió que se pusiera en contacto con el armador del buque y que intentara igualmente realizar llamadas al barco que nos precedía.
Varias horas tardó nuestro experto capitán en decidir y en recibir autorización para abordar la motonave a la deriva, ver que es lo que había sucedido, y tomar el mando del buque, para llevarlo a buen puerto. Habló con el Sobrecargo, le dio instrucciones de lo que debía hacer, y al vigía y a mí mismo nos ordenó ponernos a disposición del Sobrecargo, siempre y cuando estuviésemos dispuesto a recibir una parte importante del botín que podíamos rescatar. Sin objeciones y algo nerviosos abordamos nuestra misión con bastante celeridad, ya que el tiempo era benigno y el mar calmo, y pudimos ser trasladado por nuestro bote auxiliar sin grandes dificultades, salvo el trepar a cubierta por un cabo que había lanzado nuestro sobrecargo y que oscilaba como un diablo, golpeando de continuo contra las amuras, nuestros indefensos cuerpos.
Lo que vimos después de que hubimos inspeccionado el barco, fue tan grave que nuestro vigía nunca más volvió a pronunciar palabra alguna, y el Sobrecargo y yo, tuvimos que volver a nuestro barco cargando con el vigía que había quedado tetanizado y era incapaz de mover miembro alguno. El Capitán ordenó cambiar de rumbo y alejarnos lo más rápido de la compañía de aquel mal hallado buque fantasma. El Sobrecargo al llegar a puerto, le fue asignado la dirección de una factoría ballenera en las Islas Tobago, que se pensaba potenciar y que con el paso de los años nunca llegó nada, salvo nuestro intrépido Sobrecargo. Y en cuanto a mí, fui autorizado a contar los hechos ocurridos, después de no muchos pleitos, recursos y contrarecursos, pero que por mi perseverancia y con el dinero de mi abuela conseguí la autorización que me correspondía, pero jamás nadie quiso escuchar mí historia y lo que la escucharon lo más que hicieron fue esbozar una sonrisa y aconsejar que mi internaran en una residencia de enfermos mentales que poseía la Mutualidad de Empleados de la Mar, y desde donde pienso continuar mi lucha para que alguien crea la verdad de lo que pasó en el buque “La Asunción”. 
INDALESIO

jueves, 11 de octubre de 2018

MI VIDA ESPECIAL






Como cada mañana, me despertaba mi madre sentándose en la orilla de mi cama, diciendo palabras dulces y con tonos cariñosos. Abría los postigos de las ventanas del dormitorio de los niños, zarandeaba a mis hermanos y le pedía se incorporara, luego se sentaba junto a mi y me frotaba la espalda. En verdad tenía una especial dulzura para conmigo, quizás porque era el más pequeño y porque desde mi nacimiento había tenido algunas dificultades de salud. Pero tenía que levantarme a la misma hora que mis hermanos, ya que ellos eran responsables de acompañarme hasta la puerta del colegio y no les podía hacer esperar. Madre después de esos gestos de afecto, me sujetaba la pesada cabeza y me giraba el cuerpo para dejarme sentado en le borde de mi cama, me quitaba el pijama y me calaba la ropa del uniforme del colegio. Cuando terminaba, yo aun permanecía dormido y la cabeza colgando hacia un lado, entonces madre pasaba al cuarto de baño, mojaba una toalla y frotaba mi cara, ahora si que despertaba saltando de la cama e hipando por lo fría que estaba el agua. Un vez despierto me empujaba al baño y me daba el cepillo y la pasta dentífrica para que frotara mis diminutos dientes, me miraba en le espejo mientras ella con un peine me alisaba el pelo, mojando la erecta coronilla de mi cabezota. Luego ella sabía que solo me sacaba la churra y hacia pipí sentado como ella me había enseñado. Mi madre me dejaba camino de la cocina mientras les gritaba a mis hermanos para que se levantaran, algo que realizaban entre protestas pero con bastante disciplina como nos había enseñado nuestros padres.
Cuando llegaba a la cocina ya teníamos sobre la mesa de mármol los cuencos medio llenos de una humeante leche, mi padre sentado a la cabecera de la mesa leía el periódico que crujía con frecuencia para enderezarlo, yo me acercaba a la derecha de mi padre y esperaba, entonces doblaba las enormes hojas de papel y lo sujetaba con la mano derecha mientras la izquierda se dirigía hacia mi cabezota y volvía a remover mi rebelde pelo. Después como únicas palabras me indicaba sentarme y beber el espeso liquido blanco recientemente hervido. Giraba sobre los talones de mis zapatos Gorila y quitándome la mochila que solo contenía unos lapices y un cuaderno de hojas cuadriculadas, me sentaba en la silla. Como tenía poca fortaleza arrastraba la silla que tenía asignada, y como cada día mi padre protestaba para que evitara ese desagradable ruido. Le miraba con cara de pedir disculpas, y mis hermanos no se andaban por las ramas y golpeaban con una pescozón mi cabeza. Bueno pues con ninguna de estas acciones yo decía palabra alguna, incluso mis hermanos me llamaban Indalesio el mudíto, y a veces se reían entre ellos por mi ausencia de palabras aun en las condiciones más adversas. Cuando terminaba de beber la leche, cogía el bollo con mantequilla y azúcar envuelto con papel de aluminio y lo metía en la bolsa mochila, luego esperaba a mis hermanos para que me acompañaran a la parada del tranvía.

