jueves, 4 de junio de 2015

FERIA DEL LIBRO





Me lo crucé por la calle, no lo conocía o, mejor, él no me conocía a mí. Invadiendo su intimidad lo paré y le dije:
  • Perdone que lo interrumpa, solo quiero echarle un piropo que espero no le moleste.
El prócer me miró risueño y sorprendido.
  • Supongo que no tengo por qué molestarme.
  • Entonces permita que lo felicite por sus artículos. Si lo halagara con un requiebro clásico ¿se sentiría ofendido?
  • Más que ofendido me extrañaría porque no veo motivos.
  • Y haría usted bien, pero no se preocupe porque no lo pienso hacer. Era por criticar el ataque a la galantería que se ha puesto de moda.
  • Siempre que se mantengan las formas sin grosería ni ademanes de superioridad, la galantería la encuentro kitsch.
  • No lo entretengo más, mi intromisión se debe a que soy gran admirador suyo.
  • Muchas gracias. Adiós amigo.
La feria del libro depara estos encuentros. El artista, en este caso, es un vendedor sometido a las reglas del mercado que dictan que el cliente siempre tiene razón. Como él sabe a quien me refiero no tengo por qué dar más detalles.
CIRANO