miércoles, 29 de diciembre de 2021

PASIÓN POR LA MAR

                                                    

 

No todo en la vida serán sentimientos trágicos, ni hablar, al menos no lo ha sido en la mía, aunque lo que ha ocurrido es que han prendido en mí, de forma muy fuerte y segura. Muchos momentos de mi vida han sido alegres y muy divertidos, porque siendo joven era explosivo, alegre y arriesgado en mis actividades lúdicas. Una de ellas que sirva a modo de muestra, es la actividad náutica.

Con diez y siete años conseguí mi primer barco, bueno en realidad no era un barco era un bote con motor de no más de cinco metros. Lo compré por mil pesetas a medias con mi primo Antonio, huérfano de ingeniero naval y amante de todo lo que flotara. Fue mi primo Antonio quién me llevo al embarcadero de botes de recreo y veleros, quién me contó la historia de algunos barcos viejos y abandonados del club y quien me hizo respirar el olor a brea de los calafates y a tocar las herrumbres de motores y aparejos que abandonados por todos los pantalanes nos acompañaban. El bote venía de un invalido militar que se había cansado de arreglar las muchas necesidades que padecía el desvencijado barco, pero con alguna ayuda de mecánica naval conseguimos que funcionara.

Cuando el capitán  Alvarez nos ofreció vender el barco nos pareció sublime, en especial porque no teníamos sentido de las proporciones, nos parecía enorme y con muchas posibilidades, así que elaboramos un programa de adquisiciones para navegar con seguridad y con el menor riesgo. Claro que tardamos unos seis meses en poder soltar el amarre y pasear por el puerto, mientras asesorados por algunos marineros nos aconsejaron por dónde empezar. Aún no conocíamos que pasaba debajo de aquella cubierta y que pasaría cuando abriéramos la puerta del camarote, pero la curiosidad nos embargaba, así que una mañana de junio el barquero del club llamado Caparros nos acercó al barco cuyo nombre habíamos propuesto que fuera BOGAVANTE en memoria de tan rico y desconocido alimento. Embarqué lleno de emoción, aunque bamboleaba más de lo que sospechábamos, nos sentamos en la bañera y gritamos de alegría ante la cara de sorpresa de Caparros que solo nos avisó “mucho cuidiao”. Ahora ya estábamos solos y encima de nuestro barco, si nuestro barco, jope que alegría. ¡Con dificultad liberamos en candado que bloqueaba la apertura de la puerta del camarote, pero con la llave algo doblada al fin pudimos hacer franca la entrada al …joder no había sitio nada más que para el motor y una pequeña alacena! Dos pequeños cristales laterales daban luz a aquel espacio y uno frontal para iluminar la parte delantera. Levantamos unas tablas que formaban un suelo y vimos con horror la sentina llena de agua sucia y pestilente, en el costado de estribor una palanca que oscilaba de adelante atrás y que al intentar mover estaba agarrotada por falta de engrase y dura como una piedra, le pusimos un poco de aceite y con ambas manos le hicimos oscilar de delante atrás, poco a poco se fue moviendo y un extraño ruido de absorción comenzó a sacar la espesa y grasienta agua de la sentina. Ya sabíamos algo, al barco le entra agua y se le podía sacar con una bomba manual. En verdad no estábamos decepcionados solo sorprendido de lo mucho que nos quedaba por aprender, para ir con un margen de seguridad. Sucios y sudorosos nos sentamos en la bañera y nos tomamos un refresco, ambos codos apoyados en la regala y la gorrilla levantada, nos sentimos las personas más afortunadas del mundo. Como el tiempo estaba limitado para cumplir el horario familiar, avisamos al barquero para que acudiera a recogernos, tardó más de lo esperado y cuando acudió con sus pies gruesos y callosos apoyados en el banco travesaño, continuaba con la misma sonrisa que nos había llevado.

-       ¿Qué tal habéis encontrado el yate? 

Le miramos con cara de pocos amigos ya que no estábamos dispuestos a bromas con nuestro BOGAVANTE, pero de inmediato se ofreció a prestarnos ayuda, ya que conocía mi vinculación con el comodoro del club de botes, mi tío Pepe. Cada mañana quedábamos para trabajar en el barco, limpiamos cornamusas, pasa cabos y todos los componentes que fueran de bronce y que se pudieron limpiar y ponerlos relucientes. Pero sabíamos que había dos problemas, uno la propulsión, a saber, el motor, y otro que seguía haciendo agua y cada día había que achicar la sentina. Buscamos la solución, sacar el barco y hacerle un calafateado, y el motor un mecánico para ponerlo en marcha. En una semana lo sacamos del agua y lo colocamos en una cama de barco y encima de un camión lo trasladamos a la Azucarera por cortesía del hijo del Ingeniero -director, allí el calafate nos enseñó cómo se hacía con estopa y brea sellando las juntas de madera. Dos semanas después de vuelta al muelle para botarlo, pero para nuestra sorpresa conforme el bote entraba en el agua, el bote se hundía. Le gritamos al gruista que lo mantuviera izado mientras organizábamos una solución y de nuevo Caparros salió de su aislamiento y nos dijo que hacer. Había que dejar el barco en contacto con el mar para que la estopa y la brea sellaran la unión de las duelas, al menos un par de horas. Buscamos unos duros para compensar el transporte y así lo hicimos y por la tarde ya estaba...semi hundido, como el perro de Goya.

El motor fue mucho más complejo y tuvimos que aprender que era y de que se componía, el mecánico desmontó el motor con bastante esfuerzo, las válvulas estaban defectuosas y tuvimos que hacerles una culata y las válvulas nuevas. Era un motor Renault marineado con cuatro cilindros a los que hubo que colocar le unas camisas a medida. El embrague era de acción directa con un plato en cuyo interior había un juego de muelles que se ajustaban al plato cuando le introducía el dado del embrague.

Ya llevábamos seis meses y aún no habíamos navegado. Los padres enfadados por el mucho tiempo dedicado al barco, igual que las chicas que eran habitual compañía y que para nada les dedicábamos atenciones. Pero el día que el mecánico arrancó el motor echando le unas gotas de éter en la cámara de combustión, ese día gritamos de alegría entre una intensa humareda que salía por el tubo de escape. Nos enseñaron a cambiar la culata y su junta, a esmerilar las válvulas y a desmontar los muelles del balancín. Pusimos varias herramientas de utilidad en la alacena y recambios de bujías y juntas para posibles incidencias. Y el día tres de septiembre del año 1966 soltamos amarras y navegamos dentro del puerto durante una hora, sentí un cosquilleo de importancia en la barriga y ya había decidido que sería un marino de aventuras. Las aventuras duraron varios años e incluso navegamos hasta las boyas de amarres de los petroleros del oleoducto de Puerto llano, pero no teníamos autorización para ir más lejos.       