INDALESIO

viernes, 21 de septiembre de 2018

JUEGOS DE MI INFANCIA







Mi amigo Pascual volvía del colegio pasado el quince de junio, y yo le esperaba con auténtica fruición. Eramos amigos desde hacia años, porque en nuestro barrio no abundaban los niños, y teníamos que agarrarnos a proteger la solidaridad y el afecto entre los dos. Bueno en verdad había otros dos jóvenes pero no teníamos tanta relación como nosotros, así que cuando me daban las vacaciones paseaba por la urbanización como alma en pena, y solo podía relacionarme con los otros dos vecinos, Pepe el largo y Paquíto Santos. Como estábamos en la edad de descubrir cosas, nos ocultábamos en algún lugar discreto y nos contábamos secretos de alcoba, que como ya podemos imaginar desfigurado por la torpe información que disponíamos. El resto del tiempo lo pasábamos inventando artilugios para jugar con pedazos de bicicletas o cojinetes de rodamiento de los abandonados coches. Con extremada precaución hurgábamos en los desvencijados autos y usábamos lo que podíamos desmontar para fabricar la construcción de los carrillos. Con dos tipos, uno corto con tres cojinetes, uno delantero y dos traseros, y otro largo con cuatro cojinetes. Luego fijábamos los rodamientos y nos dejábamos caer por la larga y revirada cuesta de la urbanización. Caídas con bastante frecuencia con rasponazos y heridas superficiales que nos obligo a confeccionar protectores de codo y rodillas de restos de ropa usada. El quince de Junio le dí un tenue esquinazo a los dos vecinos que me habían ayudado a confeccionar los carrillos y los escondí en el garaje de casa, para sorprender a Pascual. Se hizo de esperar ante mi desesperación, y a las doce de la mañana apareció con sus andares pausados y punteras de zapatos en dirección divergentes. Nos abrazamos con auténtico afecto y comenzamos a contarnos las novedades de los meses separados, Pascual no se explayó mucho en sus aventuras del colegio de internado, pero si que por sus buenas notas su padre le había prometido un generoso regalo. Antes que nada le llevé al garaje de mi padre y le enseñe los dos carrillos, le conté los proyectos que tenía para divertirnos mejorando su estabilidad y velocidad, pero no le vi especialmente atento, es más sonreía levantando el labio superior en señal de ligero desprecio, algo que no me sentó bien. Fue entonces cuando me dijo que su padre le había regalado un precioso coche de juguete que funcionaba con baterías. Conforme contaba las virtudes y bellezas de su juguete, yo me iba quedando más planchado y humillado, una vez más había echado por tierra mis esfuerzos y en nada podía aventajarle. Quedamos en que al día siguiente nos veríamos para aprender el manejo del coche y su pilotaje. Al día siguiente, después de un larga y aburrida sesión del manejo, ambos nos sentamos en el coche y nos dejamos deslizar por la cuesta, en realidad era una maravilla, aunque lo que no podía saber era que subiendo la cuesta un gigantesco camión subía haciendo sonar la bocina de su poderoso motor.
INDALESIO


sábado, 25 de agosto de 2018

Álibi






Me encontraba bastante deprimido desde hacia varios meses, había intentado aplicar todos los medios posibles para que mi mente entrara en razón, pero cuando parecía que mejoraba, de nuevo recaía con una profunda tristeza que me asustaba. Soy en verdad un curioso de los estudios de la mente, y desde hace años leo ensayos sobre los muy diferentes comportamiento del ser humano, así que no me fue difícil identificar los signos clínicos de lo que es una depresión profunda o status psicótico. Pero quizás por mi debilidad, estos signos clínicos se difuminaban y perdían la fortaleza que yo inicialmente les daba y los olvidaba, creyendo que podrían ser otros. Pero así pasaron por mi fuero cognitivo muchos malos momentos que me hacían la vida imposible, hasta que decidí consultar con un psiquiatra, y lo hice con gran dolor de corazón. Busqué que no fuera conductista y elegí un freudiano con ramalazos de Lacan, por consejo de mi amigo Nicolás. Y me advirtió:
    • le gusta que le hablen mucho, que le cuentes todo lo que se te pasa por tus entendederas. Él, cuando lleve algo de tiempo te parara y dirá que vuelvas otro día. Pero deja claro que tu no puedes ir de forma continuada, buscando una excusa creíble. Esta excusa te dará un Álibi para no volver a su consulta más, así que lo que te propongo es que uses sus conocimientos en tu favor, y no te dejes engatusar por sus silencios, son peligrosos.
    • ¿Y que me puede pasar ? A veces soy violento cuando me presionan o me siento presionado.
    • No hombre, no tienes que llegar a esos extremos, solo que cuando te des cuenta que está desarrollando un canto de sirena y te está enrollando para hacerte fijo en sus emolumentos, busques un medio de salir de sus garras y ya solo tú completes el trabajo psicoanalítico.
    • ¿ En verdad no lo llevo a comprender en toda su extensión Nicolás?
    • Veras, supón que el origen de todo tu proceso es algo que arrastras desde tu infancia, por ejemplo un abuso sobre tu inexperto e ingenuo cuerpo. Eso te deja una marca en tu subconsciente que puede ser el origen de tus depresiones.
    • ¿Y él, porque lo sabe?
    • Quizás porque se lo has comentado tú.
    • Pero si yo no lo conozco aún, como lo va a saber .
    • Querido amigo, quizás sería mejor que te viera un Psiquiatra al uso, que te mandara un puñado de pastillas y te silenciara, yo en verdad solo he usado alguna coartada cuando me trató, y me fue útil porque en dos sesiones me dí el alta y no he recaído.
Le hice caso a mi amigo Nicolás, me di el alta con un perfecto Álibi y diez días después me tuvieron que internar por un bloqueo psicótico.

INDALESIO


martes, 7 de agosto de 2018

MÉDICO RURAL






Trabajé durante cuarenta y cinco años en el Hospital de mi ciudad. Accedí después de una severa preparación académica y unos años de práctica en lugares apartados del campo español, algo que me resultó muy provechoso, ya que me tenía que enfrentar a muchos asuntos de salud con una formación más teórica que práctica. Con enorme fortuna no tuve que enfrentarme a ninguna complicación grave y me gané el sobrenombre del Doctor Carreras el iluminado. Durante los dos años que pasé en aquella población con doscientos habitantes, decidí mantener una relación cordial y benefactora, estableciendo una relación económica con igualas muy ajustadas y posiblemente muy equitativas. Me gané el afecto de muchos campesinos y el desafuero de los poderosos, pero yo me sentí muy satisfecho porque noté algo nuevo en mi corta experiencia, el respeto de los paisanos.
Cuando se corrió la voz maliciosa de que me iba a la ciudad, me asaltaron amigos y vecinos para presionarme y retenerme, así que tuve que salir en las horas en que se escuchaba “el parte” y con la ayuda de Frasquito el aguador, con una de sus mulas. Me llevó los bultos y la maleta de cartón hasta la parada de autobús, y me abrazo agradeciendo los servicios prestados al pueblo y él en representación de la comunidad del pueblo, como alcalde pedáneo que era. Casi muero de frio dentro de la caseta de parada, tardó más de dos horas y cuando llegó estaba tiritando de frio y abrazado a uno de los bultos que contenía ropa. Tardó más de una hora en cesar la tiritóna, pero me libré de nuevas calenturas, ya que el autobús no volvió a parar hasta llegar a la ciudad, estando la temperatura por encima del cero grado. Llevaba dos mil pesetas como todo ahorro de mis dos años en el pueblo y con la venta de las igualas, algo que dejé a buen recaudo con Frasquito. Después de dejar mis cosas en una taquilla de la estación, recorrí varias posadas y casas con alquiler de habitaciones, en una de ellas me quedé a razón de cincuenta pesetas a la semana con derecho a almuerzo y cena.
Al día siguiente me lancé a la calle en busca de lo que andaba queriendo encontrar, pero volví a la necesidad de alimento y a un tenue descanso. Luego me fui directamente al Sanatorio de la Inmaculada, pero ya no quedaban ningún directivo, salvo el médico de guardia. Me presenté a él y cuando le dije que era médico, me obsequió con una poderosa sonrisa, me ofreció hacer la guardia suya por veinticinco pesetas. Intente poner escusas pero me convenció pensar que era el mantenimiento de media semana. Según él, no había trabajo y si algún interno se ponía pesado se le ponía media ampolla de Largactil y ningún problema. Y ocurrió, no una sino cinco llamadas de urgencia, al menos la enfermera era una mujer con amplia experiencia y que me propuso algunas soluciones que me parecieron muy acertadas, y tanto que al día siguiente me ofrecieron la plaza de médico de urgencia y despidieron al espabilado que me vendió su trabajo. Allí duré cinco años, simultaneando con el Gran Hospital donde me habían aceptado para hacer las rotaciones de las especialidades.
INDALESIO

