Algún fenómeno tuvo que ocurrir,
porque disponiendo de 21 años de normalidad, nadie puede de pronto pasar a ser
un ser menudo y tan pequeño que no sobrepase los 10 centímetros. El caso es que
a mi amigo le ocurrió, y por más que le preguntaba e investigaba en su entorno
nadie ni nada podía dar razón de aquel fenómeno.
Una mañana que me encontraba en
casa trabajando, recibí llamada del móvil de un número desconocido para mi y mi
teléfono. Contesté a pesar de mi costumbre de no hacerlo, y era él Arcadio, un
amigo de la juventud que con relativa asiduidad venía a los almuerzos
colectivos. Con una tenue voz difícil de escuchar me pedía ayuda. Y yo le pedía
que hablara más alto porque no le entendía. Al fin pude entender que estaba
gritando lo más que podía. Me pedía ir a su casa para un asunto urgente. Recordaba
donde era y le aseguré que estaría allí en media hora, porque siempre me
desplazo en bicicleta, por recomendación facultativa.
Cuando llegué a su casa no
conseguí respuesta alguna para poder entrar, rodeé la casa mirando por las
ventanas pero nada conseguía ver ni oír, alarmado decidí que tendría que llamar
a la guardia, porque con seguridad algo estaba pasando y era grave. Saqué el
teléfono y me encontraba recordando el número de la Guardia cuando me apercibí
que en una ventana se movía algo. Me acerqué y era Arcadio moviendo los
visillos para poder apercibirme. Me quedé de piedra, era un ser pequeño muy pequeño,
perfectamente formado pero así de pequeñito. Cuando salí de mi asombro me
acerqué y le pregunté como podía entrar, después de muchos gestos, porque no se
podía oír nada, entendí que debajo del felpudo había una llave. Abrí y entré
con muchísima precaución, no deseaba encontrarme con otra sorpresa además de la
que ya tenía delante de mis ojos. Un Arcadio igual que siempre pero no mayor de
un soldado de juguete, su voz de igual dimensión que su cuerpo se escuchaba
como un susurro con bajo tono. Me mantuve a distancia, ignorando si todo lo que
veía era real o un mal sueño, busqué en la casa la presencia de otro ser, pero
nada había.
Arcadio me miró y dijo algo
que no escuché y no soy precisamente sordo, pero su voz
estaba muy en relación con su cuerpo, así que busqué otra solución, acercarlo
en mi mano, pero la mitad de las palabras no las entendía. Decidí sentarlo
sobre un móvil y me llamé, con sorpresa le escuchaba aceptablemente.
Me contó que trabajaba en los
sótanos de la Catedral archivando documentos de la Iglesia, que era su oficio,
y que desde tres días atrás se había
sentido menguar, cuando estaba ordenando y clasificando los documentos del
proceso que se instauro contra las Brujas del Alhaurin. Que la única
explicación que el podía dar era que, junto a los legajos del proceso había una
vasija herméticamente cerrada con lacre y que el movido por la curiosidad la
había abierto, y que un nauseabundo olor le había entrado por las narices,
produciendo unas enormes ganas de estornudar y de dormir. Cuando despertó se
encontró algo disminuido en su físico, pero nada comparado con ahora. Que vino
a la casa y se acostó, y que al despertar estaba de tal guisa.
Yo no salía de mi asombro, le
pregunté multitud de cosas y al final llegamos a la conclusión que nada de
hospitales ni de médicos, que aquello podía ser un fenómeno pasajero y que solo
cabía esperar y mientras vivir como
mejor se pudiera.
Extrañado y confuso por ¿el que
hacer? Le dije que no podía quedarme indefinidamente con él, porque yo tenía familia,
entonces el negó con la cabeza y me dijo que necesitaba un posible último
favor, llamara a su novia. Le bajé del teléfono y llamé al número que dijo.
