Al fin me liberé de los famosos fantasmas
que desde hacia varios días me atosigaban, y digo famosos porque me enteré de
su existencia en la prensa del movimiento nacional que apareció con hoy tres
días. Me explicó, en las letras redondillas del asqueroso libelo que reparten
sin cargo en los puestos de suministro de víveres, aparece una noticia que me
perturbó y que con toda seguridad inquietó a todos los conciudadanos, una
imagen grande y cubierta con un paño negro de franela se encontraba desde hace
dos días subida a la cornisa del Ministerio del Interior, en un lugar imposible
de llegar y por supuesto de rescatar. Se aviso con urgencia a los especialistas
del ejercito, únicos especialistas ya que los civiles aún no habían sido localizados
y menos movilizados. Pero carecían de medios para poder realizar una
recuperación en toda regla. Un observador muy experimentado y con muchas
medallas en su haber concedidas por la caza de maquis con carabina de alta
precisión, fue localizado y preguntado por su opinión del objeto que permanecía
en la cornisa, este especialista permaneció observando con un catalejos durante
varios minutos y al fin dio su parecer, era una persona acorpórea que para ser visionada se había puesto un
manto que diera forma a su imposible visión de masa corporal. Para confirmar la
teoría del especialista se elevó un micrófono con una pértiga, y se escuchó
detenidamente si emitía sonido alguno, siendo imposible poder confirmarlo. Fue
entonces cuando me buscaron, yo me encontraba detenido en el cuartel de
Caballería número 22, por un delito del que no me consideraba culpable, había
sido visionario de los movimientos del ejercito que guerreaba contra la
república, y sospechaban tenía un don sobrenatural para descubrir estrategias
militares, así como descubrir enrevesados problemas de identidad. Fui sacado
casi arrastra de mi celda colectiva, porque sospechaba me iban a fusilar, como
ocurría casi a diario. Pedí un cigarrillo como última voluntad y mi carcelero
se rió. Me condujeron delante de un Comandante con bigote finito y pelo
engominado, y me explicó que me necesitaban para resolver un asunto vital, yo
acepté que más podía hacer. Fui llevado con violencia en una camioneta junto al
apeadero del Ministerio del Interior, después y aún con mis manos atadas con
cuerdas de pita, me señalaron hacia la cornisa donde permanecía la figura
cubierta con el paño negro de franela.
¿Qué es aquello? Me preguntaron, con una pistola apoyada en mis sienes.
¿Yo que podía responder? Sino lo hacia,
seguro que el subteniente especialista de los fusileros que apoyaba su pistola
en mis sienes dispararía, dije lo que creí en aquel momento. Aquello era el fantasma
del Presidente de la República, que se había corporeizado para ser testigo de
los acontecimientos de la devastación de la capital de la República. El subteniente hizo amago
de apretar el gatillo y yo sentí el preámbulo del disparo, pero se escuchó una
voz que detenía aquella ejecución y pedía que le llevaran a su presencia al
atrevido personaje que había dicho semejante locura. No pude sino tragar
saliva, y agradecer al destino que me permitiera vivir unos momentos más. En
aquellos días había decidido que yo era un personaje sin pasado y aún menos sin
futuro. Delante de un orondo personaje con traje negro y peinado hacia atrás,
me colocaron levantando mi cabeza tirando de mis débiles pelos. Encendió un
cigarro y me miro durante varios minutos, me preguntó el porqué de relacionar
la silueta de la cornisa con el fantasma del Presidente de la salvaje
República. Yo buscando conseguir algunos minutos para respirar, le respondí que
mis poderes no guardaban relación lógica, solo eran atributos recibidos durante
mi gestación, y que eran distribuidos por mi madre y mi desconocido padre, pero
que estaba seguro que no me equivocaba. Tiró el cigarrillo y ordenó que me
devolvieran a la cárcel, después habló con el personaje militar que me había
llevado, de algo que nunca sabré. Soñé varios días con el fantasma del
Presidente de la República, y al amanecer del cuarto día me llamaron y me
condujeron junto con otro personaje algo obeso y con gafas tipo quevedos al
paredón del cementerio municipal, allí dispararon tres descarga de fusilería sobre
nuestros maltrechos cuerpos.
INDALESIO 28 de abril de 2007