jueves, 28 de enero de 2016

INDAGACIONES FRUSTRADAS (o no)





La Facultad de Medicina de Málaga (FM) empezó a funcionar en enero de 1974 en los sótanos del Hospital Civil Provincial. Las clases se daban en el salón de actos situado en la primera planta junto al despacho del director. Un corredor o galería volcaba sobre el jardín que con su capilla rodeada de rosales y árboles frondosos era un remanso de paz. Por la tarde lo paseaban intermitentes monjas que picoteaban las flores como mariposas negras de alas blancas. A veces se alborotaban cuando médicos nerviosos atajaban los pasillos de arrayanes para abreviar hasta las urgencias.
La entrada de la FM estaba en el lateral derecho frente a un solar vacío donde se abrió un bar. Se bajaba por una escalera que daba a un pequeño distribuidor alargado con una puerta al cuarto pequeño de los bedeles, la ventanilla de secretaría y dos habitaciones utilizadas por los funcionarios. El jefe de secretaría, un señor muy educado con gran experiencia administrativa ya que estaba cerca de la jubilación llamado D. Francisco TZ, ocupaba una de esos despachos que cedía con amabilidad al decano si estaba en Málaga o al joven secretario cuando acudía a resolver asuntos que trascendían la lógica administrativa.
El curso empezó el uno de enero por mor del fallido calendario juliano que intentó sin éxito modificar el tradicional formato académico de octubre a septiembre por el de enero a no se sabe cuando. A pesar de ser el primer año las clases arrastraban desajustes docentes desde el Colegio Universitario de la Misericordia. Por eso la primera promoción que ya iba por tercero no había recibido enseñanzas de Fisiología que se cursa en segundo ni la segunda Bioquímica que se cursa en primero. Con semejantes antecedentes se puede imaginar el lío de clases y prácticas que hubo que montar sin contar con profesores numerarios teniendo que recurrir a médicos sin el grado de licenciatura indispensable para la docencia. No obstante los egresados de esos años sin catedráticos fueron los mejor valorados en los exámenes MIR, lo que cuestiona el sistema de selección del profesorado en la Universidad española
El secretario era un inexperto joven que daba sus primeros pasos en lo docente y en casi todo, PNN de inclinación política claramente contraria al régimen al estar muy cercano al PC con cuyos miembros contactó nada más llegar a Málaga. Si hubiera habido donde elegir es claro que este individuo no habría pisado los despachos en los que tuvo que negociar y enredar, pero como necesidad obliga y como demostró entusiasmo y decisión el Decano Comisario, comisionado por el régimen para organizar la FM, acabó depositando su confianza en él.
Por aquellos entonces los representantes estudiantiles los designaba el rectorado pero como las aguas no estaban tranquilas se elegían bajo cuerda delegados de curso que actuaban de manera clandestina, casi siempre como comisarios de los partidos de izquierda de los que el PC era el mejor organizado y el PSOE que todavía no había renunciado del marxismo, mantenía la tradición obrera al menos en la pana que vestían sus dirigentes. El caso es que un día se presentó un comisario de policía en la facultad preguntando por el decano. De estatura normal tirando a baja, robusto y estirado, con terno oscuro y corbata azul, exhibía bigote negro a raya que competía en brillo con el pelo negro engomado con el que se tapaba una media calva galopante. Lo recibió Don Francisco que con su impecable educación le informó que el señor decano estaba en Granada donde residía casi toda la semana, pasando por Málaga cuando se le requería, pero que si se trataba de algún asunto oficial lo podría atender el Sr. Secretario un profesor del centro. El comisario que había aceptado el asiento que el jefe de secretaría le ofreció, accedió a hablar con el secretario que era quien le interesaba. Aunque tenía el teléfono a mano Don Francisco se acercó personalmente al despacho del secretario para informarle de la inesperada visita de la policía. Se trataba de un hombre delgado tirando a alto con las mangas de la bata subidas y pelo largo provocador. Calzaba zapatillas de deportes, pantalón vaquero y camisa de seda con cuello desabrochado.
