lunes, 2 de mayo de 2016

LA RECOMPENSA








Hace años que dejé la política, solo me interesaba acabar con las secuelas de la Dictadura, y después de algunos años me di cuenta que tenía raíces profundas y que se podía modificar las formas pero no el fondo. También fui consciente que la cuestión ideológica se había convertido en foro de charla filosófica para los eruditos, pero para nada en herramienta para modificar la sociedad, así que decidí abandonar el compromiso político.
Bien es verdad que tenía medios profesionales para mantenerme, pero el oficio se olvida y volver a ponerse al día no es fácil y lleva su tiempo, y mis necesidades son perentorias, cada mes necesitó dinero para mantener la casa y sus habitantes.
Como el tema es delicado y con mi mujer es imposible compartirlo por su actitud intolerante, decidí preguntar la opinión al que había sido mi responsable político y hombre allegado a la dirección del partido. Con mucha discreción me hice el encontradizo con José Luis, era el responsable político de mayor rango con el que tenía relación y un cierto grado de confianza para consultar lo que me preocupaba. Sabía que tomaba café diariamente en una cafetería de lujo en el paseo marítimo y allí llegué. Entré con cara de distraído y giré mi cabeza en ambos sentidos hasta que le localicé, sin dudar me dirigí donde se encontraba y le saludé, retiré la silla y sin preguntar nada, me senté. Me miró en hito y dejó la prensa sobre la mesa. Charlamos un rato sobre algunas actitudes del partido en los últimos tiempos, hasta que vi que comenzaba a sentir incomodidad, entonces le quité la palabra y le largué mi reclamación, necesitaba ingresar dinero para vivir. Haciendo gestos con las manos, me dijo que a nivel personal nada podía compartir, y que el partido nada tenía que ver conmigo por mi abandono de pertenencia. Le argumenté que nunca se había abandonado a un compañero sin cierta cobertura de todo tipo, tanto económica como social, y que yo podía dar nombres. Aquello le produjo cierto impacto y fijo sus ojos en los míos, yo le di a entender que no era una prueba de fuerza sino una constatación de hechos habituales.
Realmente no esperaba nada de él ni de ningún otro y sabía que lo que hiciera sería cosa mía y del esfuerzo de mi familia, pero sentía cierta angustia y urgencia para saber planificar mi futuro, y más después de haber dedicado más de quince años a labores del partido.
Vi como sacaba una agenda y arrancaba una hoja, metió la mano en el pecho y sacó un lapicero, garabateo algo y me lo dio, después cogió la prensa y siguió su lectura. Leí una dirección y el nombre de un despacho de abogados, le miré y entonces comentó que allí me darían trabajo y remuneración durante una año. Me sentí ofendido y extrañado y con ganas de mandarlo a la mierda, pero las necesidades eran mayores que mi orgullo, así que di la vuelta y salí de aquel lugar odioso.
Nunca fui al despacho donde se traficaban influencias y nunca recibí apoyo alguno, salí adelante con mi esfuerzo y con el apoyo individual de la familia, como es lo común hoy día. Pero cierto día, recibí la llamada de un amigo que me pedía ayuda para recoger unos muebles de un despacho que desmontaban, presentí algo que confirmé cuando me dio la dirección y con animo renovado me presenté con el amigo al despiece del lugar. Todo estaba allí y por cierto bien archivado, cuando llevaba una hora con aquellos documentos en las manos, salí sin despedirme de mi amigo que continuaba hurgando en las pertenencias, iba indignado por el número e importancia de las personas que habían recibido ayuda del principal partido de la ciudad. Como llevaba algunos documentos de alto valor político me dirigí con celeridad al juzgado de guardia. Puse la denuncia en la Comisaria en primer lugar y después me recibió el Juez de Guardia. Pasé directamente al calabozo por orden del juez y los documentos nunca aparecieron, fui condenado a tres años de reclusión y al abono de quinientos mil euros por allanamiento de morada y por ataque al derecho del honor.
Solo mi familia esperó, pero quedó una profunda huella en mis sentimientos, cuando salí ya era mayor para cualquier lucha.

INDALESIO Octubre 2015