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lunes, 22 de noviembre de 2021

ABEJARUCO

 

                                               


 

Mi madre fue una gran mujer, se desvivió por los cuidados para con sus hijos, asistiendo en su educación en todos los aspectos. Ella nos enseñó a cada uno a leer y escribir con gran paciencia y dedicación, lo cual nos permitió sentir entusiasmo por cada una de las enseñanzas que con ella realizábamos. En los periodos vacacionales organizábamos paseos culturales, nos enseñaba a reconocer los tipos de piedras y cada una de las flores que nos encontraba en nuestro dilatado e interesante paseo. Una vez terminado el recorrido en el bosque cerca de nuestra casa, nos invitaba a tomar una horchata que hacia ella misma para los tres hermanos y los dos únicos amigos y vecinos que compartíamos los afectos de mi madre. Este último verano nos anunció que deberíamos aprender la identificación del canto de los pájaros de nuestro entorno, adquirimos en forma de préstamo un casete de nuestro padre para grabar el sonido de los muchos pájaros que vivían en el bosque cercano a nuestra casa. Cada día nos obligábamos a reconocer un nuevo tipo de ave de los muchos que habitaban en nuestro entorno, mi madre nos contó que su padre tenía un oído muy fino para imitar el canto de los pájaros y que realizaba el reclamo con una enorme habilidad, algo que ella aprendió para no solo identificarlo, sino para entablar un intercambio de sonidos que tuviera utilidad tanto para el ave como para el humano. Nos propuso realizar una aventura con un pájaro peculiar del que todos andábamos enamorados, el abejaruco. Le enseñaríamos a emitir sonidos que tuvieran algún significado para nosotros, y una vez reconocido realizar el recorrido inverso, emitir sonidos que significaran algo para ellos. Cuando mi madre inició los sonidos del abejaruco, nos quedamos sorprendidos, eran de un parecido idéntico a los auténticos animales, incluso el ave estiraba el cuello buscando el origen de aquel sonido tan cercano a los suyos. Grabamos sus sonidos y veíamos su reacción cuando mi madre imitaba su canto, que por cierto despertaba la curiosidad del animal. Aquel animal nos fascino porque con la provocación del canto de mi madre, respondía con una imitación igual, levantando el cuello y buscando el lugar de donde procedía aquella imitación. La fascinación incluía igualmente el colorido de su plumaje y el dorado de su panza, cada una de sus virtudes nos estimulaba aún más su observación y los detalles de su comportamiento que lo transcribíamos con todo tipo de anotaciones, en el cuaderno que disponíamos para su localización y descripción. La semana siguiente acudimos llenos de ilusión a ver nuestra pareja de abejaruco, y en efecto allí estaban la pareja, pero algo debía pasar porque estaban inquietos revoloteando por la bocana de su nido, fue entonces cuando observamos un cuervo que se lanzaba en picado sobre la cueva - nido y mientras nuestra pareja huía atrayéndole hacia sus piruetas. El cuervo, consiguió alejarlos y entró en el nido, al momento salió con el pico lleno de cascara de huevo y se lanzó en vertical hacia un eucalipto donde mantenía su nido. Los abejarucos huyeron y nunca más lo conseguimos ver, también nosotros perdimos el interés y nos dimos cuenta lo cruel que puede ser la vida.

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sábado, 4 de septiembre de 2021

TRAVESÍA DEL ITACA

 






Este es una de los acontecimientos más atrevidos que he vivido en la mar, por ser el de más duración y por ser el más peligroso, debido a que el Atlántico en esta época no se anda con chiquitas y es muy ingrato y peligroso. Habíamos construido un velero de catorce metros en acero naval y aparejado en queche, a saber dos mástiles para velas mayor y mesana, más el consabido foque de trabajo. También le habíamos confeccionado unas trinquetas gemelas para la navegación con vientos portantes, por último un foque balón o spinnaker para tenerlo guardado en el arcón de reempuje náutico y dormir sobre la sedosa vela Ya habíamos navegado con este velero por todo el mediterráneo y habíamos aprendido que en la mar se debe ser prudente y navegar con ojos avizores porque cuando se enfrenta al lugar donde viven las argonáutas, las posibilidades de salir con parabienes son escasas. Habíamos navegado hacia el archipiélago canario el quince de noviembre desde el puerto de Gibraltar donde habíamos encontrado refugio por una tormenta de poniente que nos ataco durante más de diez horas y que nos causó algunos desperfectos en el velamen y un severo agotamiento físico en nuestros castigados cuerpos. Cuando completamos las reparaciones nos lanzamos a navegar con unos deseos intensos de conseguir avizorar lo antes posible el archipiélago canario, como así fue después de cinco días de navegación y sin ninguna complicación. Después de un merecido descanso y reposición de alimentos frescos y bastantes latas de proteínas, carne de cerdo en manteca, decidimos salir el veinte y nueve de noviembre al amanecer y con el aprovechamiento de los vientos alisios .A las cinco de la tarde navegábamos a la altura de la isla del Hierro con un particularidad, todas la brújulas se habían vuelto locas y señalaban rumbos caprichosos e inconstantes. La cosa empeoró al caer la noche ya que no sabíamos en que dirección navegábamos, y tuve que recurrir al uso del sextante que llevaba en mi equipaje. Tomé las rectas de altura de dos astros elegidos y calculé la estima, cuando busqué las tablas náuticas sentí un enorme golpe que me desplazo hasta la dinnet golpeándome en la cabeza. Quizás duro dos horas la perdida de conocimiento de mi dura cabeza, el caso fue que mi compañero de navegación me recostó en las colchonetas y me cosió una brecha de mi cabeza. Cuando me pude poner de pie me sentí mareado y con dificultad para mantenerme estable, pero si me dí cuenta que el barco no se movía, me asomé a cubierta gritando a mi amigo por donde se encontraba, el no contesto pero yo si pude ver que estábamos varado en un playa de arena fina. Me giré en todas direcciones hasta que pude ver que estaba encaramado al mástil de la mayor, desde allí me saludo moviendo su mano derecha. Me dio animo la poca importancia que le dio a esta situación tan dramática para mi. Cuando bajó me dijo que calculaba que en unas tres horas reflotaría el Ítaca con la subida de la marea, que había repasado el casco, orza y timón y que todo estaba en perfecto estado, y que la enorme putada había sido la afectación de todas las agujas magnéticas del barco y que según las cartas de pilotos es un fenómeno frecuente que se debe a el origen volcánico de la isla del Hierro y que es la magnetita. En efecto a las tres horas y con la ayuda solo de un rezón y el empuje de las velas pudimos hacer navegar al Ítaca y continuar nuestra travesía hacia el Caribe. 


