jueves, 22 de agosto de 2013

PASAJE DE LA VIDA COTIDIANA

                      

Odiaba llegar a casa porque sabía que le esperaba un largo desfile de cosas para hacer, y además todas detalladas en una cartulina pegadas en el frontal de la nevera de la cocina. La inductora era Maruja, su mujer desde hacia siete años. Le había pedido multitud de veces que hiciera acopio de tareas para un día mejor y con mayor disponibilidad, como eran los fines de semana, pero no, siempre se había negado porque los fines de semana quería que la sacara a pasear o alguna función artística.
Aquella tarde llegó especialmente cansado, había sido un día difícil por reuniones y elaboración de la planificación del trabajo del próximo mes. Abrió la puerta esperando que la casa estuviese sin habitantes, Maruja y dos niños, Luis y Alberto, pero sabía que los niños estarían jugando al fútbol y no volverían hasta oscurecer, sobre las nueve de la tarde-noche. Y Maruja era un misterio, unas veces estaba con amigas y otras me esperaba para supervisar las faenas asignadas. Aquella tarde tocaba supervisión.   
Antes de saludar, ya le estaba indicando sus faenas y con su dedo imperativo señalando la nevera y la dichosa cartulina colgada de un palillo.
Soltó con violencia la cartera y dejó caer los brazos en señal de suplica, le pidió unos minutos para tomar una copa que le apartara de la mente el trabajo y sus perlas constantes. Ella, como de forma habitual, le explotó en la cara reproches y su justificación cotidiana, ella se encargaba de las faenas de la casa y era su manera de contribuir al mantenimiento de la familia y de la casa.
Fue hacia la cocina para ver la hoja odiosa, de letra redondeada y cuidadosamente distribuida, y escuchó un primer alarido donde se le reprochaba que no se quitara la ropa del trabajo, que además olía a tabaco y aromas de otras personas. Se giró y miró a su mujer. Era bonita, vestía algo ñoña pero discreta, quizás algo más de seducción vendría bien, pero nunca le había preguntado su opinión y él se acostumbro a no darla. Como le miró fijamente, a ella se le quebró la voz, y le dijo en tono más pausado que arriba tenía ropa de casa. Él continuo mirándola fijamente, quizás fruto del cansancio y de estar pensando en que su vida no se había ajustado a lo que él siempre deseo. Cuando ella le preguntó con tono desabrido, que miraba, el tuvo un pensamiento violento, pero solo continuo con la mirada fija y absolutamente descolgado de la realidad. Entonces tanteó con su mano derecha buscando posiblemente la cartera o quizás algún objeto contundente, según la versión de ella, pero al no encontrar nada, se giró en el mismo momento en que entraron sus hijos por la puerta gritando y peleándose. Aquello rompió la tensión y despertó a mi amigo, bueno en realidad no es mi amigo, es mi cliente. Porque yo soy el que le lleva su divorcio, y lo tenemos duro porque ella le pide la casa, manutención de los niños, y dinero para compensar el tiempo empleado en él y su familia. Y yo se que lo tiene duro, pero que muy duro, aunque ha recuperado su libertad ¿pero a que precio? Aquella noche  bebió mucho y cogió una buena cogorza, que acabó en un escándalo y en la primera demanda de separación, porque según ella la violó antes de llamar a la policía, que solo levantó atestado y la advertencia de que si la denuncia progresaba tendría que responder de las consecuencias que quisiera su mujer.
Cuando la borrachera pasó, pudo darse cuenta de que le había dado vidilla y que ella no era tan mala como creía, algo mandona si, pero que le vamos hacer, nadie es perfecto. Pero no, ella no lo había olvidado y continuó con la demanda, que acabó con mi cliente fuera de su casa, con la perdida de la propiedad de la casa, el sueldo intervenido y una gran numero de obligaciones que le estaba dejando completamente arruinado y en un mal estado personal. Descubrió que cada bronca que tenía, le producía una gran excitación que le hacia tener incluso erecciones, algo que hacia tiempo no padecía, por culpa del alcohol. Así que encontraba excusas para ver a los hijos, y de camino discusión, hasta que el juez busco un terreno neutral para poder intercambiar a los hijos.
Quizás ella, igualmente se acostumbró ha machacar al interfecto y cada varios meses le obsequiaba con otra demanda, que incomprensiblemente y por causas poco claras perdía, hasta que le dejo en la más absoluta de las indigencias, ya que vivía con lo básico de su sueldo y sin poder pagar el alquiler de su apartamento.
Hace un mes recibí una misiva suya, donde me anunciaba que prescindía de mis servicios y que por el momento no podía abonarme mis honorarios. También que, visto el mal resultado de sus acciones legales, había decidido pedir disculpas a su ex - mujer y que le permitiera vivir en la casa y que aceptaba todas sus condiciones.  
Que yo no había podido apercibir que el quería mucho a su familia y que la única solución que veía para su vida era volver a compartir los hechos cotidianos con ellos, dejar el alcohol y volver al lugar de donde nunca debía haber salido.
Olvidé aquel asunto durante varios meses, hasta que me sorprendió leer en la prensa local el anuncio del fallecimiento. Después supe que nunca consiguió volver con su familia, que la mujer estaba con otro y que los hijos estaban internos en un colegio.
Desde entonces modifiqué mi estrategia con los divorcios.
INDALESIO Julio 2013