Desde muy joven le había
llamado la atención, quizás porque era alta y simpática, pero sé
y pude comprobar que nunca llegaron a mantener una amistad
consensuada y algo más sería. Ocasionalmente se veían o se hacían
acompañar para alguna fiesta o sarao. La vida les llevó por caminos
distintos y cada cual tomó los derroteros que deseaba o que se les
presentaba. Ella fruto de un amor de verano emigró a las América
embarazada, él fruto de su compromiso político emigró a Europa
perseguido por la policía franquísta.
En los cuarenta años en
que estuvieron distantes completaron su formación como
profesionales, ella de abogada de causas perdidas y el como sanador
quirúrgico de tripas y demás conductos abdominales.
Un prestigioso despacho
de abogados asociados encumbró el prestigio de nuestra amiga
llegando a dirigir el asesoramiento de muchos desgraciados países
del cono latino americano, donde ganaron con sudor ajeno muchos miles
de dolares. Él, cirujano general se alistó allí donde se planteaba
algún conflicto contra el capitalismo y sus desgraciadas secuelas,
no consiguió patrimonio alguno, pero rebusco en múltiples de
barrigas de todas nacionalidades.
Cada uno y por motivos
distintos, se encontraron cuarenta años después . Él con las
secuelas de un Paludismo que le dejó graves lesiones abdominales que
les recomendaban reposo y alimentación cuidada, y ella con una
artropatía en ambas manos que le impedía su uso hasta para la más
fácil de sus funciones.
Su primigenio encuentro
fue en la entrada del edificio de Hacienda, donde ambos arreglaban
documentación, ella para normalizar y condonar parte de su extenso
patrimonio y él para solicitar una ayuda que le permitiera comer
todos los días y tener una vivienda aseada. Se cruzaron las miradas
y ambos se reconocieron aunque no dieron señales de aceptación,
pero ella se giró y se le acercó. - ¿Tú eres Indalesio?
Ambos se reconocieron y
mantuvieron una animada charla recordando viejos tiempos. Alabaron el
buen estado de salud, a pesar de los deterioros del paso del tiempo.
Decidieron volverse a ver con un buen y animoso optimismo, pero no
intercambiaron teléfonos ni direcciones. Se besaron como despedida
y acabó el encuentro.
Indalesio se lamentaba de
la torpeza de no saber la dirección y ella de no recordar algún
dato sobre donde habitaba. Hasta que Isabel contrató los servicios
de una agencia de detectives, que le facilitó la dirección exacta
de su habitáculo, y allí se presentó .
Se quedó sorprendida de
las condiciones en que vivía Indalesio, era un cuarto pequeño de
una casa, mucho desorden y bastante suciedad. El fue el más
sorprendido pero no se avergonzó, con mucho desparpajo ordenó los
trastos y ropa tirada, luego se cambio de ropa delante de la mujer y
se mojó los pelos con las mismas manos. Ella mientras le daba
conversación contando sus peripecias de su vida, y en resumen una
hija que vivía en Suiza y un marido perdido en la city de New York.
Indalesio le contó que seguía soltero y muchos tumbos por todo el
mundo y las malditas fiebres palúdicas que combatía con cloroquina
ya resistente. Después de esperar unos minutos para serenar los
temblores con las pastillas, salieron de la casa y en la puerta se
cogieron de la mano. Se miraron y rompieron a reír .
INDALESIO Septiembre
2016