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lunes, 9 de agosto de 2021

LA BICICLETA

 




Mi padre fue un hombre robusto, de altura media y buena musculatura, nunca realizó ejercicios ni actividad deportiva alguna. Paso muchas penurias en los tiempos en que todos los españoles lo pasaban, pero supo adaptarse a sus tiempos y a las jodidas circunstancias. Por motivo de su oficio, era médico y realizaba visitas a domicilio, se convirtió en un gran andarín, caminaba con una leve inclinación hacia delante y golpeaba el suelo con las punteras del calzado. Cada mañana se vestía cuidadosamente y empleaba su buena cantidad de tiempo, limpiaba sus calzados y cepillaba el traje que cuidadosamente descolgaba de la percha, después de la higiene y afeitado, se colocaba un sombrero tipo Fedora y se dirigía a la salita donde tomaba un nuevo café de pie, y con sus dos carteras se dirigía al jardín en dirección al garaje. En el año 1934 compro un coche de importación americano de cuatro cilindros y veinte caballos, un Ford modelo cuba, que pago de forma cuidadosa y honrosa a pesar de lo delicado de los tiempos. Cuando lo compró realizó su primer viaje desde el muelle del puerto donde lo desembarcaron hasta nuestro domicilio, fue toda una odisea de la que fui testigo. Paramos más de veinte veces sin contar los saltos del embrague y sino tuvimos percances fue porque el azar nos ayudo pero tardamos más de sesenta minutos en un distancia de no más de cinco kilómetros. La subida al Monte de Sáncha fue gloriosa, cada curva y tienen más de seis, tardamos diez minutos con maniobras de giro y con un leve golpe sin abolladura, cuando llegamos al llano de entrada de villa Candela mi padre se bajo ya sin chaqueta y con toda la espalda mojada del sudor, allí nos esperaba mi madre y todos los cinco hermanos. Los hermanos se lanzaron a observar el coche, entraron por las cuatro puertas y curiosearon por todos los rincones, luego mi hermano mayor Gustavo levantó la tapa del motor y señaló al interior, eso es el motor, todos conocíamos su pasión por los coches y nos refirió algunas de las partes de la mecánica. Mi padre permaneció en una segunda fila sujetando a mi madre por la cintura, o más bien ella lo estaba sujetando porque le notaba un terrible temblor, le miró con cariño y le pregunto que le pasaba: - No estoy hecho para llevar esta maquina infernal. Padre decidió contratar un mecánico que hiciera las veces de chofer para que le enseñara a manejar el auto. Durante un año llevo a mi padre a los visitas domiciliaria y se supone que le enseñó a manejar pero por motivos económico pasó a chofer de los Kunsner. En la crisis económica de la guerra civil se racionó la gasolina y había mucha dificultad para encontrarla , padre decidió cambiar el modo de desplazamiento por una bicicleta Orbea de color negro. Un motocarro la llevó a casa con la expectación exagerada de todos los hermanos, que algo sabíamos de su uso, aunque faltaban años para poder usarla. Mi padre apareció con cara de preocupación, recogió el falso del pantalón y se lo sujeto con una pinza. Rodeado de sus hijos empujo la bicicleta y la colocó en el llano del garaje, allí levantó una pierna y quiso pasarla por encima del cuadro, primera caída. Poco daño, solo rasguños en rodilla derecha y muñeca izquierda. Acercó la bici a la pared y sujetándose consiguió subirse al velocipedo, luego empujo sin violencia su cuerpo y la maquina y se separo del muro, la rueda delantera realizo pequeños giros violentos antes de atravesar la rueda delantera y hacer capotar sujeto y aparato, cayendo sobre el duro suelo. Segunda caída, rasponazo sobre el quinto dedo mano izquierda, con herida sucia y sangrante. Después de la limpieza y cura con vendaje, nuevo intento, mi hermano mayor le sujetaría el portabultos hasta que cogiera estabilidad y velocidad. Ambos desaparecieron por la primera curva, mi padre sentado en el sillín y mi hermano mayor agarrado al portabultos. Corrimos para ver su inicio de viaje, y en realidad lo que vimos fue la tercera y definitiva caída, cayó capotando por encima del manillar y golpeando el rostro con el suelo. Limpieza de la herida y reposo durante una semana por la conmoción cerebral. Nunca más volvió a subirse a una bicicleta, siempre procuraba el transporte público o caminatas ordenadas por distancia. La bicicleta pasó a mi hermano mayor y el coche permaneció meses en el garaje, hasta que decidió usarlo para el callejeo.


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domingo, 11 de julio de 2021

RELATO FRAGMENTADO. DIBUJO DE ERIIKA

 

                                        





La vida cotidiana en mi barrio era bastante aburrida, muchos abuelos que practicaban paseos cortos y cinco niños que no tenían interés en el juego de pelota o en las canicas, únicas aficiones que practicábamos los zagales. Las niñas solo dos, en la sombra con su eterna rayuela Así que conseguía pasar el tiempo con la observación detenida de la vida de los adultos, que aunque era lenta y con un ritmo apagado, me resultaba entretenida. Cada día rellenaba una hoja de un cuaderno que había conseguido por el buen hacer de mis calificaciones académicas, y usaba la mitad de cada hoja en escribir lo que yo consideraba diversión de los abuelos, y la otra mitad dibujaba alguno de lo atributos que me parecían más relevante de mis queridos adultos. La primera hoja llamaba la atención el dibujo, por el uso exagerado de colores y por unas formas desproporcionadas de su anatomía que con dificultad podían identificar con un ser humano. Erika parecía caminar balanceando todo su cuerpo, sobre todo porque sus piernas tenían un exagerado arqueamiento en varo de ambas rodillas. Llevaba un canasto de caña y una pala metálica en su mano izquierda. Siempre que nos veíamos entreabría su boca desdentada como forma de saludo, luego bajaba su testuz y seguía su camino. Un día me acerqué para ver el contenido de la cesta y cuando lo vi me sorprendió, eran cagajones de caballo. Pedí explicaciones a mi padre de tan extraño comportamiento y contenido, y riendo me contó que Erika los usaba para abonar los geranios negros que poblaban su jardín. Exageré la nota con algunas arcadas y pidiendo a mi madre no hacer lo mismo con nuestra macetas de geranios. Pude pintar esa figura de Erika con mucha dificultad y en verdad pudiera ser cualquier vecino, pero me forcé destacando lo más relevante de su imagen que por cierto era además de la cesta y la pala, un cíngulo que le apretaba bajo los pechos que le hacia destacar sus atributos, si bien caídos por su provecta edad. Y aunque planteaba aún más dificultad, usé carboncillo para destacar en difuminado las siluetas de los pies, que no fui capaz de definir les. Pero si pude hacer una detallada descripción del calzado, jamás había visto unos iguales, la lengüeta superior del botín era de cuero y se fijaba con un cordón pasante horizontal, la lengüeta superior se sostenía con una costura a la suela de esparto y con cada paso se escuchaba un sonido rechinante del cuero al estirarlo. Llevaba el pelo cortado al nivel de las enormes orejas y sujeto con una cinta en el lado derecho, un movimiento permanente de su barbilla hacia llamar la atención. Caminaba oscilando con movimiento lateral, cuando entraba en su jardín de escuchaba el roce de los chinos al aplastarlos con su peso y alpargata. Sabía que pasado varios minutos volvería a salir al jardín y que llevaría un platillo de los de café con unas natillas amarillentas que dejaba en el asiento de un banco de madera, mientras me buscaba con la mirada y su eterna oscilación de barbilla. En la otra parte de la hoja era mucho más difícil poder explicar que era lo que quería contar, con la goma de borrar había hecho un surco arañando el grafito sobre el papel, ya que había iniciado con demasiada duda lo que quería representar, pero después de muchos intentos y sabiendo que me quedaba poco espacio para desarrollar la idea que tenía, decidí acabar este primer relato agrandando el titulo que sería Pensión Alemana, que era la casa y pensión donde vivía mi primer personaje del cuaderno. ERIKA KESSLER.