Cuando le dije que le llamaba de
parte de Arcadio, me contesto que no quería saber nada de semejante imbécil, y
solo cuando le advertí que su vida había cambiado y que un acontecimiento muy
severo acontecía en su vida, mostró algo de interés. Quince minutos después
entraba en la casa, con caras destempladas una mujerona de edad indeterminada y
pinturas estridentes en su rostro, un amplio y provocador escote dejaba ver
unos exuberantes pechos. Con brazos en jarra, me preguntó cual era la situación
tan especial en que se encontraba Arcadio. Con cautela y cansado de permanecer
tanto tiempo fuera de mis ocupaciones, le expliqué los acontecimientos,
mientras ella reculaba hacia la pared al observar el tamaño de su amigo, novio
o lo que fuera. Le tuve que sujetar para que no se fuera, y le expliqué el
método que usábamos para comunicarnos. Se tranquilizo cuando le escuchó,
mientras de rodilla no paraba de mirarlo, de cuando en vez, le recriminaba que
no se hubieran casado. Al fin le advertí que me tenía que ir y que quizás el
día siguiente volvería para ver si la situación se había revertido, volviendo a
su tamaño normal. Aceptó hacerse cargo del tema y de sus cuidados, cuando pudo
sentir que el ser se deslizaba por la mano y le pedía comer algo, ya que en
todo el día no había probado bocado alguno.
El día siguiente amaneció con
múltiples obligaciones domesticas e ineludibles, hasta las doce no pude
liberarme del yugo que sufría en mi casa, si bien no conseguía sacar de mi
cabeza la imagen de mi amigo en pequeñito. Saqué la bicicleta y me fui a
hurtadillas del área de influencia de mi mujer, cuando llegué a casa de Arcadio
aporreé la puerta. Aunque tardó en abrir, al fin pude ver la cara regordeta y
pintorreada de la novia de mí amigo, que por cierto no recordaba su nombre.
Entré con la ansiedad de ver la
evolución del tamaño de Arcadio, pero solo encontré aquella mujer que me miraba
con un signo de interrogación en su cara. Quise saber donde estaba y no me
respondió, entró y se sentó en el sofá. Busqué por la casa y nada encontré. Al
fin me senté enfrente de ella y le pedí me dijera su evolución. Por toda respuesta
soltó una gran carcajada y comenzó a contorsionarse, incluso me pareció que
estaba más ajustada y le dije si ella también estaba infectada. Rió y aumentó
los gestos de contorsión, entonces le pedí con vehemencia me dijera donde se
encontraba mi amigo.
Levantó la cabeza y sus ojos se
dirigieron hacia arriba, quizás pensé para estirar su cuello como así fue. De
entre sus pechos apareció Arcadio, la verdad con cara de sofoco, pero parecía
contento.
Solo entonces aquella mujer,
grasosa y esperpéntica, me confeso lo que ocurría, ante la atenta mirada de mi
amigo Arcadio que estaba sentado en uno de sus hombros.
Él estaba divorciado y su anterior mujer le
dejó pelado de bienes y entre ellos se llevó su masculinidad y potencia sexual,
de forma que cuando ella le conoció, por más interés que pusiera no conseguía
ser satisfecha. Así que le advirtió, sino tengo sexo al menos tendré tu
pensión, por lo cual tenemos que casarnos. Y en esos derroteros nos
encontrábamos cuando ocurrió este incidente o es quizás un accidente. Y ahora
resulta que siendo pequeñito se me desplaza por todo.., todo el cuerpo y me
produce un gran placer, al cual no estoy dispuesta a abandonar. Arcadio dio
muestras de estar totalmente de acuerdo y bastante feliz. Ese día fue el último que le ví, e ignoro que fue de sus vidas, mi
mujer me tiene totalmente ocupado, para que no tenga tanta fantasía, y me ocupé
del mantenimiento de la casa y de nuestros enseres. Incluso he pedido una
certificación para manejar los papeles del registro de la Iglesia, por si me
encuentro con los documentos que manejaba Arcadio, que al parecer le hizo tan
feliz.
INDALESIO DIC 2012