Hace dos meses recibí un correo electrónico de una sociedad filantrópica americana que me invitaba a dar unas conferencias en el estado de Florida. Mis conocimientos del idioma son reducidos e ignoraba en que términos estaban escritos los deseos de esta sociedad. Mi eterna profesora de inglés me lo tradujo e incluso lo escribió para que tuviera la oportunidad de releerlo. Al fin entendí que querían que diera una conferencia para un público de origen cubano que deseaban conocer toda la literatura contra revolucionaria que se generaba en el mundo, y en especial la que se escribía contra Castro.
No salía de mi asombro, porque desconozco ese tema y para nada he manifestado ninguna opinión sobre este tipo de literatura. Aunque picado por la curiosidad me decidí a escribir un mail a la sociedad, realizando algunas preguntas e indagando sobre el origen de semejante dislate. Dos días más tarde recibí contestación, una señora que se identificaba como Paulina Espercobich me pedía disculpas por el efecto que me había hecho la solicitud de la Sociedad, pero que habían recibido información de que yo había realizado un extenso trabajo sobre los disidentes cubanos y en especial de los que vivían de la pluma. Manifestaba continuar interesada en contar con mis conocimientos y deseaba que me trasladara a Miami durante el mes de Junio para participar en el foro que anualmente se celebraba con la aquiescencia de la Fundación para el Desarrollo de la lucha contra el Castrismo. Me adjuntaba un contrato de diez puntos donde debía aceptar las condiciones estipuladas por la sociedad y que consistía en especial que se convertían en propietarios de los trabajos que yo presentara y de la publicación de ellos.
Entre asombrado y estupefacto me detuve durante unas horas para pensar cual sería mi actitud y respuesta, mientras escancié un vaso de licor con hielo. Al fin decidí responder mediante otro correo, de forma que negándome no fuera de una manera muy violenta o desagradable. Lo escribí de forma ordenada y estructurada para que no diera lugar a falsas interpretaciones, y sin esperara respuesta rompiendo cualquier tipo de nueva relación.
En primer lugar les manifestaba que de lo que yo creía entender era de escritores con pluma, a saber homosexuales y no necesariamente cubanos sino de todo tipo de país y civilización. Dos, que mi interés se centraba no en la disidencia política, sino en la influencia que tenía sus gustos condicionados en el tipo de literatura que realizan. Y tres, que siendo yo de tendencia más próxima a la demócrata podría provocar o generar opiniones que perjudicarían la buena reputación de su sociedad.
Nunca obtuve respuesta.