Habitualmente
caigo en la cama tan cansado que a los diez minutos de leer, el libro cae sobre
mi cara. Recojo los aperos y apago la luz. Como soy de edad avanzada, pero no
viejo, al menos una vez en la noche tengo que levantarme para aliviar mi
vejiga, pero con rapidez vuelvo a coger el ritmo de mis ensoñaciones. Al
despertar, ayudado por el reloj biológico que tengo dentro de mi cabeza, me
levanto como un resorte y mientras hago la cama intento recordar mis sueños más
placenteros, pero aunque lo suelo hacer con celeridad, nunca consigo recordar
cual ha sido mi sueño más grato.
Se que sería
muy interesante y emotivo el poder disfrutar de mis ensoñaciones, porque sé que
son gratos, no me predicen cosas desagradables y contribuirían a completar la felicidad que conduce el
descanso temporal de la noche.
Pasaron algunos
días antes de que me volviera a las entendederas lo de los sueños, y decidí
tomar algunas medidas. Coloqué al alcance de mi mano una grabadora para relatar
con precipitación y antes de levantarme lo que contenía mis sueños. Inútil u baladí, aunque lo
intenté llegaba tarde y el sueño se desaparecía como por arte de magia, cuando
no se iba olvidando con la misma
celeridad que lo intentaba recordar y verbalizar. A los varios intentos lo di por imposible y
olvide la grabadora y me resigné a no recordar mis sueños.
Pero nunca
olvidé mis deseos de disfrutar de los hechos de la vida durante la inducción
del sueño, y me informe. Decidí tomar medicación psicotrópica que aligeraba el
sueño y lo hiciera más presente, pero me producía el efecto inverso, dormía
como un lirón. Cuando lo suspendí tarde tiempo en regularizar el sueño, y ya
nunca lo volví a recuperar con la armonía con la que lo disfrutaba antes.
Al fin y no sin
que pasaran muchos meses e incluso años, olvide que deseaba recuperar para el
consciente mis sueños, hasta que se cruzo en mi camino un personaje peculiar y
de indudables dotes de genialidad para la hipnosis. Me convenció de que me
sometería a una sesión de hipnosis y conseguiría sacar de mi mente todas esas
maravillosas ensoñaciones que habían adornado mis noches. Hablaría conmigo
mientras me encontraba inducido y gravaría nuestra charla, incidiendo con mayor
insistencia en aquellos aspectos menos escabrosos de mi subconsciente. Se
llamaba El MAGO HERMANN BROCH y era oriundo de loa países germánicos.
Cuando me
pregunto por la parte que no quería que removiera, me comenzó a rondar por la
cabeza hechos que solo podía compartir conmigo mismo y que bajo ningún concepto
debían pasar a la luz, así que empecé a tener dudas y algo de miedo, porque
como ya dije en otra ocasión he cometido delito, muchos delitos, y jamás
querría que nadie se enterara, ni incluso yo mismo. Así que lo mejor que podía
hacer es no remover lo que bien asentado está. Le pedí disculpas y achaque mis
dudas a convicciones religiosas insuperables.
Hace más de
cinco años que aunque duermo mal, no tengo ni lo más mínimos atisbos de
ensoñaciones y sinceramente no quiero recuperarlos.
INDALESIO Abril
2014