  • Entonces dice que me buscaba a mi –preguntó el secretario camino del despacho.
  • Parece ser que con quien más interés tiene de hablar es con usted.
  • ¿Y no se sabe de qué se trata?
  • Usted comprenderá que por discreción no se lo he preguntado.
  • Pues me temo lo peor Don Francisco, no me fío un pelo.
  • No debe preocuparse. Se trata de una misión oficial. Pase usted por favor. Señor comisario le presento al Prof. X, secretario de la facultad.
  • ¿Cómo está usted?
El policía le echó una mirada profesional de la que obtuvo información suficiente como para detenerlo en el acto. No obstante se contuvo porque venía comisionado por el de arriba para confirmar de primera mano lo que ya sabían.
  • Encantado, siéntese por favor. Don Francisco no se salga usted, a fin de cuentas estamos en su despacho o ¿prefiere acompañarme al mío?
  • Da igual podemos hablar aquí, no es ningún secreto. Vengo de parte del gobernador para que me de los nombres de los delegados de curso que han elegido de manera ilegal los estudiantes. Sabemos que son tres, uno por curso y que interfieren en la labor de los representantes oficiales.
  • ¿No tienen ustedes otro medio de enterarse que preguntármelo a mi?
  • Lo tenemos, pero el Sr. Gobernador quiere la colaboración de la Facultad.
  • Yo no soy la Facultad.
  • ¡Claro que no! Usted es el secretario y es a quien le estoy pidiendo esa información.
  • Puede que yo no sepa lo que usted me pregunta.
  • En ese caso me dice que no lo sabe y asunto terminado. ¿Sabe los nombres de los delegados?
  • Los sé.
  • ¿Me los puede facilitar?
  • Sé los nombres porque han confiado en mi. Por ejemplo ni el decano ni Don Francisco aquí presente los saben.
  • Entonces no tiene más que dármelos de manera confidencial, si es que no se trata de política.
  • No sé si será cuestión política, lo que sé es que no voy a delatar a nadie.
  • ¿Sabe usted que puede incurrir en desacato a la autoridad?
  • Prefiero desacatar a la autoridad que a mi mismo. Si me convierto en un chivato nadie me respetará.
  • Informaré al Sr. Gobernador.
  • Es su deber.
  • Buenos días.
  • Lo acompaño a la puerta. Usted lo pase bien.
  • ¿Qué le parece Don Francisco?
  • Que ha obrado usted bien pero que le puede traer problemas.
  • Prefiero los problemas con la ley a la vergüenza. ¿No tendrá otra cosa en que pensar el gobernador que en los delegados de curso?
  • Debe ser una cuestión rutinaria.
El secretario se fue preocupado a su despacho a seguir preparándose la siguiente clase. Ese curso debido al mal encaje académico tenía que dar cuatro clases al día cosa que le costaba mucho trabajo. El asunto con el comisario no le dejó tiempo más que para entrar y coger los papeles de clase. Lo bueno que tiene la docencia cuando gusta es que absorbe la mente y relaja el espíritu dejando fluir las ideas como emerge el agua de sus nacimientos. Así que el profesor se olvidó de todo y excitado como estaba por el asunto policial se explayó con la medicina y con la política. Al salir de clase y antes de poder hacerle una señal al delegado clandestino se le acercó un bedel que le apremió para hablarle.
  • Quiero hablar con usted doctor. Don Francisco me ha dicho lo de la entrevista que ha tenido con el comisario y quiero decirle que yo soy guardia civil que estoy destinado aquí para informar y que cumpliendo con mi deber he informado muchas veces de sus reuniones y de sus contactos. Esa es mi obligación pero cuando Don Francisco me ha dicho lo que acaba de hacer que se ha portado como un hombre yo también quiero ser honrado con usted y decirle lo que hago porque yo tampoco soy un traidor, cumplo con mi obligación.
  • Muchas gracias Pedro, no sé si debería haberme dicho eso porque usted comprenderá que tampoco lo voy a callar.
  • Me lo supongo, pero si usted es un hombre yo también lo soy.
  • Pero Pedro ¿usted no sabe el nombre de los delegados?
  • Y ellos también. Lo han querido probar y no creo que le pase nada porque lo que necesita España son hombres y usted lo es.
  • Espero que a usted no le traiga esto ninguna complicación.
  • Y si me la trae no será por haberme arrugado.
  • Bueno, gracias otra vez.

CIRANO