sábado, 1 de abril de 2017

LOS AMANTES




Desde muy joven le había llamado la atención, quizás porque era alta y simpática, pero sé y pude comprobar que nunca llegaron a mantener una amistad consensuada y algo más sería. Ocasionalmente se veían o se hacían acompañar para alguna fiesta o sarao. La vida les llevó por caminos distintos y cada cual tomó los derroteros que deseaba o que se les presentaba. Ella fruto de un amor de verano emigró a las América embarazada, él fruto de su compromiso político emigró a Europa perseguido por la policía franquísta.
En los cuarenta años en que estuvieron distantes completaron su formación como profesionales, ella de abogada de causas perdidas y el como sanador quirúrgico de tripas y demás conductos abdominales.
Un prestigioso despacho de abogados asociados encumbró el prestigio de nuestra amiga llegando a dirigir el asesoramiento de muchos desgraciados países del cono latino americano, donde ganaron con sudor ajeno muchos miles de dolares. Él, cirujano general se alistó allí donde se planteaba algún conflicto contra el capitalismo y sus desgraciadas secuelas, no consiguió patrimonio alguno, pero rebusco en múltiples de barrigas de todas nacionalidades.
Cada uno y por motivos distintos, se encontraron cuarenta años después . Él con las secuelas de un Paludismo que le dejó graves lesiones abdominales que les recomendaban reposo y alimentación cuidada, y ella con una artropatía en ambas manos que le impedía su uso hasta para la más fácil de sus funciones.
Su primigenio encuentro fue en la entrada del edificio de Hacienda, donde ambos arreglaban documentación, ella para normalizar y condonar parte de su extenso patrimonio y él para solicitar una ayuda que le permitiera comer todos los días y tener una vivienda aseada. Se cruzaron las miradas y ambos se reconocieron aunque no dieron señales de aceptación, pero ella se giró y se le acercó. - ¿Tú eres Indalesio?
Ambos se reconocieron y mantuvieron una animada charla recordando viejos tiempos. Alabaron el buen estado de salud, a pesar de los deterioros del paso del tiempo. Decidieron volverse a ver con un buen y animoso optimismo, pero no intercambiaron teléfonos ni direcciones. Se besaron como despedida y acabó el encuentro.
Indalesio se lamentaba de la torpeza de no saber la dirección y ella de no recordar algún dato sobre donde habitaba. Hasta que Isabel contrató los servicios de una agencia de detectives, que le facilitó la dirección exacta de su habitáculo, y allí se presentó .
Se quedó sorprendida de las condiciones en que vivía Indalesio, era un cuarto pequeño de una casa, mucho desorden y bastante suciedad. El fue el más sorprendido pero no se avergonzó, con mucho desparpajo ordenó los trastos y ropa tirada, luego se cambio de ropa delante de la mujer y se mojó los pelos con las mismas manos. Ella mientras le daba conversación contando sus peripecias de su vida, y en resumen una hija que vivía en Suiza y un marido perdido en la city de New York. Indalesio le contó que seguía soltero y muchos tumbos por todo el mundo y las malditas fiebres palúdicas que combatía con cloroquina ya resistente. Después de esperar unos minutos para serenar los temblores con las pastillas, salieron de la casa y en la puerta se cogieron de la mano. Se miraron y rompieron a reír .

INDALESIO Septiembre 2016



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