No era guapa pero si le
gustaba la elegancia, quizás influía que no era alta pero si estaba
proporcionaba. Un rasgo facial, una mínima cicatriz de juego en la
infancia, le daba una característica muy peculiar, porque iba
acompañado de una pequeña contracción del parpado inferior . Lo
que más llamaba la atención era los inicios en la conversación con
cualquier persona, una sonrisa acompañada las primeras palabras
para después seducir ampliamente con los susurro de sus frases.
Siempre y con todos, nos dejaba perplejo con el severo contenido de
su conversación y con la dulzura de las maneras.
Pero bueno no escribo
esto para contar las beldades de María Luisa, sino la historias de
los hechos que acontecieron en la vida de esta mujer, y que tanta
influencia tuvo en los que convivimos con ella. Por motivos del azar
y la necesidad la conocí en la Universidad, fue en una taberna donde
realizábamos los encuentros y que se llamaba Natalio, allí
comenzamos el compromiso político teórico para prepararnos para la
lucha contra el franquísmo. Y como no, la responsable de la acción
política era María Luisa, que tenía una elevada formación
ideológica y una condiciones innatas para despertar el compromiso de
todos los inquietos muchachos que nos parecía necesario que las
cosas cambiaran en nuestro país. He de confesar que no me llamó la
atención hasta que comenzó la perorata habitual de los círculos
comunistas y seguidores de Marta Harnecker, fue entonces cuando quedé
prendado y seducido por la habilidad del uso del verbo. Al terminar
me acerqué y un compañero me presentó. María Luisa iba con un
tipo que la sujetaba del codo y que no parecía tener relación
alguna con ella, sobre todo por su pinta de pijo. Según me dijeron
era su marido, pero nada tenía que ver con ella, parecía más un
florero que un guarda espalda, valoré su posición y mis
posibilidades y llegué a la conclusión que debía seguir vigilando
aquella persona para conocer si podía acercarme a mi líder sin que
el tipo se mosqueara. Como era habitual en aquellos tiempos, no
volvimos a vernos hasta que transcurrieron varios meses, ya que las
medidas de seguridad eran muy severas, por lo imprudentes que a veces
eramos. Fue un uno de mayo repartiendo propaganda en la fuente del
Triunfo, nos pillaron como pardillos con toda las octavillas bajo la
camisa, y pasamos varios días incomunicados en la comisaria de la
plaza de los Lobos. Cuando nos dejaron el libertad me estaba
esperando en las escaleras de la facultad de derecho, intenté
hacerme el loco mirando para otro lado pero ella de dirigió
directamente a mi y me dijo que quería tomar un café para aclarar
algunas cosas. Me pidió sentarnos porque le dolían las piernas,
deslizó la pierna bajo la mesa y levantándose la falda me enseñó
el muslo completamente morado. Horrorizado e indignado quité la
vista de aquellas carnes laceradas y lancé una larga perorata de
insultos para con los maderos. Ella me puso los dedos en mis labios y
me pidió silencio, luego habló sobre la estancia en Comisaria y los
daños sufridos, yo conté lo que pude y me pareció prudente, cuando
terminé me invitó a salir. Aquella noche me llevó a su casa y me
enseñó todo su cuerpo, me dijo que su marido estaba de viaje en
Barcelona, y que deseaba pasar la noche conmigo porque había tenido
una crisis de pánico y se había sentido muy mal y muy sola. Con
extremado cuidado fui besando sus verdugones extendido con saña por
todo su cuerpo, luego con un trozo de hielo envuelto pasé con
suavidad por las zonas más comprometidas. Cuando era la media
noche, me dí cuenta que estaba dormida, la tape con una manta y
apagué la luz. Media hora después sentí un tenue temblor en mi
cuerpo y decidí que me tendría que ir y recuperar mis deteriorados
sentidos. Salí de su casa sin hacer ruido y me fui a la pensión.
Nunca jamás la volví encontrar pero si guarde un intenso recuerdo
de su personalidad y comportamiento. También de unas palabras que me
dijo: “Olvida la moralidad de los hechos y los motivos”
INDALESIO