Me llamó Rafael Sánchez,
tengo cincuenta años y paso por un mal momento físico y anímico .
Los porqués son complejos de averiguar, pero teniendo la necesidad
de contarlo, me descubro ante mis amigos. Hace quizás cinco años me
apunté en un gimnasio para mejorar mi condición física, me dolían
los muslos cuando caminaba algo más de lo habitual, también porque
mi constitución anatómica es de piernas y muslos finos y atróficos.
Después de seis meses de duro ejercicio, no encontré ni mejoras en
el esfuerzo ni mejora en el desarrollo muscular, así que decidí
buscar otro tipo de ejercicio que al menos fuera más entretenido.
Decidí que lo primero que tendría que hacer es analizar cuales eran
mis alteraciones físicas, y que como consecuencia había
desarrollado una profunda tristeza y psicopatía que agravaba mi
situación. ¿Cuales eran mis alteraciones físicas? Lo identifique
con facilidad, porque tenia conocimiento sanitarios , era una marcha
anormal. Caminaba con oscilación, me desplazaba hacia los lados cada
varios pasos, aunque siendo verdad lo primero que me pude apercibir
es que caminaba despacio, y todo el mundo me adelantaba. Observé que
siendo alto de 1 metro y 83 centímetros, y que el ritmo de mis
piernas parecía normal, avanzaba mucho más lento que las demás
personas y que quizás perdía impulso con este tipo de marcha.
Busqué información sobre la marcha y los tipos de alteraciones
posibles y encontré que existen multitud de tipos de marcha, y no
menos alteraciones y orígenes de patologías detectables con el
análisis de los tipos de desplazamiento con las piernas. Estos
análisis podían ser de gran utilidad para detectar multitud de
enfermedades de origen neurológicos, psiquiátricas y
constitucionales, y yo según mis observaciones podía ser un
compendio de todas ellas. Decidí que ya que no conseguía
identificar el problema concreto, al menos podía poner en marcha
algún sistema de corrección, que me produjera mejoría
clínica y en la autoestima. Por supuesto serían ejercicios fáciles
y adaptados a la vida cotidiana, el primero de los cuales fue el
seguir la linea recta que marca la unión de las lozas del suelo.
Empecé con interés pero poco a poco me fui aburriendo, no conseguía
corregir las desplazamientos laterales y seguía con la marcha lenta
insegura, pero ya tenía casi seguro que no parecía progresar,
aunque tampoco mejoraba mi estabilidad psíquica. Dejé los esfuerzos
de concentración y me lancé a ejercicios de caminar por senderos
del monte, y aunque no parecía que tuviese utilidad al menos era
divertido y olvidaba los males que me acechaban. Escribí a un
Gabinete de análisis de la marcha y les pedí cita para que me
realizaran un estudio que me permitiera tener un diagnostico que me
tranquilizara, mientra busqué y encontré ejercicios que me
fortaleciera equilibrio y la musculatura erectora del tronco. Consistía
en marcha lateral hacia ambos lados, en grupos de de treinta saltos y
después en carrera hacia atrás todo lo que aguantara. Cada día
hacia mis ejercicios durante una hora, y aunque me parecía ridículo
le puse empeño hasta que corriendo de espalda, tropecé y caí por
un terraplén de unos diez metros y en cuyo fondo había una cantera
de piedras que sirvieron de amortiguador de mi espalda. No podía
moverme y mis piernas no respondían, y tenía enormes dificultades
para respirar. En esa posición permanecí hasta que sentí que caía
liquido sobre mi imposible cuerpo, miré y era un hombre que meaba
tranquilamente desde el borde del camino. Hice señales con mis
brazos y el campesino dio un salto y desapareció de mi vista, al
momento volvió a asomarse y me gritó que era lo que hacia allí. No
me moleste en contestarle, pero moví los brazos en señal de que
estaba vivo, una hora después me sacaban en camilla y me trasladaban
al Hospital. No volví a caminar y aun continuo vivo después de diez
años de reposo obligado, solo podía leer y a buena fe que lo hice,
pero nunca pude averiguar porque había caminado de esa forma tan peculiar,
tampoco los muchos especialistas que me visitaron y que les pregunte con curiosidad.
INDALESIO