Desde púlpitos de piedra, machos acalorados, lanzan el desafío para dirimir el dominio del territorio. El grito choca contra paredes y acantilados repitiendo la llamada a la que acuden ciervos lujuriosos de cornamenta dura y pupilos tiernos que acaban de descubrir el jadeo cálido que baja de la cabeza arbórea hasta el riñón húmedo con deseos de lucha y de sexo. Todos suben sedientos como si la vida empezara dentro de un rato, cuando el vencedor elija la hembra con la que iniciar el apareamiento, ese enigma que pide el cuerpo cuando el otoño deja entrar los primeros fríos.
La investigación se basa en la observación. Es un intento de entender lo que hay detrás de lo que se ve. No consiste solo en mirar; conocer requiere actuar con inteligencia y contumacia. Para elevar hechos concretos a la categoría de leyes se necesita tiempo y talento. El equipo de biólogos que observaba la berrea, un año más, camuflado en el bosque, no daba crédito a lo que estaba viendo. Acostumbrados a contrastar datos que se espera ocurran como deben ocurrir, se sorprendían de que las cosas no se acomodaran a lo previsto. El combate con el que se decide la hegemonía del grupo lo sostenían, como siempre, los dos machos prepotentes mientras el resto se removía nervioso esperando conocer quien iba a ser el jefe de la manada durante la próxima campaña. El líder que venía ejerciendo el poder, con no ser todavía demasiado viejo, flojeaba. Nunca había sido ni fuerte ni carismático, pero tenía una cierta habilidad para desplegar mañas que parecían más de conejo que de ciervo. A pesar de todo había conseguido someter a un hatajo amplio con la complicidad de dos hembras jóvenes, de buen ver; la una alta y la otra baja; la primera tornadiza, la segunda serena. El observador recogió los datos, los clasificó y una vez en el laboratorio los analizó para sacar conclusiones.
La sorpresa surgió cuando un selecto plantel de machos jóvenes, desatendiendo el espectáculo de la lucha cerrada que mantenían los mayores, se hicieron con lo más florido del rebaño. Sin demasiado esfuerzo lo llevaron con docilidad hacia un valle de paisaje renovado animando el viaje con coplas esperadas. Pero no todo fue estética, ofrecieron nuevos prados y un juego en el que las hembras podían elegir con quien aparearse sin tener que soportar el aliento fétido del líder de cuernos rotos y tallo tronchado. Diversos clanes de gesto torvo, acostumbrados a la docilidad, arremetían ceñudos insultando a unos e implorando a otros, pero el grueso de la clientela se acomodó al paso de los nuevos líderes y se alejó hacia horizontes por descubrir. Los investigadores tomaron nota y publicaron los datos alarmando a poblados foráneos que valoran la vida por dividendos sin echar cuenta a la felicidad. Tiempo de Finanzas rasgaba sus vestiduras y Corruptos por la Libertad levantaba voces de escándalo por la ofensa hacia sus bolsillos. Los dos machos peleones, con los cuernos rotos y los lomos manchados de sangre, se lamían las heridas buscando alianzas con las que seguir controlando el pasto; lo demás lo dieron por perdido.
CIRANO