Berta salió de la cama
con mucho cuidado, no quería despertar a su marido para que le
permitiera campar a sus anchas en esa mañana tan luminosa. Saco de
bajo del edredón una pierna y sintió el frio de la habitación,
volvió a su lugar de origen a buen resguardo y notó la diferencia
de temperatura de ambas piernas, giró la cabeza y comprobó que
Augusto continuaba dormido, elevó la cabeza por encima del hombro de
su hombre y miró la hora. Si quería hacer todos sus planes para
esta mañana tenía que levantarse ya, pero sin la presencia molesta
de Augusto que seguro no pararía de hablarle y pedirle estúpidos encargos.
Una vez que había sacado ambas piernas, se paró para confirmar que
todo continuaba bajo los mismos cuidados de no despertar a su
compañero Augusto. Tiró del cuerpo y se sentó en el borde del
colchón, al bajar la pierna izquierda metió el pie en la escupidera
con tan mala fortuna que al volcar la vasija se rompió en varios
trozos, pero con el acierto de que no sufrir daño físico alguno,
salvo que su agresivo marido se despertó. Con cara de ausente y voz
de aguardiente preguntó que carajo pasaba. Berta le intentó
tranquilizar, pero sabía que el día comenzaría con bronca, y entre
otras cosas porque la vasija era una de sus piezas favoritas. Se
levantó, mientras que Augusto se deslizaba y asomaba por el lateral
del colchón y contemplaba el destrozo de la escupidera, regalo de
su tío Edmundo. Un severo y profundo rugido salió de su garganta,
nombrando sin poder identificar con claridad a Berta. Volvió a
repetir esta vez con mayor claridad el nombre de su mujer, mientras
ella cerraba con pestillo la puerta del baño, y él aporreaba la
puerta soltando por la boca todo tipos de insultos e improperios.
Pasados varios minutos se fue haciendo el silencio y solo se
escuchaba el resoplido de Augusto intentando unir los trozos de
porcelana de la asquerosa escupidera. Berta tenía miedo porque ya
había vivido otras situaciones parecidas y había sufrido la
violencia de aquel cenutrio de hombre, pero sabía que en el fondo no
tenía maldad y que en unos minutos quizás se le pasaría el cabreo.
Colocó la silla apoyándola en la cerradura para reforzar la
defensa, y se decidió a realizar sus abluciones con tranquilidad,
pero después de unos minutos se escuchó como explotaba de nuevo la
escupidera sobre la puerta del baño.
- Abre la puerta Berta, necesito usar el baño.
- Pues promete que no me pegaras.
- Seguro tía torpe, pero me tendrás que encontrar otra vasija igual, y no quiero que te vean con la jeta llena de cicatrices.
Berta había terminado de realizar todas sus ablusiones y escuchaba
con detenimiento las actividades de Augusto, le tenía miedo porque
en otras ocasiones le había pegado con violencia y sin miramiento.
Se apoyo en la puerta y se dejo caer apoyada en su espalda, cuando se
había sentado y escuchó un bisbiseo muy cera de su oreja, agudizo su
oído y pudo confesar que el sonido procedía del interior del
dormitorio, pero no se atrevía a tomar alguna determinación,
conocía al Augusto violento e irracional que cuando se enfadaba era
un auténtico peligro. Apoyó ambas manos en la puerta y entre ellas
su oreja derecha que era la que mejor funcionaba. Continuaba
sonando un rumor cercano de lamento, pero Berta no quería abrir la
puerta que defendía su integridad física. Luego de un largo espacio
de tiempo y sin que se cambiaran las condiciones de su defensa y sin
que se modificaran los signos de agresividad de Augusto, que parecía
solo realizar ese ruido parecido a un rumor de lamento, se decidió a
tomar alguna solución cansada ya esperar la explosión de genio de
Augusto. Aunque no ignoraba que ese ruido tenue y parecido a un
resoplido podía ser una simulación para que Berta abriera la
puerta,y esperando que ya la violencia se hubiera mitigado. Pero
Berta sabía que Augusto emplearía todas su artimañas para saciar
su sed de violencia golpeando con saña su delicado cuerpo. Habrían
pasados más de dos horas sin que se modificaran las condiciones de
su situación, cuando Berta decidió salir del baño y enfrentarse a
lo que hubiera. Primero hablo pidiendo perdón por su torpeza, sin
recibir respuesta, después movió el cerrojo de la puerta sin
abrirlo e igualmente sin sentir respuesta. Aguantó la respiración y
evitó ruidos para no dar señales, y deslizó la puerta para
permitir ver el interior del dormitorio, pero sujetando con el pié
para evitar la eventual patada sobre la hoja de la puerta. Terminó
por abrir completamente ambas hojas de la puerta del baño y vio que
Augusto estaba tendido en el suelo. Se acercó con cautela y vio que
los ojos estaban cerrados, le llamó con su tenue voz , pero no
recibió repuesta. Le movió desde el hombro y se dio cuenta que el
cuerpo estaba inane, cayo de rodillas y emitió un grito sordo,
Augusto estaba sin respuesta y con toda certeza sin vida. Berta
suspiro hondo y decidió como enfrentarse a esta delicada situación,
con miedo acompañado de temblor decidió que debía llamar a un
abogado y que resolviera su situación. Pero estaba tan asustada que
las dudas le atenazaban, decidió huir porque si no le caería encima
una responsabilidad que le provocaría crisis de pánico y en esa
actitud tenia las de perder. Se puso ropa de abrigo e hizo un hato
con lo imprescindible, corrió hacia la puerta con la decisión clara de huir como así fue . Dos días después lo encontraron sin vida y le acompañaba
una nota en su mano derecha, decía que se había lesionado fruto
del azar y quizás del pánico, pero que Augusto había muerto
debido a su estupidez y empleo de la agresividad , acompañado de una insuficiencia cardiaca, Lo firmaba Berta
INDALESIO