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domingo, 13 de junio de 2021

MISTERIOS DE LA PINTURA

 





Nací y me crié en el seno de una familia culta con ramalazos artísticos y amantes en especial de las pinturas. Mi padre que era un buen comerciante y dotado de una saneada economía, tenía como afición el chamarileo de cuadros de oleos de pintores de una afamada paleta pictórica. En el salón de mi casa las paredes estaban colmatadas de cuadros de distintos tamaños y coloridos, adquiridos por compras en casas de antigüedades o ciudadanos en dificultades monetarias. Quizás yo me fijaba mucho en sus coloridos, pero he de decir que esos cuadros quedaron fijados en mi dilatada memoria y los podía identificar a lo largo del tiempo. Es de suponer que tenia mis favoritos porque pasaba más tiempo observando algunos en especial y sobre todo me apasionaba los retratos y los oleos de figuras religiosas o guerreros en acciones de guerra. Cada verano en los momentos de descanso después del almuerzo me tendía en uno de los sofás y me dejaba llevar por la imagen de algunos lienzos que me sugería una historia o aventura, y mientras entraba en el duerme velas se desarrollaba una acción que me permitía quedar ausente de la realidad, y entraba en cataplexia. Pasaron los años y las costumbres familiares se fueron alejando, pero al menos a mi me continuó quedando la afición por los cuadros, aunque no tanto como para vivir de ellos. Por mi profesión acudía con relativa frecuencia a domicilio particulares para asistencia sanitaria y con relativa frecuencia me compensaban los tratamientos clínicos con una dita que yo ejecutaba con cierto nivel de exigencia. En cierto momento me encontré con una familia de la burguesía malagueña que había tratado con bastante éxito de unas fiebres palúdicas, así que cuando le dí el alta aquella noche coloqué un cuadro de cuarenta por veinte y cinco en el asiento trasero de mi Ford modelo Cuba, envuelto en una manta de la cruz roja que lo cubría en su totalidad para protegerlo, no vi de que se trataba pero sospechaba que no sería una joya pero si suficientemente interesante y quizás de cierto valor. Cuando llegue a casa procurando no llamar la atención, ya que mi esposa odiaba la pintura y también los dispendios a que yo la sometía, dejé el cuadro sobre la mesa de mi despacho y hasta el día siguiente no pude contemplarlo. Al quitarle la manta lo primero que apareció fue el marco dorado con objetos de relieve simulando flores, era un marco de bastante anchura y muy bien dorado sin estridencias de intensidad dorados, luego quedó al descubierto el lienzo con una primera impresión de tonalidades oscuras.

Llama la atención que el oleo tiene dos partes, la de la izquierda una única imagen de pie, en el segmento derecho una mujer con tres niños en actividad. Retiré la manta en su totalidad y contemplé el cuadro desde un metro de distancia y a la altura de mis ojos, la perspectiva era magnífica y solo me parecía algo oscuro en determinados segmentos. Me fui acercando y mis ojos se fueron adaptando a la tonalidad general de cierta oscuridad, luego diafragmé en los dos segmentos y los miré con curiosidad. En la derecha una virgen sentada y jugando con los tres niños, el fondo de esta porción es piedra roca cerrando todo el farallón posterior, la virgen mantenía en brazos un niño sin ropaje, los otros dos impúberes contemplaban a la madre y sus hermanos. Supe que este cuadro tenía bastante más valor que el que yo sospechaba, estaba pintado sobre madera de gran valor como podía ser la caoba americana, de ahí la oscuridad general. Los niños estaban pintados con grisalla realzando los margenes. Representaba el conjunto de rocas e imágenes, la desobediencia hacia la autoridad eclesiástica, según eran mis conocimientos y los que me enseño mi padre. La imagen de la izquierda estaba de pie, le cubría un manto de color verde con ribetes de oro, los pies superpuestos y apoyado sobre una luna invertida, el derecho sobre el izquierdo. Ambos brazos salen de debajo del manto, uno lleva báculo de autoridad sujeto con la mano derecha, la mano izquierda sujeta un plato con doce monedas. Me quedé sorprendido de la belleza del cuadro y de la enorme cantidad de simbología que portaba el oleo, ya que con muchas posibilidades la pintura era de antes del siglo xvI y cuyo origen podría ser de un monasterio de la iglesia luterana holandesa. Lo guarde con rapidez por dos motivos, un porque el valor del cuadro podría ser altísimo y en segundo lugar porque si se restauraba se le podría sacar aun más belleza. También el mensaje del cuadro o mejor de las composiciones pictóricas tendría enorme valor por su contenido histórico, lo cual aclararía muchos misterios que los poderes eclesiásticos continúan ocultando. Una semana después y habiéndole consultado con la familia que me endoso el cuadro decidí devolverle a sus legítimos propietarios para que comprendieran que no quería abusar de mis conocimientos ni del valor histórico que poseía el oleo. Se que vendieron el cuadro por un valor enorme que les sacó de la situación de penuria en que se encontraban, yo por contra fui compensado con un oleo de Bernando Ferrandiz, que era magnifico y que no ocultaba ningún misterio.

