Era evidente que el único
recurso que disponía era, salir de mi ciudad antes de que me
metieran en chirona por motivos políticos. Presumo de tener buenos
amigos y en realidad así fue y sigue siendo. Ante mi falta de valor,
los amigos esos que siempre están cerca, me prepararon en cuestión
de horas y me dieron el antídoto contra las crisis de pánico a lo
desconocido, grandes dosis de aguardiente y coñac.
Con una maletilla de
cartón, algunos duros en el bolsillo y una libreta con varias
direcciones, me sentaron en el avión gracias a la coordinación de
ellos y la tolerancia del personal del avión, con dirección al
lugar elegido, París. Sinceramente no recuerdo nada de nada, estaba
completamente borracho y semiinconsciente, por lo cual la parte que
sigue fue contada con posterioridad por una azafata a uno de mis
amigos, Fernando, único responsable de la veracidad de estos hechos.
Me habían sentado en la
última fila de asientos para mejor control por parte del personal de
vuelo, y mientras acomodaban al resto de los pasajeros estuve de lo
más discreto y prudente, en especial porque estaba dormido o
inconsciente por el alcohol. Pero en cuanto el avión cogió pista y
se inclinó para ascender comencé a roncar como un despavorido y
autentico poseso. Siempre he roncado quizás por un defecto de mi
laringe que poseía una enorme glotis capricho de la genética y que
algunos especialistas estaban dispuestos a cortarla total o
parcialmente. El personal de vuelo chascaban la lengua o me tocaban
en el hombro, pero poco conseguían porque me movía un poco y
continuaba los severos estertores. Tanto era el ruido que producía
mi garganta que acudió el capitán para interesarse por aquel hecho
patológico y tan poco usual. Decidieron en conciliabulo despertar
al culpable de aquellas algarabías tan molestas, pero no fue fácil
que el capitán encontrara voluntarios, así que se hizo por
antigüedad en la empresa. La azafata comenzó con discreción a
tocar el hombro, para pasar después de unos minutos inútiles a
zarandeo franco de mi espeso y grandullón cuerpo. El resultado
conseguido no fue el deseado, porque despertó la fiera que llevo
dentro y organicé un gran escándalo, consistente en gritos pidiendo
ayuda, peleas con lo cinturones que quería arrancar para saltar del
avión, y una profusa, espesa y apestosa vomitera que iluminó a
todas las diez últimas filas con el dicho contenido alcohólico.
Debió ser un viaje de lo
más divertido, porque la azafata amiga de Fernando aún se acuerda
con horror de todo lo acontecido y de que el capitán decidió tomar
tierra en la capital del reino, aunque ante la imposibilidad de
limpiar el apestoso vómito debió sentir fatiga y se encerró en la
cabina. Además consiguieron tranquilizarme con un pinchazo de
Valium intramuscular, y así sujetarme con varias correas al asiento
asignado para mi tortuoso viaje. Antes de llegar a París, se escuchó
por la megafonía el aviso del capitán de que por motivos
meteorológicos el vuelo terminaría en Bruselas, yo por supuesto no
me enteré porque dormía o estaba inconsciente, pero cuando
llegamos permanecí sentado y dormido mientras todos los pasajeros
bajaban y me miraban con, según me dijeron, desprecio y asco.
Después gradualmente me fueron quitando las correas y apareció una
persona tranquila con un severo dolor de cabeza pero de lo más
equilibrado y pacifico del mundo. Así que decidieron no denunciarme
a los policías y permitirme bajar del avión, con el aspecto de un
pordiosero apestoso y bastante confundido. Cuando me enteré de que
estaba en Bruselas y no en París, estuve a punto de caer de culo
lleno de desesperación y lastima de mi. Pero como la suerte no me
había abandonado, me subí a un autobús con destino a París y
fletado por la compañía aérea. Tres horas después me bajaba en mi
deseada ciudad de París.
INDALESIO