sábado, 21 de julio de 2018

DAMMATIO MEMORIAE





Su vida profesional discurrió en varios hospitales, unas veces por voluntad propia y otras por necesidades profesionales, y en verdad en todos los lugares donde laboró se sintió a gusto. Fueron tres los Hospitales donde desarrolló su actividad profesional, en el último fue donde permaneció mayor tiempo y donde siendo ya un profesional formado fue capaz de desarrollar sus habilidades y capacidades aprendidas.
No piensen que esa coincidencia puede ser concurrente con la del conocido médico y autor literario Indalesio Carrera, no. Todo es pura coincidencia, porque se llaman de parecida manera y coinciden en su oficio, aunque uno fue médico sacerdote y el otro cirujano de los huesos, oficio que les reportó no pocas satisfacciones y algunos recursos monetarios. A usted lector, le quiero llevar la información solo del que tiene mayor interés, el médico sacerdote que penó en las colonias del Imperio español durante veinte años .
Este robusto sacerdote originario de las provincias de Navarra, entró en contacto con la iglesia en los años de 1650, habiendo sido desde pequeño impulsado por su devota madre a coger los hábitos, como la mejor manera de salir del medio rural. Esperando destino una vez cantada su primera misa, desaparece por los lares de un Priorato gallego, donde permanece dos años dedicado a la gestión económica. Una vez adquirida suficiente formación pasa al seminario de Comillas donde entra a formar parte de la Compañía de Jesús, para su posterior traslado a las colonias americanas y en concreto los llanos de Moxos. Allí participa en la producción de la Quinina, en su depuración y en la demostración de su gran utilidad, en especial a los tozudos ingleses que crearon una negativa leyenda sobre su uso y utilidad. Consigue el jesuita Carrera recomendar su uso para la Condesa de Chinchón que fue diagnosticada de unas malarias y que gracias a su uso curo la chinchona, rompiendo el aislamiento del producto y consiguiendo publicar con gran éxito un libelo sobre sus enormes ventajas y eficacia de la más tarde conocida como Quinina.
Pero toda esta historia quedo apagada y desdibujada por la ley del silencio que hizo desaparecer toda la información sobre los científicos del seminario del Loreto, perteneciente a los Jesuitas, con los informes sobre los beneficios de la corteza del quino y su aplicación en el tratamiento de las jodidas fiebres. Así quedó un silencio impuesto sobre las propiedades de este aún genial producto y de los científicos que lo desarrollaron, desapareciendo el quizás primer médico jesuita que confió en la sabiduría de los pueblos que poblaban las Américas.
INDALESIO

sábado, 30 de junio de 2018

PALIATIVOS






No tengo claro cual fue el motivo del accidente, por lo que pude ver no tenia señales externas de daño en sus extremidades, pero si que no conseguía realizar movimiento con su cuerpo.
Cuando por primera vez abrió sus ojos, lo hizo con mucha precaución, quizás porque le molestaba la intensidad de la luz o quizás porque tenía miedo de ignorar donde se encontraba, el caso fue que solo podía relacionarse con el movimiento de sus ojos.
Su cuerpo estaba incapacitado, yacía inmóvil sobre un colchón de cámaras alternantes y nada se movía, consciente del estado en que se encontraba repasó su situación. Se concentró en las manos y aunque no las veía, se dio cuenta que no conseguía realizar el más mínimo movimiento. Luego probó con los pies y no llegaba información alguna de actividad, y eso que se concentro con todos sus sentidos e impulsos cerebrales.
Abrió los ojos muy despacio, algo ya habitual y miró. Reconoció a su hermano, luego a su mujer con la cara húmeda de lagrimas y los ojos inexpresivos. Personajes con batas, posiblemente médicos pero que no conocía, con los brazos cruzados sobre la oronda barriga y hablando con gestos de certeza de la inviabilidad de su situación. De vez en cuando estos personajes anotaban algo sobre una libreta, lo sabía no porque lo viera sino porque escuchaba el garabateo de una pluma sobre el áspero papel. Luego entró en mi campo de visión, alargó su mano y me pellizco en la base de mi cuello, no sentí absolutamente nada. Negó con la cabeza y con un gesto despreciativo se retiró, saliendo de mi campo de visión.
Pude ver que se sentaban y que hablaban, escuché como decidían terminar la historia, su historia. Le llevarían a cuidados paliativos y allí con una dosis adecuada le dormirían, para siempre. Bueno, al menos me alegro que se hayan cumplido sus deseos. Así que vi como decidía despedirse y en morse con los parpados hacia las señales *-/-**/**/---/*** . Vi como elevaba los globos oculares para ver como cargaban en el suero la dosis letal de Ketamina. Luego dejo caer sus parpados. 
 INDALESIO