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domingo, 16 de mayo de 2021

JUEGOS DE LA INFANCIA

 



Hace años me propuse escribir recuerdos de mi infancia y centrarme en especial en los juguetes que usábamos para nuestra solaz y diversión. Bien es verdad que no me propuse hacerlo en el modo de memoria, ya que esos escritos solo tenían la finalidad de traer a la primera fila mis recuerdos y divertirme, y para nada publicarlo, aunque en verdad en aquellos entonces pensaba que enseñar los escritos era un gesto fácil y mucho más natural de lo que después me encontré, así que los ratos libres que me dejaba la medicina, buscaba la forma de encontrar un par de horas que me permitiera compaginar el trabajo, mis hijas y los escritos de un modesto escribidor. Un año y medio después había rellenado más de doscientas cincuentas paginas de ordenador. Como siempre me ha pasado, me vino otra idea y me puse a recrearla, abandonando los juguetes de mi infancia para mejor ocasión. Por supuesto que el nuevo proyecto literario, también iba de escribir y trataba sobre mi vida en la ciudad de París que con bastante entusiasmo viví durante un año, eso si alternando con la medicina para poder costearme la vida y sus circunstancias. Horror, tuve la estúpida desgracia de romper el ordenador y perder todos los escritos sobre mi infancia jugando con mi capacidad creativa de juguetes. Para colmo me atacó un virus y me encriptó la novela de PARIS, POR NECESIDAD. Así que me quedé limpio de papeles y solo con unos bosquejos de relatos cortos, la novela de París no se pudo desencriptar porque cada vez que lo intentaba aparecía un cartel pidiéndome un rescate de trescientos euros, escritos en castellano y ruso. Me quedé pelado de mis aburridas letras, y solo quedó la carcasa y tripas del ordenador que lo coloqué en la repisa de los libros para que al menos fuera testigo de mi abandono. Juro en verdad que intenté reproducir aquellos textos, pero por más que lo intentaba el producto era bastante vulgar y además había grandes lagunas sobre el lenguaje técnico de los juguetes, que no recordaba o lo que no recordaba era falso según los manuales de construcción. He confirmado con mis hermanos que había dos juguetes que me entusiasmaban, un carillo corto de madera pulida con una cruceta metálica y dos mangos, en el centro iba sujeto por un perno metálico. Dos cojinetes metálicos en el tren trasero y uno más ancho y con bolas me permitía deslizarme desde mi casa que estaba en un alto del Monte de Sancha por una cuesta empinada llena de curvas que las negociaba con mucha soltura y disposición, lo cual no me evitó que me estrellara contra la pared de la curva más cerrada,casa de los Olmedos quedando conmocionado durante unos minutos. El otro juguete era un coche Renault 4 cv que cargaba su energía marcha atrás y salia disparado cuando lo soltaba, con ellos he pasado horas haciendo carreras imaginarias y reponiendo los desperfecto. Quizás algún día lo recupere, o mejor que entre en mi memoria.

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jueves, 8 de abril de 2021

KIM

 




Nací y me crié rodeado de libros, mi padre no paraba de traer bolsas llenas de libros de multitud de temas, tamaño y colores. Se almacenaban en las estanterías de la biblioteca y en las del cuarto de estar. Todos los miembros de la familia eramos lectores más o menos empedernidos, pero siempre bajo la dirección de mi padre que era el suministrador oficial de las lecturas adecuadas a la edad, sexo y condición de los miembros de la fratría. En los veranos mis padres descansaban después del almuerzo, y por añadidura los seis hijos, cada uno en su lugar de reposo habitual. Mi lugar era la biblioteca, ya que así lo había decidido mi padre y sus sugerencias eran ordenes que no se discutían. Mi madre me colocaba dos enormes cojines que me servían de apoyo y cobertura del frio mármol de la sala de lectura. El silencio se instauraba en la casa y yo que no solía dormir ocupaba mi tiempo en buscar los nombres de los lomos de los libros, los localizaba y memorizaba su lugar para los días siguientes encontrarlos sin dificultad. Mi edad no era superior a los nueve años y mi capacidad de lectura era muy disminuida, así que aunque leía poco a veces me llamaba la atención el lomo de algún libro o bien el nombre escrito en el lomo. En la última estantería en alto de la biblioteca del fondo, destacaba las letras blancas sobre negro de fondo, un libro de pastas rígidas que me llamaba la atención, tardé en realizar su lectura pero lo conseguí al fin sin que me tradujera nada, ya que el nombre me era ajeno. Arriba destacando, el nombre que me resultó ajeno, R. KIPLING , supuse que era un nombre propio pero completamente desconocido para mi, debajo tres letras algo más pequeñas también en blanco, KIM. Sentí miedo y no cogí la escalera para retirar el libro, solo me levanté para estar más cerca y confirmar lo leído como así fue. Cuando mi padre apagó la música clásica de la radio y cruzó la biblioteca se me quedó mirando, fue entonces cuando le pregunté si sería posible leer aquel bonito libro. Mi padre sonrió y acercándose a la estantería saco el libro tirando del lomo. Me lo pasó diciendo, “leí este relato hace años cuando tenía algo más de tu edad y me provoco un serio problema con mi padre” Embobado me quedé cuanto me contó la historia.

Eramos seis hermanos de edades muy cercanas, las disputas eran muy frecuentes por la querencia de ocupar la posición más cercanas para con mis padres. Unos rivalizábamos por la tolerancia, otros por el comportamiento, los mayores por las notas escolares y el conjunto por destacar para conseguir el afecto y el mayor número de muestras de inteligencia para con mis padres. Leí el libro de Kipling muy lentamente para conseguir el mayor provecho posible, y me divirtió en demasía, muchas aventuras y misterios para un niño de tan pocos años, pero en especial me dejó perplejo lo que denomino “El juego de las joyas” Lo releí varias veces hasta conseguir entenderlo y saberlo aplicar Supe desde el primer momento que me sería muy útil para la rivalidad con mis hermanos y para destacar por mis habilidades delante de mis padres. Elegí las veces que lo desarrollaría, el momento más oportuno donde lo aplicaría y algunos gazapos para distraer la atención. Cuando lo ejecuté, consistía en ejercicios de memorización divertidos y muy de observación y atención, mis hermanos se quedaron atónitos,y mis padres me aplaudieron. Cuando pasó el momento de euforia, mi padre me preguntó de donde había conseguido ese juego, yo para evitar quitarle valor le dije que era de mi invención. Padre se enfado mucho y me advirtió que no debemos tolerar las mentiras y engaños. Yo continuaba insistiendo que era de mi única imaginación, y entonces mi padre nos llamó a capítulo sacando un péndulo de cristal y realizando radiestesia para saber si decía verdad o era la mentira de un jovenzuelo. Como no podía ser menos, el péndulo cantó la verdad y yo quedé al descubierto, lloré muchos días, hasta que mi padre me levantó el castigo. Por ese motivo mi padre recordaba tan bien la “historia del juego de las joyas”, y me evitó pasar un mal rato. Conseguí su cariño de manera más natural y honesta.

