domingo, 14 de julio de 2013

UN SEÑOR MUY PEQUEÑITO






Algún fenómeno tuvo que ocurrir, porque disponiendo de 21 años de normalidad, nadie puede de pronto pasar a ser un ser menudo y tan pequeño que no sobrepase los 10 centímetros. El caso es que a mi amigo le ocurrió, y por más que le preguntaba e investigaba en su entorno nadie ni nada podía dar razón de aquel fenómeno.
Una mañana que me encontraba en casa trabajando, recibí llamada del móvil de un número desconocido para mi y mi teléfono. Contesté a pesar de mi costumbre de no hacerlo, y era él Arcadio, un amigo de la juventud que con relativa asiduidad venía a los almuerzos colectivos. Con una tenue voz difícil de escuchar me pedía ayuda. Y yo le pedía que hablara más alto porque no le entendía. Al fin pude entender que estaba gritando lo más que podía. Me pedía ir a su casa para un asunto urgente. Recordaba donde era y le aseguré que estaría allí en media hora, porque siempre me desplazo en bicicleta, por recomendación facultativa.
Cuando llegué a su casa no conseguí respuesta alguna para poder entrar, rodeé la casa mirando por las ventanas pero nada conseguía ver ni oír, alarmado decidí que tendría que llamar a la guardia, porque con seguridad algo estaba pasando y era grave. Saqué el teléfono y me encontraba recordando el número de la Guardia cuando me apercibí que en una ventana se movía algo. Me acerqué y era Arcadio moviendo los visillos para poder apercibirme. Me quedé de piedra, era un ser pequeño muy pequeño, perfectamente formado pero así de pequeñito. Cuando salí de mi asombro me acerqué y le pregunté como podía entrar, después de muchos gestos, porque no se podía oír nada, entendí que debajo del felpudo había una llave. Abrí y entré con muchísima precaución, no deseaba encontrarme con otra sorpresa además de la que ya tenía delante de mis ojos. Un Arcadio igual que siempre pero no mayor de un soldado de juguete, su voz de igual dimensión que su cuerpo se escuchaba como un susurro con bajo tono. Me mantuve a distancia, ignorando si todo lo que veía era real o un mal sueño, busqué en la casa la presencia de otro ser, pero nada había.
Arcadio me miró y dijo algo que  no escuché  y no soy precisamente sordo, pero su voz estaba muy en relación con su cuerpo, así que busqué otra solución, acercarlo en mi mano, pero la mitad de las palabras no las entendía. Decidí sentarlo sobre un móvil y me llamé, con sorpresa le escuchaba aceptablemente.
Me contó que trabajaba en los sótanos de la Catedral archivando documentos de la Iglesia, que era su oficio, y que desde tres días  atrás se había sentido menguar, cuando estaba ordenando y clasificando los documentos del proceso que se instauro contra las Brujas del Alhaurin. Que la única explicación que el podía dar era que, junto a los legajos del proceso había una vasija herméticamente cerrada con lacre y que el movido por la curiosidad la había abierto, y que un nauseabundo olor le había entrado por las narices, produciendo unas enormes ganas de estornudar y de dormir. Cuando despertó se encontró algo disminuido en su físico, pero nada comparado con ahora. Que vino a la casa y se acostó, y que al despertar estaba de tal guisa.
Yo no salía de mi asombro, le pregunté multitud de cosas y al final llegamos a la conclusión que nada de hospitales ni de médicos, que aquello podía ser un fenómeno pasajero y que solo cabía  esperar y mientras vivir como mejor se pudiera.  
Extrañado y confuso por ¿el que hacer? Le dije que no podía quedarme indefinidamente con él, porque yo tenía familia, entonces el negó con la cabeza y me dijo que necesitaba un posible último favor, llamara a su novia. Le bajé del teléfono y llamé al número que dijo.