miércoles, 6 de junio de 2018

CÓDIGO SECRETO






Fue un flechazo a primera vista. Un día que salió a pasear por las afueras de la ciudad para relajarse vio el objeto en el escaparate de todo a cien de los chinos y se quedó prendado. Sin dudarlo entró en la tienda y lo adquirió. Para ese tipo de comercio resultó un producto caro, pero si le hubieran pedido tres veces el precio que pagó lo hubiera soltado sin pestañear. Se mantuvo atento durante el embalaje para que no se dañara y acompañó el paquete en la furgoneta de reparto. Al llegar a su domicilio lo desembaló, lo vistió con lencería que quedaba de sus tiempos de casado y se metió enseguida en la cama. Se trataba de una mujer fabricada en silicona, de aspecto joven, pechugona y con todas sus partes tan al natural que mejoraba cualquier comparación. Su asombro aumentó hasta la maravilla cuando tras los primeros escarceos la hembra artificial desplegó una calidez y una capacidad de respuesta insuperables. No solo los movimientos y las contracciones profundas, sino también las palabras cariñosas con las que respondía excedían los límites de lo esperado. Aunque la voz era un tanto metálica pronto se acostumbró a sus susurros que completaban un programa sin fisuras. No recordaba haber pasado una noche de placer como la que sostuvo con la muñeca a la que sentó a la mesa para desayunar. Tienes que lavarme, le había dicho al despertar y así lo hizo con un mimo que no había empleado en sus hijos.
Hacía tiempo que vivía solo debido al negocio de exportación de información confidencial instalado en su casa. Sostenía una sociedad hermética con intereses y resultados de los que todos estaban contentos. Había desarrollado un software cuántico en código ADN que superaba en fiabilidad y precisión a los medios informáticos más seguros. Su sistema para encriptar datos proporcionaba canales más fiables que los de las propias embajadas. Al manejar asuntos sensibles se vio obligado a seguir una vida tan enclaustrada como los mensajes que transcribía, lo que dio al traste con la familia y los amigos. Sabía que era vigilado y que cualquier contacto podía echar por tierra el negocio. El prestigio que alcanzó en el mundo del espionaje fue a costa de su vida social. Aquella mujer informatizada le venía como anillo al dedo.
Por deformación profesional no soltaba prenda en sus encuentros a pesar de los requerimientos de la máquina que le pedía intimidad. No sé nada de ti, le dijo una noche al borde del orgasmo. Y menos vas a saber si no te callas, le contestó de corrida. Sus relaciones mejoraron al acoplarse los deseos como si estuvieran diseñados la una para el otro y viceversa. Durante el día la visitaba de vez en cuando para preguntarle cómo se encontraba y ella respondía siempre con el cariño de la primera vez. Tanto era su amor que empezó a tener celos de su compañera. La vigilaba, la escondía y como al preguntarle si tenía algún amante le contestaba con evasivas, se fue crispando hasta poner en peligro su estabilidad psíquica. Para asegurarse la fidelidad instaló una caja fuerte en el dormitorio donde la encerraba por las mañanas una vez aseada, pero ni aún así se sentía tranquilo.
Como especialista en códigos infalibles ideó un algoritmo con dos millones de números primos con el que selló la combinación de la cerradura. Por seguridad guardó la cifra en un solo ordenador que se bloqueó tras el ataque que hackers rusos realizaron con otros fines. Fue imposible restaurar la contraseña por lo que no pudo abrir la caja fuerte ni con explosivos. Tras varias semanas de intentos improductivos empezó a dormir pegado a la pared donde estaba incrustada la caja. Allí se masturbó varias veces llamándola por su nombre. Luego dejó de acudir al despachó y terminó colgándose del manubrio de la cerradura con el cinturón del albornoz de su querida. Al trascender la historia, los poetas locales recrearon la figura de los amores imposibles como hicieron los clásicos con modelos menos extremos.
Cuando al atardecer los artificieros abrieron la caja encontraron un amasijo de plastilina con aspecto de momia. Se dedujo que la silicona se había descompuesto al agotarse las baterías. Abierto el testamento comprobaron que había dejado fondos y mandas para que los incineraron juntos y enviaran las cenizas a la legación china por el conducto de seguridad secreto, para su posterior traslado al Comité Central, y así se hizo.
CIRANO

lunes, 21 de mayo de 2018

TERTULIA DE LOS MERE





Hacia años que conocíamos a Indalesio, es un buen muchacho con mayor interés que inteligencia, y cuya mayor característica era el entusiasmo que manifestaba ante cualquier propuesta. Le llamé por indicación del psiquiatra que lo había encontrado y aceptó unirse al desenfrenado grupo que llamábamos MERE, médicos republicanos, jubilados con inquietudes de izquierda. Como esperábamos, inmediatamente se prestó a la próxima comida coloquio, la celebrábamos el siguiente viernes después del 14 de cada mes, lo cual me liberaba del castigo de avisar a cada uno de los contertulio. Hasta ese momento se habían celebrado tres reuniones, con esperanzas de llegar algún acuerdo pero sin resultados aparentes. Queríamos o al menos deseábamos encontrar una plataforma para poder manifestar sin reparo nuestra inquietudes sociales, filosóficas y políticas, pero sin realizar ningún compromiso, quizás solo la laicidad y la soberanía, elementos indispensables en los criterios republicanos. Eso sería nuestros deseos, pero quedo en nada, nadie sintió el más mínimo interés en los compromisos colectivos, y quedó como las reuniones de un grupo de amigos que solo nos unía el oficio de sanador.
Indalesio se integró rápidamente, además era amigo o conocido de casi todos y usaba la ironía con mucha facilidad y oportunidad, su pasión más relevante era la literatura y en alguna ocasión nos martirizaba con sus cantinelas de ficción literaria.
En alguna ocasión invitábamos a personaje relevante para que nos hablara de su especialidad y sin ser una conferencia nos daban algunas informaciones de interés y su posterior coloquio. La ocasión que quiero remarcar ocurrió hace tres meses, a propuesta de Indalesio. Llamé al conocido novelista Gustavo Sinsabores que acababa de publicar una pésimo relato en una editorial local y que no había tenido la acogida esperada, pero según Indalesio tenia una escritura fácil y llana con gran porvenir y futuro.
A mi personalmente me gustaba poco porque ya hace años lo condené por un pésimo relato pretencioso y con una estructura literaria muy débil y ya conocida, pero como no teníamos a nadie en espera decidí que adelante, como así fue.
Hacia un precioso día y fuimos como habitualmente hacemos al Pimpi, cuando llegó nuestro invitado hicimos las habituales presentaciones y yo hice unas palabras de salutación y bienvenida. Antes de terminar ya pude apreciar cierta inquietud en nuestro invitado Gustavo, miraba fijamente a Indalesio y se retorcía los dedos de la mano derecha en el hueco de la mano izquierda. Cuando terminé, Indalesio habló con rigor de lingüista resentido, criticando levemente su novela. Miré al novelista y le ví desencajado y muy inquieto hasta el punto que se levantó y se abalanzó con un cuchillo en la mano hacia Indalesio, atravesándole el brazo derecho de atrás hacia adelante, un fino chorro de sangre nos salpicó a todos. Por fortuna en el Hospital le cosieron sin encontrarle lesión importante. El novelista estuvo en comisaría durante tres horas hasta que el juez dictaminó su ingreso en el pabellón de agudos del Hospital. Nunca supimos el porqué de este comportamiento y esta agresión, el caso fue que se disolvió el grupo de los Mere.
Llamé a Indalesio para decir que se acabó y de camino preguntarle por su salud, me respondió afectuosamente como siempre y me contó que tenia un problema, porque su brazo agredido se había quedado paralizado, en el hospital no se habían apercibido que la puñalada le había seccionado el nervio y que ahora tenía problemas para poder repararlo .
Así que su brazo derecho lo tenía inútil y no podía escribir, y que su agresor padecía un síndrome psicótico del que saldría después de una larga temporada, aunque él no lo había denunciado, bastante pena y carga tenía ya. Los porqués nunca lo sabremos, aunque sospechaba que era debido a unos celos literarios. Hace años que no lo he vuelto a ver.
    INDALESIO   24/02/2016 