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domingo, 21 de marzo de 2021

TRANVÍA ESCOLAR




Rafaél era el peluquero del colegio que hacia de tranviario dos veces al día para recoger los niños externos que realizaban jornadas de mañana y tarde. Hacia el recorrido paralelo al mar en un magnifico tranvía de color amarillo que nos transmitía alegría y ganas de realizar bromas. Siempre llegaba con puntualidad a pesar de las muchas trabas que le poníamos, cortar el suministro eléctrico sacando el trole de su punto de apoyo, era el más usual . Cuando llegábamos al destino, Rafael se bajaba y enseñaba un disco con la palabra STOP, entonces gritaba “ahora” y corríamos como alma que lleva el diablo, entrando por la estrecha verja de metal que daba paso al colegio. Esta operación se repetía dos veces al día, más los dos recorrido de vuelta. Bien es verdad que no todos hacíamos el trayecto en el tranvía, algunos repeinados niños eran trasportados por coches con chauffeur y salían antes que los tranvías por motivos de seguridad, nos decían. Mis hermanos cuidaban de que yo llegara puntual al paso del tranvía y me jaleaban con premura para no llegar tarde, incluido el recorrido desde mi casa hasta la carretera de adoquines y vías de conducción del tranvía. En la noche subía solo por la escaleras de Bobastro, era una hora avanzada algo más de las seis y media y la oscuridad estaba ya presente, los cuarenta escalones las subía muerto de miedo y daba unos pequeños gritos como para avisar que subía el campeón. Hacia un alto en el segundo tramo de las severas escaleras, allí veía a través de la ventana la silueta del manto del canónigo Don Manuel Fernandez, gordo y orondo que habitualmente canturreaba música de Opera, una vez recuperado el resuello subía los trancos de escalones de dos en dos, hasta que llegaba al llano que daba entrada a la puerta de mi casa. Un viernes dos de Junio, mi hermano Ernesto corría detrás de mi pequeño cuerpo animando no para que no perdiera el tranvía sino para que él llegara a su debido tiempo a su colegio. Cuando llegamos a la carretera, se despidió de mi soltando mi mano para cruzar, y yo corrí para situarme bajo el redondo cartel que avisaba la parada del transporte escolar. Dos minutos más tarde Don Manuel el canónigo de la catedral se levantó de mi lado en el banco de la parada y dio dos pasos hacia delante, el asidero delantero del tranvía golpeo la parte posterior de su cabeza realizando un giro severo y colando su cuerpo bajo las ruedas metálicas de la maquina infernal, que le produjo una amputación de la pierna derecha por encima de la rodilla. Yo corrí a distancia para no ver aquel terrorífico espectáculo, y gritaba como un desesperado pidiendo ayuda. Cada noche que he comido más o he bebido cola, tengo pesadillas y se me aparece la imagen de Don Manuel Fernandez con su pierna arrancada de su poderoso cuerpo.


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sábado, 6 de febrero de 2021

YAMILA III (Ùltimo)



