Mi padre fue un hombre robusto, de altura media y buena musculatura, nunca realizó ejercicios ni actividad deportiva alguna. Paso muchas penurias en los tiempos en que todos los españoles lo pasaban, pero supo adaptarse a sus tiempos y a las jodidas circunstancias. Por motivo de su oficio, era médico y realizaba visitas a domicilio, se convirtió en un gran andarín, caminaba con una leve inclinación hacia delante y golpeaba el suelo con las punteras del calzado. Cada mañana se vestía cuidadosamente y empleaba su buena cantidad de tiempo, limpiaba sus calzados y cepillaba el traje que cuidadosamente descolgaba de la percha, después de la higiene y afeitado, se colocaba un sombrero tipo Fedora y se dirigía a la salita donde tomaba un nuevo café de pie, y con sus dos carteras se dirigía al jardín en dirección al garaje. En el año 1934 compro un coche de importación americano de cuatro cilindros y veinte caballos, un Ford modelo cuba, que pago de forma cuidadosa y honrosa a pesar de lo delicado de los tiempos. Cuando lo compró realizó su primer viaje desde el muelle del puerto donde lo desembarcaron hasta nuestro domicilio, fue toda una odisea de la que fui testigo. Paramos más de veinte veces sin contar los saltos del embrague y sino tuvimos percances fue porque el azar nos ayudo pero tardamos más de sesenta minutos en un distancia de no más de cinco kilómetros. La subida al Monte de Sáncha fue gloriosa, cada curva y tienen más de seis, tardamos diez minutos con maniobras de giro y con un leve golpe sin abolladura, cuando llegamos al llano de entrada de villa Candela mi padre se bajo ya sin chaqueta y con toda la espalda mojada del sudor, allí nos esperaba mi madre y todos los cinco hermanos. Los hermanos se lanzaron a observar el coche, entraron por las cuatro puertas y curiosearon por todos los rincones, luego mi hermano mayor Gustavo levantó la tapa del motor y señaló al interior, eso es el motor, todos conocíamos su pasión por los coches y nos refirió algunas de las partes de la mecánica. Mi padre permaneció en una segunda fila sujetando a mi madre por la cintura, o más bien ella lo estaba sujetando porque le notaba un terrible temblor, le miró con cariño y le pregunto que le pasaba: - No estoy hecho para llevar esta maquina infernal. Padre decidió contratar un mecánico que hiciera las veces de chofer para que le enseñara a manejar el auto. Durante un año llevo a mi padre a los visitas domiciliaria y se supone que le enseñó a manejar pero por motivos económico pasó a chofer de los Kunsner. En la crisis económica de la guerra civil se racionó la gasolina y había mucha dificultad para encontrarla , padre decidió cambiar el modo de desplazamiento por una bicicleta Orbea de color negro. Un motocarro la llevó a casa con la expectación exagerada de todos los hermanos, que algo sabíamos de su uso, aunque faltaban años para poder usarla. Mi padre apareció con cara de preocupación, recogió el falso del pantalón y se lo sujeto con una pinza. Rodeado de sus hijos empujo la bicicleta y la colocó en el llano del garaje, allí levantó una pierna y quiso pasarla por encima del cuadro, primera caída. Poco daño, solo rasguños en rodilla derecha y muñeca izquierda. Acercó la bici a la pared y sujetándose consiguió subirse al velocipedo, luego empujo sin violencia su cuerpo y la maquina y se separo del muro, la rueda delantera realizo pequeños giros violentos antes de atravesar la rueda delantera y hacer capotar sujeto y aparato, cayendo sobre el duro suelo. Segunda caída, rasponazo sobre el quinto dedo mano izquierda, con herida sucia y sangrante. Después de la limpieza y cura con vendaje, nuevo intento, mi hermano mayor le sujetaría el portabultos hasta que cogiera estabilidad y velocidad. Ambos desaparecieron por la primera curva, mi padre sentado en el sillín y mi hermano mayor agarrado al portabultos. Corrimos para ver su inicio de viaje, y en realidad lo que vimos fue la tercera y definitiva caída, cayó capotando por encima del manillar y golpeando el rostro con el suelo. Limpieza de la herida y reposo durante una semana por la conmoción cerebral. Nunca más volvió a subirse a una bicicleta, siempre procuraba el transporte público o caminatas ordenadas por distancia. La bicicleta pasó a mi hermano mayor y el coche permaneció meses en el garaje, hasta que decidió usarlo para el callejeo.
INDALESIO
Estos gestos curtieron los grandes momentos de esta genial familia.
ResponderEliminarGracias fratria
Muy bonita.
ResponderEliminar