martes, 8 de mayo de 2018

EL SABIO Y LA CABRA


 



Un estudioso entrado en años, casi todos penosos, se retiró al desierto a descansar después de haber conseguido, tras arduos trabajos, dos descubrimientos contrapuestos. Por una parte, enseñó a orinar levantando la pata como hacen los perros a una cabra macho. Este logro se enmarca en el campo de sus investigaciones pedagógicas. Por la otra, alcanzó a anular la presión atmosférica creando un sistema de turbulencias que despejan la columna de aire, de unos diez kilómetros de altura, que se apoya sobre la cabeza de cualquiera. Libre del peso invisible que achanta sobre el terreno a todo ser vivo, se vio con capacidad de enfrentarse a la gravedad, asunto que lleva muy adelantado. Como en otras ocasiones, salió un día con su cabra a caminar por el campo en dirección a la montaña. Al llegar a las rocas trepó por las más escarpadas, sin esperar a nadie, con la agilidad que puede desplegar quien no tiene que soportar el rozamiento. Sus pulmones se llenaban a tope del aire limpio que subía de la tierra y devolvían el carbónico generado en el metabolismo celular, por lo que el intercambio gaseoso adquiría eficiencias nunca vistas. La cabra lo seguía con dificultad, llamándolo a voces de vez en cuando. Hay que decir que el animal bobino había aprendido a hablar por su cuenta.

  • No corras tanto maestro, que no puedo seguirte, gritaba la cabra.
  • No te quejes y sube, que para eso tienes cuatro patas y pezuñas adhesivas, contestó el liviano andante libre del peso de la atmósfera.

De todas maneras, optó por esperarla en un rellano o bazareta escavada en la roca a donde la cabra llegó exhausta.

  • Me tienes que enseñar el truco que empleas para subir de esa manera al igual que me enseñaste a orinar como un perro, le dijo una vez tomado aire.
  • Hay cosas que se pueden enseñar y otras que no.
  • Todo saber debe ser transmitido a imitación de la Naturaleza que tan generosa es.
  • Pero las cabras carecéis de la ciencia teologal, sois dionisíacas y ariscas. Recuerda lo que costó tu adiestramiento. Antes aprendiste a hablar que a mear contra los árboles.
  • Eso se debe a la animadversión que le tenemos a los perros que siempre han sido nuestros peores enemigos. Nos muerden en las canillas y en las orejas, donde más duele.
  • Pero buenos topetazos le dais cuando se ponen a tiro.
  • Eso si es verdad, no hay cosa que más me guste que embestir a un perro. Si logro romperle la crisma de un cabezazo me considero dichoso.
  • Con esas ideas ¿quieres que te descubra el secreto de la escalada?
  • Una cosa es un perro que muerde y otra un amo que enseña, al que respeto como maestro y al que nunca osaré hacer daño. Me siento feliz a tu servicio.
  • Muy meloso te pones cuando quieres conseguir algo. Dime ¿te alegras de saber orinar como un perro?
  • Mucho, porque me da personalidad; no hay cabra que se me resista y porque de esa manera ahuyento a las fieras que me atacan.
  • ¿Hasta eso llega una simple meada?
  • Si un zorro me persigue, me paro, levanto la pata y meo con autoridad ante la mirada de sorpresa del raposo que sale corriendo dando aullidos.
  • Eso me lo tenías que haber contado antes.
  • Veo que eres vanidoso y que te gusta que te alaguen a pesar de tu vida solitaria.
  • Me gusta que reconozcan lo que he conseguido con esfuerzo. No me oirás alardear de haber enseñado a mear a estilo perro a una cabra porque no soy presumido.
  • Pronto verás que alguien se apropia de la idea.
  • Pero ahí estás tú para desmentirlo
  • ¿Pretendes que salga en tu ayuda cuando te niegas a enseñarme el truco de la ligereza?
  • No es ningún truco, es un descubrimiento científico.
  • Llámalo como quieras, el caso es que, como Fausto, te dedicas a la magia y como él, después de haber estudiado a fondo filosofía, leyes, medicina y, por desgracia, también teología, sigues tan sabio como antes.
  • Si continúas metiéndote conmigo me veré obligado a venderte a los gitanos de la feria.
  • Fair is foul, and foul is fair”. No serás capaz de eso; además ¿qué harías sin nadie con quien hablar?
  • Tampoco es tan interesante hablar con una cabra que confunde feria con razonable.
  • No he leído a Shakespeare, a pesar de lo cual sigo siendo tu único compañero.
  • En cuanto se enteren las sociedades científicas me llamarán para que les explique mi invento, con lo que dejo de necesitar tu compañía.
  • ¿Quién va a creer que has enseñado a orinar a una cabra si no me ven?
  • No hablaba de eso, pero puede que sea yo el que monte el circo.
  • No te veo hombre de circo.
  • Ni yo a ti cabra escaladora.

Se acercaba el águila elevándose por las corrientes de aire sin mover las alas. La cabra se escondió detrás del hombre y dijo:

  • Con esa no valen trucos, si te agarra estás perdido. Mira la cara de pocos amigos que trae.
  • Estando yo aquí no se atreve por mucha hambre que tenga,
  • Lo peor es cuando están criando. No me dejes solo porque no acabo de entender eso de comerse unos a otros. Nosotros nos conformamos con la hierba, damos más de lo que recibimos y encima somos dóciles y agradecidos. No hay nada más tonto que un rebaño de cabras o de ovejas, esas parientas lanudas que, encima, visten a los hombres.
  • No rajes más y volvamos, que el águila se aleja.