Estaba amaneciendo cuando apareció Yamila y me dio los buenos días, me advirtió que en media hora salíamos para el Hospital Frank País. Sentí un leve mareo al incorporarme , me paré y giré hacia la derecha, quedé quieto y el mareo no paraba, me acosté boca arriba y levanté ambas piernas, después de unos minutos cedieron los giros y recuperé el sentido, jamás me había ocurrido algo parecido y me quedé inquieto. Leve desayuno y un repaso a los datos clínicos de mi enfermo. Me encontraba algo inquieto y lo achaqué a los nervios, pero como de vez en cuando sentía un giro de mi cerebro, tomé la determinación de vomitar para aliviar mi desazón. Después de responder a la introducción de mis dedos en la garganta hice un vomito amargo que me provoco una severa sensación de asco, pero alivió el mareo. Yamila mientras tanto me miraba con ojos de inquietud por el ruido de mis arcadas , luego se tranquilizó al verme más recompuesto. Salimos de la legación escoltados por dos motoristas y a mitad de camino sentí que de nuevo comenzaba a repetir el mareo y una gran inquietud con escalofríos. En la puerta del Hospital le pedí que parara y salí del coche con el vomito en la boca, fue mi primera desconexión con la realidad. Me subieron en una camilla y recuperé mis emociones, Yamila me trajó un pijama de médico y me ayudo a cambiar la ropa, mientras un grupo de médicos rodearon la cama y me colocaron un suero con algún medicamento desconocido para mi, y en efecto mejoré bastante e incluso me levanté y saludé a todos los presentes. Insistieron en que permaneciera en la cama y continuara la sueroterapia, pero yo me hice el valiente y les pregunté por mi paciente camino de la zona quirúrgica. Todos fueron saludos llenos de amabilidad y el aspecto del Hospital era bastante aceptable, aunque tenía años encima. Al llegar a la zona quirúrgica sentí de nuevo escalofríos y mareos, y supe que volvía a perder los sentidos como en efecto ocurrió, me subieron a una cama y de nuevo me pusieron una vía periférica con suero. Un personaje grande y envejecido se acercó a la cama de lo que debía ser la recuperación quirúrgica, se agachó y me dijo con voz llena de amabilidad, “soy el Dr. Alvarez Cambra, cirujano ortopédico de este Hospital, creo mi querido amigo que no esta usted en condiciones de operar y menos al general, así que sintiendo mucho esta adversidad yo voy a comenzar la intervención, conozco perfectamente la técnica quirúrgica de las Prótesis de resuperficie de cadera. Estamos pendiente de los análisis pero sospecho querido compañero que sufre usted un Dengue, y va a necesitar Hospitalización durante varias semanas, y ya que es usted médico le diré que el Dengue a veces deja algunas secuelas. En verdad que me encontraba mal y con fiebre muy alta, así que deje de preocuparme de la intervención quirúrgica del General y entregué mi cuerpo para recuperarme lo antes posible, como así fue ya que después del diagnóstico que resulto ser la fiebre de Chicungunya, la recuperación duraría tres semanas. El Dr, Alvarez asomó por mi cama y me dijo que la intervención había salido con para bienes y sin complicaciones, me enseñó las radiografías y me quedé mudo , una de las piezas de la prótesis estaba mal implantada y los componentes invertidos, pero como él estaba muy satisfecho no le comenté absolutamente nada. Me trasladaron a una habitación donde permanecí cuarenta y ocho horas, sin que nadie ni incluida Yamila asomara por allí, pasados esos días le pedí salir del Hospital e irme directamente al aeropuerto. Un funcionario me preparó todo y organizaron mi evacuación, ya que en verdad me encontraba sin fiebre y con buen estado. El último día me visitó un cirujano con muchos entorchados y según me comentaba el proceso iba en remisión, pero aun no es posible que se me facilite el visado para regresar a España, y sería por motivos especialmente políticos. Por primera vez me sentí indignado y elevé el tono de mi voz, por supuesto que el militar ni se inmutó pero no se sintió cómodo, me prometió realizar algunas gestiones, entonces cometí la imprudencia de amenazar con sacar a la luz la chapuza que le habían hecho en la cadera operada. El militarote me miró con ojos enrojecidos y salió dando un portazo. No había pasado media hora, cuando llamaron a la puerta, estrechamente vigilada por dos soldados de uniforme, compareció Yamila. Me pidió disculpas por no haberme atendido con dedicación suficiente, y se mantuvo en pie mientras me hablaba de la necesidad de llegar a un acuerdo con respecto a la cadera del Jefe del Estado Mayor. Me sentí más seguro por poseer un as en la manga y decidí jugar mis cartas, le advertí a Yamila que estaba muy cabreado y que necesitaba revisar las radiografías de la cadera del hasta ahora, mi paciente. Ella se apoyo en la barandilla de la cama y sacando una poderosa sonrisa me dijo que era un chico malo que podía hacer daño y que ella no me recomendaba esa actitud. Me propuso evacuarme de la isla en un plazo de cuarenta y ocho horas en el avión de las aerolíneas españolas, y que en esos días de estancia ella se ocuparía de que no olvidara mi felicidad. Mantuve el rictus de seriedad y le indiqué que yo le proponía otra situación. Operar de nuevo al general y ponerle la cadera en condiciones optimas, una vez resuelto la parte ortopédica aceptaba la evacuación con un certificado de lo hechos ocurridos y resueltos. Le advertí que nada de negociación, era eso o eso, así que deberían ponerse a trabajar y darme la solución en pocas horas, para que pudiera poner en marcha la intervención quirúrgica. Después de veinticuatro horas apareció Yamila en la casa de Siboney con el que se identificó como hijo del líder de la revolución, la propuesta era que aceptaban la reintervención pero que nada de informes del fracaso quirúrgicos, ni entrevistas a la prensa al menos durante veinte años. Un obsequio del pueblo cubano me acompañaría en mi regreso a España. La intervención de recambio quirúrgico fue exitosa y se pudo arreglar el desaguisado de la prótesis implantada por el Dr. Alvarez. Dos días después y siempre acompañado por Yamila se me autorizó salir de la bella isla, fue entonces que la linda mujer me contó la verdad de los hechos ocurridos. El líder de la revolución no quería para nada tener en retaguardia al peligroso Miguel Diaz-Canet y habían orquestado esta torpe escenografía para eliminar al famosos político de la sucesión del gobierno de la isla. He permanecido callado hasta cumplir con mis promesas de silenciar este grave suceso. En la escalerilla del avión vi por última vez a Yamila y nos besamos sabiendo que no la volvería a ver. En estos veinte años nadie me ha importunado sobre estos acontecimientos y ya en verdad poca importancia tiene los asuntos geoestratégicos de la bella isla del caribe. Esta mañana justo cuando cumplen los veinte años de aquellos acontecimientos, he recibido un paquete pequeño muy protegido con cartón y con la dirección de mi clínica , dentro un CD con música cubana de Yamila y su Charanga F. Me mandaba un cariñoso saludo personal y en la nota una advertencia, "el curso de la historia no se puede modificar".


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viernes, 15 de enero de 2021