Cuando le dije que le llamaba de parte de Arcadio, me contesto que no quería saber nada de semejante imbécil, y solo cuando le advertí que su vida había cambiado y que un acontecimiento muy severo acontecía en su vida, mostró algo de interés. Quince minutos después entraba en la casa, con caras destempladas una mujerona de edad indeterminada y pinturas estridentes en su rostro, un amplio y provocador escote dejaba ver unos exuberantes pechos. Con brazos en jarra, me preguntó cual era la situación tan especial en que se encontraba Arcadio. Con cautela y cansado de permanecer tanto tiempo fuera de mis ocupaciones, le expliqué los acontecimientos, mientras ella reculaba hacia la pared al observar el tamaño de su amigo, novio o lo que fuera. Le tuve que sujetar para que no se fuera, y le expliqué el método que usábamos para comunicarnos. Se tranquilizo cuando le escuchó, mientras de rodilla no paraba de mirarlo, de cuando en vez, le recriminaba que no se hubieran casado. Al fin le advertí que me tenía que ir y que quizás el día siguiente volvería para ver si la situación se había revertido, volviendo a su tamaño normal. Aceptó hacerse cargo del tema y de sus cuidados, cuando pudo sentir que el ser se deslizaba por la mano y le pedía comer algo, ya que en todo el día no había probado bocado alguno.  
El día siguiente amaneció con múltiples obligaciones domesticas e ineludibles, hasta las doce no pude liberarme del yugo que sufría en mi casa, si bien no conseguía sacar de mi cabeza la imagen de mi amigo en pequeñito. Saqué la bicicleta y me fui a hurtadillas del área de influencia de mi mujer, cuando llegué a casa de Arcadio aporreé la puerta. Aunque tardó en abrir, al fin pude ver la cara regordeta y pintorreada de la novia de mí amigo, que por cierto no recordaba su nombre. 
Entré con la ansiedad de ver la evolución del tamaño de Arcadio, pero solo encontré aquella mujer que me miraba con un signo de interrogación en su cara. Quise saber donde estaba y no me respondió, entró y se sentó en el sofá. Busqué por la casa y nada encontré. Al fin me senté enfrente de ella y le pedí me dijera su evolución. Por toda respuesta soltó una gran carcajada y comenzó a contorsionarse, incluso me pareció que estaba más ajustada y le dije si ella también estaba infectada. Rió y aumentó los gestos de contorsión, entonces le pedí con vehemencia me dijera donde se encontraba mi amigo.
Levantó la cabeza y sus ojos se dirigieron hacia arriba, quizás pensé para estirar su cuello como así fue. De entre sus pechos apareció Arcadio, la verdad con cara de sofoco, pero parecía contento.
Solo entonces aquella mujer, grasosa y esperpéntica, me confeso lo que ocurría, ante la atenta mirada de mi amigo Arcadio que estaba sentado en uno de sus hombros.
 Él estaba divorciado y su anterior mujer le dejó pelado de bienes y entre ellos se llevó su masculinidad y potencia sexual, de forma que cuando ella le conoció, por más interés que pusiera no conseguía ser satisfecha. Así que le advirtió, sino tengo sexo al menos tendré tu pensión, por lo cual tenemos que casarnos. Y en esos derroteros nos encontrábamos cuando ocurrió este incidente o es quizás un accidente. Y ahora resulta que siendo pequeñito se me desplaza por todo.., todo el cuerpo y me produce un gran placer, al cual no estoy dispuesta a abandonar. Arcadio dio muestras de estar totalmente de acuerdo y bastante feliz.  Ese día fue el último  que le ví, e ignoro que fue de sus vidas, mi mujer me tiene totalmente ocupado, para que no tenga tanta fantasía, y me ocupé del mantenimiento de la casa y de nuestros enseres. Incluso he pedido una certificación para manejar los papeles del registro de la Iglesia, por si me encuentro con los documentos que manejaba Arcadio, que al parecer le hizo tan feliz.

INDALESIO      DIC 2012