CIRANO

domingo, 15 de abril de 2018

MIS SECRETOS






Debo confesar algo que no deseo se haga público, así que hago esta confesión contando con la complicidad de mis hipotético lectores, que deben mantener un prudencial silencio al respecto de mis ausencias.
Hace varios años, disculpen por no poder hacer referencia explicita a la fecha exacta porqué la ignoro, me pude apercibir de que tenía dificultad para memorizar algunos datos, o bien recordar nombres de alguna referencias que consideraba importante, así por ejemplo el nombre del escritor colombiano....¿cómo es? A si, Álvaro Mutis, pues algo paso dentro de mi archivo de recuerdos porque tengo que buscar referencias para recordar su nombre. Y así con muchas otras cosas que debo asociar con algo o alguien para poder ponerle nombre, así con Álvaro Mutis lo tengo enlazado con el signo del silencio sobre los labios, a veces busco la asociación y entonces enlazo con el nombre. Si es verdad que es algo complicado pero no podría recordar sin asociar, aunque en estos últimos tiempos he dejado de recordar la imagen o palabra de asociación y tengo que recurrir a buscar en las bases de datos.

Me avergüenzo consultar con un médico especialista, primero porque no conozco a ninguno y menos en el campo de las enfermedades de los nervios, no... solo de pasada le he preguntado como si fuera para un amigo, y con el descaro de los tiempos actuales me remitían al especialista o a lo sumo me decían en tono de sorna, haber quítate los pantalones. Así que no lo he compartido , solo ahora lo hago participe a los posibles lectores del Garrotin, no sin haber realizado un severo esfuerzo de voluntad y de pudor que disimulara la vergonzante enfermedad que sufro y padezco. Y en verdad he mejorado bastante después de escribir sobre lo que me ataca, la desmemoria, pero continúo aislado, porque me avergüenza mantener una conversación omitiendo la mitad de las referencias porque no las recuerdo.

Mi único contacto con el mundo es la escritura, escribo y sin corregir lo guardo y así tengo varios almacenes llenos de historias tanto propias como de personal ajeno que además nunca releo, pero desde que lo hago siento una leve frescura en mi cabeza, y algo más de facilidad en recordar, a saber he vuelto al escalón de asociar para recordar. Pero para escribir necesito saber , así que decidí leer, aprender pasando por los que ya saben y quizás no olvidan, y leo y leo mucho, pero todo o casi todo lo olvido, algo que para nada me afecta, porque aunque lo olvido mantengo un discreto conocimiento que me resulta suficiente. Aunque no, no me resulta suficiente, deseo saber más, quiero saber más y me he ido enganchando de forma que salvo un par de horas para el ejercicio, el resto lo distribuyo entre escribir y leer,con lo que me encuentro enganchado al saber y producción de conocimiento, ¿y sabéis? Cuanto más sé, más quiero saber,aunque dude,y por tanto que me encuentro en fase de recuperación de mi proceso. ¿Eso no era Kafka? 24/10/2016
INDALESIO 




lunes, 2 de abril de 2018

ÚLTIMAS VOLUNTADES


 



El propósito de su vida había sido el racionalismo, su modelo Sócrates. Como se ejercita el atleta para alcanzar las mejores prestaciones deportivas llevando el cuerpo al límite, así se esforzó él para cultivar su mente con el fin de alcanzar la máxima capacidad racional, eliminando toda sombra de emotividad o pasión. Cuando la razón resolvió el último enigma y apuntó que había llegado la hora, organizó el trance de la forma más lógica posible.

Hacía poco que había perdido a la compañera de su vida con la que tuvo hijos a los que no logró inculcar sus ideas porque la influencia femenina, más inclinada al afecto que la suya, decidió el sesgo de la personalidad de su descendencia de la que, dicho sea de paso, no podía quejarse.

No teniendo, pues, compromiso sentimental alguno contactó con una clínica holandesa que tramitaba con rigor y discreción las últimas voluntades. Escribió cartas, firmó testamentos, se compró un terno cómodo, calzó zapatillas de deporte y se dispuso a partir. Ligero de equipaje se acomodó en su asiento de primera, dispuesto a disfrutar los lujos que ofrecen las compañías aéreas a los pasajeros que se los pueden pagar. La razón programa, pero no decide ya que, al sobrevolar los Alpes, el avión perdió altura y tras un par de minutos angustiosos, durante los cuales se disiparon las especulaciones que lo llevaban a la muerte, se estrelló en un valle perdido del macizo blanco.

La suerte, que tampoco se para en conjeturas, hizo que fuera el único superviviente del accidente que redujo la bien construida aeronave a un revoltijo de hierros impregnados de sangre y vísceras. El asiento de privilegio que ocupaba fue lo que le salvó la vida porque además de mantenerlo sin un rasguño lo colocó al lado de los restos de comida y cerca de su mochila. Así que no tuvo más que vaciar la escasa ropa que llevaba y llenarla de paquetes de alimento listos para su consumo. Como no paraba de nevar se puso un tabardo de piloto que encontró entre la chatarra y se lanzó a lo desconocido.

No es que fuera joven ni que estuviera sobrado de fuerzas, pero se sintió revivir como si tuviera veinte años. Empezó a andar lleno de esperanza sin pararse a pensar ni un segundo en la sinrazón de su penosa aventura teniendo tan a mano barrancos por donde culminar su proyecto. Al llegar la noche fabricó un iglú donde se refugió hasta que la Aurora de rosáceos dedos lo abrazó. Perdido y sin divagar pasó tres días, al cabo de los cuales llegó a un albergue donde lo recibieron como a un héroe. De allí lo llevaron a un plató de televisión en el que contó sus peripecias a cambio de un suculento contrato que acabó convirtiéndolo en ídolo de masas.

Cuando le preguntaban por el motivo de su viaje respondía que era cosa de negocios sin soltar prenda del verdadero motivo. Al volver a casa rompió las cartas que había escrito cuando era razonable y se dedicó a vivir la vida lo más alejado posible de lo reflexivo. No volvió a pensar en el asunto, por el contrario, se dejó llevar por la pasión sin atisbos de filosofía ni nada parecido. La historia cuenta que murió a los ciento dos años durante un baile de carnaval en el que participaba disfrazado de momia.