YAMILA . CAPITULO II




Me dio la sensación de que Cué no deseaba ser visto y menos en mi compañía, dio un rodeo para dirigirse al Aeropuerto y en algo más de media hora estábamos en el mostrador de la compañía aérea. Con los billetes en la mano nos sentamos en la sala Vip, Cué me sujeto el brazo y con el mismo tono de voz que usara siempre me dijo: “Hay algo que debe saber, yo no le voy acompañar a Cuba por motivos que no viene al caso, usted irá con una compañera de la embajada que con seguridad le gustara más que mi persona” En ese momento apareció una mujer de mediana estatura y tono cobrizo de piel que caminaba contoneándose de forma exagerada, se dirigió directamente a mi y me dio dos besos. Con una voz melosa me dijo llamarse Yamila y que sería mi compañera en el viaje y estancia en Cuba. Me giré para ver la cara de Cué y ya había desaparecido, cuando pregunté por él, Yamila me dijo que lo esperaban en la embajada pero que todo lo sugerido e informado por él se llevaría a cabo. Desconfiando de la situación le hice algunas preguntas comprometidas que contesto con seguridad, “ No se preocupe todo esta bajo control y nosotros no podemos permitirnos fallos” El material quirúrgico y los implantes están en la bodega del avión y yo mismo los he avizorado, no debe preocuparse. Más tranquilo y notando como su pecho rozaba con mi brazo, me ocupe de observar los atributos de esa mujer de tanta belleza. Era de cara espectacular ya que las facciones eran de mujer oriental con nariz algo aplastada y labios exuberantes, solo su piel era cobriza y con brillo, y aún más espectacular el cuerpo que movía con un contoneo que podía volver loco a cualquier humano, las nalgas se oían frotar entre ellas y los glúteos oscilaban con exuberancia. Sentí que esta mujer me atraía bastante y que notaba excitación en el bajo vientre, aunque en verdad debería de tener otras ocupaciones en donde poner mis entendederas. Le dejé unos pasos delante y contemplé su figura desde atrás, y vive dios que espectáculo, ella debió darse cuenta de mi maniobra porque giró su cabeza acompañado de un generosa sonrisa y continuó su esplendido desfile. Alarmado por las sensaciones que recorrían mi cuerpo, sentí algo que nunca antes había sentido, estaba muy excitado, por lo cual decidí normalizar mi estado y ocuparme de otras asuntos relativos a la empresa que tenía en mis manos. Me sorprendió que siendo un país con limitaciones económicas nos hubiesen puesto en una zona de lujo, cortesía que agradecí y más por la compañía que llevaba a mi lado. El viaje fue algo pesado ya que no pude dormir y además abandonado por Yamila que desapareció durante todo el trayecto. Bajé del avión con preferencia y acompañado por dos guardias, una vez en el control alguien con barras de mando nos envió a un cuarto con una mesa y tres sillas, allí comenzó un severo interrogatorio hasta que Yamila compareció levantando la voz y sacó un documento de acreditación. Después de leerlo el oficial dio la orden que sacaran a Yamila de la habitación, pero ella levantó la mano derecha y en tono de amenaza advirtió que se acababa el juego y que llamaran al coronel Prudencio Viñas, jefe del aeropuerto. Aquello silenció al oficial dando la orden de llamar por teléfono al Jefe Militar, que apareció a los diez minutos, saludando efusivamente a Yamila ante la cara descompuesta del mando. Ordenó traer un auto y nos llevaron al Hotel Habana Libre donde nos recibieron dos personajes que se identificaron como médicos. Durante una hora me fueron contando aspectos clínicos del paciente y de lo delicado de su salud, acordamos que la intervención sería el día siguiente a primera hora y solicite algunas necesidades que consideraba imprescindible para la intervención. Conforme pasaban los minutos aquellos personajes médicos me fueron pareciendo más agradables y bien informados, de forma que confiando en ellos le pregunté aspectos personales de mi enfermo, bueno pues resultó ser el Jefe del Estado Mayor del Ejercito, hombre que además de ser militar era extensamente culto aunque por más señas igualmente odiado por sus tan amplios conocimientos. De forma que para evitar problemas habían decidido buscar un cirujano ortopédico que además de buen cirujano fuera un hombre culto e ideológicamente comprometido, mi figura fue recomendada por José Lezama Lima, poeta que según nos contó conoce mis escritos que publico en la revista Elgarrotin. Me dejó sorprendido porque aunque es real que escribo, jamás pensé que llegara a ser leído en la otra parte del mundo, si bien para ellos parecía de lo más normal, incluso me hicieron una tenue crítica. En verdad que este novedosa situación me animo mucho y estalló una intensa alegría dentro de mi pecho, busqué a la mujer que me acompañaba pero no estaba a la vista, si bien a los pocos minutos apareció con la misma cara de alegría y felicidad. Le conté lo de mi fama literaria y sonrió generosamente, “Lo sabía y le ruego mi disculpe no haber comentado esta situación, olvido imperdonable” Me cogió la mano y tiro de mi “nos vamos a descansar, usted lo necesita” Me despedí de mis colegas y quedamos en vernos a primera hora de la mañana, al salir había un precioso Chevrolet Impala esperándonos, le pregunte a Yamila donde nos dirigíamos, sonrió despidiendo al chaufer y condujo mientras me decía que teníamos una casa en Siboney para que descansara. En verdad que estaba algo mosqueado porque no conocía estos barrios ni sabía que era lo que me esperaba, pero bien pronto salí de mi desconfianza, frondoso lugar con casas coloniales grandes y separadas con jardines lleno de flores de multitud de colores. En la puerta una pareja de jóvenes que según me dijo Yamila era el servicio domestico de la casa, me los presento como Gustavo y Laia, les estreché la mano y me volví para mirar el paisaje. Justo al lado de la vivienda había otra casa con una enorme bandera de España, Yamila me dijo que era la embajada de nuestro país, me hizo gracia el lugar que habían elegido. Realmente estaba cansado y fue quitarme los zapatos y caer rendido en la cama, pocos minutos después dormía como un bendito. Sentí un leve cosquilleo en mi oreja derecha, pero continué dormido, más cosquilleo que me llevo la mano a instintivamente rascar, pero no, note sobre mi brazo una leve presión con una estructura semiblanda que me era grata, después escuché un bisbiseo en la misma oreja y no me quedo otro remedio que abrir los ojos e incorporarme. Era Yamila que me despertaba de la forma más dulce que jamás me habían despertado, y aún más se quitó las ropas y se metió en la cama conmigo. Y vive Dios, pasamos uno de los mejores momentos de mi vida. Aquella noche me llevo a un paladar donde cenamos a la luz de las velas, pero a la mediación del ágape Yamila se disculpó y desapareció. Aquella noche no la volví a ver, pagué al mesero que juro por lo más sagrado que ignoraba su paradero y me fui. Como no sabía por donde ir me situé en la acera que se dirigía hacia la quinta avenida y levanté la mano en señal de aviso y llamada. Casi de inmediato paro un coche sin distintivo de Taxi, me asomé a la ventanilla y vi que era una mujer, le dije que estaba perdido y que me dirigía hacia Siboney, con voz dulce y melosa me invitó a subir. Diez minutos más tarde, cuando aun me estaba acoplando y mirando los potentes muslos de la mujer, sonó una sirena y se cruzó un coche de policía justo delante de mi desventurado coche de alquiler. Me sacaron con cierta violencia tirando de mi brazo y me colocaron contra un muro, con brazos y piernas en cruz y mirando a la pared. La mujer que igualmente había sido sacada del auto con violencia se encaró con los guardias, yo les escuchaba bastante asustado, pero mi sorpresa fue que la mujer adujo que era músico y que tocaba el Son con una Charanga de Yamila , y de forma inmediata dejaron de presionarnos y nos permitieron continuar nuestro recorrido, devolviendo el pasaporte y los enseres de aquella mujer. Nos permitieron continuar nuestro recorrido en dirección a Siboney, pero sentí que mi boca estaba seca y ella muda para recuperarse del mal rato, pero en unos segundos giro su cabeza y me dijo: “La música amansa las fieras” le pregunté el porqué de ese cambio tan radical cuando dijo que era músico y que en Cuba los músicos son muy respetados, sorprendido entablamos una muy grata conversación, mientras yo con algo de excitación le contemplaba admirando sus muy equilibrados atributos corporales, y valorando cual de las dos mujeres, Yamila y Rachel como se llamaba mi agradable conductora, era más guapa y más deseada. Pero al llegar al destino se despidió con mucha dulzura con dos agradables y húmedos besos y solo comentó “Mucha suerte para mañana”. Al salir me dí cuenta que me encontraba justo delante de la legación que me servia de casa. Por precaución salí del coche agradeciendo su amabilidad y ofreciendo abonarle el recorrido, pero ella sonrió y negó con la cabeza. Entré en la casa y me recibió Yamila con grandes muestras de alegría, le conté mis aventuras y ella dio muestras de conocer mis incidencias en la noche cubana con amplias sonrisas y muestras de coquetería. “Ahora a descansar querido, mañana nos espera un día duro y en especial a usted mi querido cirujano”                                            (Continuará)

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