Durante años he escrito
de una forma peculiar, ni bien ni mal, sino de forma entre confusa y
llamativa. Me guió la necesidad de ser entendido y usé y quizás
abusé de la descripción narrativa, y para darle un toque de
originalidad ciertas pinceladas de escritura automática, algo que no
me resultaba fácil pero si el camino que deseaba emplear. La
experiencia con la escritura automática fue en cierto sentido
frustrante, no estaba habituado y su desarrollo me llevaba a cierta
incomodidad que me hacia no estar contento, así que lo abandoné,
sustituyendo le de nuevo por lo narrativo, eso si con cierto grado de
peculiaridad por el uso de abundantes palabras cultas. Pero nunca
abandoné el deseo no solo de mejorar mi escritura, sino de darle la
frescura que me costaba tanto trabajo. Aprovechando que me encontraba
fuera de los riesgos de la depresión habitual, en mi cotidiana
personalidad, y acompañado de las necesaria urgencia por sentir que
se acababa mi tiempo en los margenes del hombre lento, me dispuse a
buscar cierto grado de originalidad en mis escritos. ¿Pero como
hacerlo? Dividí los escritos en dos deseos, el deseo de la idea, y
el deseo de la forma, me sentía cómodo en las ideas, porque fluían
con naturalidad en mis composiciones, y cuando sentía que el vacío
llenaba mis intenciones, abandonaba la escritura, con algo menos de
cuatro días en mi tabuco, donde en compañía de la música esperaba
el fin de mis momentos. Bueno he de decir que en la mayoría de mis
escritos tienen un componente trágico, algo que ignoro los porqués,
pero se que enfada a mis hipotéticos lectores que para nada quieren
desgracias, que ya bastantes tenemos en nuestra vida cotidiana. Yo le
llamo a este escritura la del sentimiento trágico de la vida, pero
que puedo decir, me sale de forma natural aunque no me lo proponga.
En cuanto al deseo de mejorar la forma, tengo mayores dificultades,
muchas debido a mi falta de disponibilidad de tiempo y también a una
cierta disléxia que me viene al pelo cuando me doy cuenta de mis
errores, algo que no siempre me ocurre. Me pongo a escribir y cuando
llevo tres renglones, me doy cuenta que escribo con letra cada vez
más pequeña, tanto que antes de llegar a la mitad de pagina he
convertido las letras en un reguero de hormigas y con bastante
dificultad se puede leer. Busco una lupa de aumentos y el último
renglón no puede distinguir que es lo que he escrito, así que debo
dejar de juntar letras porque esta micrografía terminará por
parecer una cinta en código morse. Me propuse que tenía que
decidir, o abandonaba la escritura y me dedicaba a la lectura, o
escribía solo para mi, aún con las muchas dificultades que se me
presentaban, como es la la letra pequeña. Me senté en la butaca y
puse en marcha la audición de HAYDN, cerré los ojos y esperé,
había decidido que el tiempo se hiciera cargo de las mejorías que
deseaba para mi vida.
INDALESIO