CIRANO

domingo, 11 de marzo de 2018

RELATO SENTIDO






Acantilado de La Cala : 5 marzo 2018
Ayer entre 5 y 6 de la tarde, amenazados por previsión de lluvias, fui con Sándra. Sus dulces relatos con el fondo, -ya lejano, otras veces inmediato,- del rumor de las olas, sencillamente divinos.
En el acantilado los choques bramantes de las olas con sus sábanas de espumas alborotadas nos brindaron un espectáculo de ensueño. En el cielo las densas nubes se disputaban su propio espacio frente al sol y el horizonte abrió su vivo arcoíris por el este. Por el oeste, los rayos solares, radiales y luminosos, “rompimiento de gloria,” parecían señalarnos , tras las nubes, al Dios del Universo, tronante.
Al llegar a la “ballena varada”, apenas visible, sobre el paseo, a varios metros de distancia de ella y en el macizo, una tronera emitía un bramido-suspiro, un resoplido que me arrebató la gorra y la capucha: quejas de la ballena… por la ausencia.
No nos llovió y disfrutamos de lo lindo
BIRLIBIRLOQUE 

domingo, 25 de febrero de 2018

HELENA SEDUCTORA





Eurípides inventa en su drama Helena la figura, consolidada en la sociedad burguesa del XIX, de la querida que se echa un amante, pero mantiene la ficción de fidelidad a su marido. En el prólogo, la esposa amistosamente raptada interpreta su historia afirmando que lo que se ha ido con Paris es su imagen “tuvo a mi nombre, pero no a mí”. Aclara que en realidad fue retenida por Hermes entre los repliegues del éter, donde queda a la espera de reunirse con Menelao, inaugurando el consabido “no es lo que parece”. A pesar de esta quimera se siente orgullosa de que los hombres se maten por ella y de ser la causa de la guerra. Sigue siendo un tema de actualidad el desdecirse de los actos propios.
Lo que viene funcionando desde la Antigua Grecia, si no de antes, es que la primera pasión sirve para formar la familia, para echar raíces. Luego llega el aburrimiento: “El amor. Claro, el amor. Un año de ardor y llamas y luego treinta de cenizas” (Giuseppe Tomasi di Lampedusa: El Gatopardo); pero si en ese momento surge un nuevo amor capaz de superar la querencia del hogar, se produce el rapto. Safo lo describe poniendo, precisamente a Helena como ejemplo: “Unos dicen que un ejército de jinetes, otros que una tropa de soldados, otros que una escuadra de navíos es lo más hermoso sobre la negra tierra; en cambio, yo digo que es aquel a quien uno ama. Es absolutamente fácil hacer esto inteligible a cualquiera, pues la que mucho había contemplado la belleza de los hombres, Helena tras abandonar a un hombre superior en todo, se fue a Troya navegando y ni de su hija ni de sus queridos padres en ningún momento se acordó”. Pasada la exaltación se intenta volver a la primera situación con excusas; si allí tampoco está el reposo viene la depresión: Madame Bovary, Ana Karenina, La Regenta, Fortunata y Jacinta.
Creo que la máxima expresión de la pasión es el rapto. En esa situación todo es irreal, no se habita en este mundo, sino que, como Helena, se está en éxtasis, se es inmaterial, se vive más allá de los sentidos. Cuando está poseída, la mujer quisiera petrificar el momento. Siente que el futuro destruirá la felicidad máxima y pide ¡acuérdate de mí!, que es el lamento de la sombra en Hamlet. Desde el culmen del placer ve la otra vertiente del tiempo como si habitara en él y, como un alma en pena, repite ¡acuérdate de mí! Es la hiperrealidad a la que tienen acceso los elegidos. Tras eso solo hay dos salidas: la muerte o la paz interior (serenidad). Estamos hablando de pasiones de verdad, no de frivolidades.

CIRANO

lunes, 12 de febrero de 2018

VENDEDOR







Era frecuente ver por nuestro barrio vendedores ambulantes, estaba algo apartado y las comunicaciones eran bastante precarias.
El que más recuerdo era Juan, el marengo que llevaba dos cenachos con pescado del día. Solo podía ir a un barrio, porque al paso de algunas horas a los pescados se le enturbiaban los ojos y ya nadie los compraba. El truco consistía en dejar que el pobre Juan subiera las empinadas cuestas del barrio ofreciendo su producto, y comprarlo cuando ya iba de vuelta desesperado porque no la había colocado. Su imagen era inconfundible, una boina negra y pequeña le coronaba su cabeza de pelos blancos, y una perenne colilla de un cigarro Ideal en la comisura de sus resecos labios. Siempre iba sin zapatos ni alpargatas, me fascinaban esos pies gruesos y siempre a la vista por los pantalones remangados.
La otra persona que se instaló en mis recuerdos, ignoro su nombre, porque solo venía una vez cada tres meses o similar, era un apicultor que vendía su producto, miel de abejas. Me despertaba curiosidad porque llevaba siempre una mula con las cantaras de miel en ambos lados, y por su indumentaria, un sombrero de paja y ala ancha y un babero de tela de franela de color oscuro y abotonado debajo de la barbilla. Tenía la costumbre de llamar por el portón de debajo de la terraza y ofrecía sus productos, algo que solíamos comprar por ser mi padre bastante goloso.
No tendría yo más de diez años, cuando presencié una escena que me impacto para muchos años. Aquel día mis padres no estaban como así se lo anuncié al campesino de la miel, él tiró bruscamente de la serreta del animal que pegó un salto y se golpeo en un miembro delantero cayendo al suelo con la pata quebrada. El trabajador de la miel se mordió el labio inferior con un gesto de rabia, enderezó las cantaras de miel que empezaban a manar por su boca, mientras el animal intentaba enderezarse. Él le tranquilizo, hablándole con voz firme pero sin brusquedades, mientras colocó las cantaras en posición vertical, y le quitó las alforjas de sujeción.
Se sentó a su lado y le acarició la quijada, mientras el animal resoplaba, levantó la cabeza y me preguntó si por el barrio había algún veterinario. Le conteste que cerca vivía uno que trabajaba en el ayuntamiento, y fui avisarle. Cuando vio al animal, le preguntó que edad tenía, le dijo que mucha, aunque no podía precisar. Le miró los dientes y los ojos, y le dijo con cautela, este animal tienen mucha edad para recuperarse, así que le recomiendo lo que usted ya sabe. Se incorporó, le puso una inyección en las ancas traseras y el animal se tranquilizó. El veterinario se fue, sin recibir emolumento alguno, y le dijo: “ya tiene usted bastante con la perdida del animal”. El trabajador de la miel, se quitó su sayo, sombrero y camisola y me pidió un pico y una pala. Yo estaba en las escaleras sentado y preguntándome que es lo que allí pasaba, me limité a suministrarle pico y pala y volví a mi observatorio. Cuando levanté la mirada, vi como levantaba el pico y en posición travesera golpeo la cabeza del animal sonando como si estallará algo hueco. Aquel sonido y la violencia que representaba me hicieron levantarme y correr completamente despavorido.
Cuando pude compartir con mis hermanos la escena, volvimos al lugar de los hechos, el hombre se encontraba terminando de extraer la tierra de la fosa que estaba haciendo para el animal, que yacía inerte a su lado. Al terminar empujo la mula al foso y lo cubrió.
Mis padres acudieron, y el campesino les pidió poder dejar la miel hasta el día siguiente sobre unas plataformas con agua para evitar las hormigas y demás insectos. El día siguiente acudió con otro jamelgo y se llevó las cantaras de miel, nunca más volvió a ofrecer su producto. Mis padres clausuraron aquella entrada de la casa, y a la escalera y puerta les llamábamos “la entrada de la mula”.

INDALESIO Agosto 2013


sábado, 20 de enero de 2018

MATER SILENCIOSA



Cuando Yocasta vio entrar en el Salón del Trono a aquel joven que, a pesar de la cojera, andaba con soberbia cortesana, le dio un vuelco el corazón porque los dioses lo señalaban con el estigma de la desgracia. Sus movimientos los guiaba la naturalidad elegante que se podía esperar del hijo de Pólibo rey de Corinto, pero además traían un aire de familiaridad que le anunciaba que era algo más que un príncipe extraviado. No había querido explicar el motivo de su peregrinaje a Delfos ni el camino por el que llegó a Tebas y mucho menos su encuentro con los desconocidos a los que había dado muerte. Aunque le atraía su juventud intuyó que guardaba secretos que no se descifran con palabras. Lamentó que su marido Layo no se encontrara en Tebas ya que había ido a consultar al oráculo acerca de los motivos y las soluciones de la peste que asolaba a la Ciudad de las Siete Puertas desde hacía más de un año. Su hermano Creonte que había salido en busca de su cuñado preocupado por la tardanza, volvió sin noticias del rey con un mensaje poco claro que había recibido en Delfos, por lo que decidió consultar con el consejo de ancianos.
Eso era un acontecimiento insólito ya que Layo ejercía la tiranía, modelo radicalmente opuesto a la política de Atenas donde se regían por un nuevo sistema llamado democracia que Pericles exhibía como reproche contra los tebanos. Aprovechando la ocasión de un discurso fúnebre el líder ateniense acababa de decir: “Tenemos un régimen de gobierno que no envidia las leyes de otras ciudades, sino que más bien somos ejemplo para los demás. Su nombre es democracia, por no depender el gobierno de pocos, sino de la mayoría; de acuerdo con nuestras leyes, cada cual está en situación de igualdad de derechos en las disensiones privadas, mientras que según el renombre que cada uno alcance, es honrado en la cosa pública. No tanto por la clase social a que pertenece como por su mérito. Tampoco, en caso de pobreza, si uno puede hacer cualquier beneficio a la ciudad, se le impide por la oscuridad de su origen”.
La predicción del oráculo de Delfos que Creonte trajo a la asamblea de ancianos de Tebas anunciaba que la ciudad que acogiera a Edipo, ese príncipe recién llegado, sería invulnerable a ciertas desgracias entre las que estaba la peste. Suponiendo que Yocasta seguiría estéril como lo era con Layo y que, por lo tanto, heredaría el reino cuando se confirmara la falta de descendencia de la estirpe de Cadmo, consiguió que los ancianos autorizaran la boda de Yocasta con Edipo al que le auguró una vida corta.
A Yocasta Edipo le recordaba a su marido porque además de ser zurdo, hacía los mismos gestos cuando la estrechaba y pronunciaba las mismas palabras en el ritual del amor. En algunos momentos le parecía estar acariciando al joven Layo que le había dado un hijo hacía dieciocho años. También le recordaba a su suegro Lábdaco que tenía los pies hinchados como Edipo. Hacía tiempo que había hecho por olvidar que al recién nacido le taladraron los talones para que muriera abandonado a su suerte. Cuando se sintió apretada por aquellos brazos juveniles supo que sería madre otra vez, pero tembló al recibir la semilla que le quemaba el vientre. Al nacer su segundo hijo al que llamaron Polinices por designio de la pitonisa, notó el vacío del primogénito abandonado en el monte Citerón por un pastor al que nunca se atrevió a preguntarle sobre el resultado de su mísero trabajo. Sin deseos de llorar porque era tiempo de alegría se vio acuciada por una lucidez desgarradora. Los llantos del niño le traían gritos inocentes de socorro y sus pechos húmedos recordaron las noches en las que se le secaban de dolor. Luego vino Antígona que nació con los ojos abiertos mirando a su padre presente en el parto por recomendación de Tiresias, el vidente ciego que buscaba respuesta para un augurio amargo.
Todos los presagios son tristes pensaba Yocastas al ver los ojos de Antígona idénticos a los de su padre. La evidencia se fue abriendo camino a medida que Edipo se transformaba en Layo y los ancianos contaban historias olvidadas. Cuando se conoció la muerte de Pólibo que debía liberar a Edipo de su presagio, supo que todo se derrumbaría sin necesidad de escuchar al mensajero que trajo la noticia de que el niño tebano no murió en el monte Citerón, sino que fue adoptado por el rey de Corinto. Entonces decidió matarse para truncar la maldición de su casta a sabiendas de que no serviría de nada.
CIRANO


NOTA del EDITOR que como se sabe es un experto en tragedia griega: “Este relato se inscribe en el llamado ciclo ciránico conocido por algunos como peránico que nada tiene que ver con los tradicionales ciclos tebano y troyano. Por eso, los datos y las fechas que atribuye el autor a los acontecimientos no son de fiar dado que este sujeto no se atiene a hechos históricos. También hay que hacer constar que según la tragedia de Sófocles Edipo no conocía a su padre y por lo tanto no sabe que lo mata cuando lucha con desconocidos en un cruce de caminos. De esto se infiere que el complejo que definió Freud nada tiene que ver con el deseo de matar al padre y más bien se instala en leyendas que se remontan al tránsito de bestias (en cuya sociedad los jóvenes se enfrentan al macho dominante que pudiera ser su padre) a humanos que racionalizan y divinizan la paternidad”.