viernes, 11 de diciembre de 2020

YAMILA

 




                                          


Escuché el sonido irritante del timbre de la puerta de mi casa y me sobresalté, pensé en ignorarle pero al segundo intento debió mantener pulsado el botón de llamada porque juré en arameo con un tono de voz elevado por si acaso me escuchaba y me olvidaba. Pero no, ni me ignoró ni se olvido de que debía estar dentro, porque al tercer intento me levanté y grité:¡ Voy!. Pulsé el contestador y me asomé al hueco de la escalera. Era un hombre con zapatos de material que les hacia sonar con cada paso que daba sobre el suelo de mármol. Le pregunté quien era y no me contestó, es más continuó subiendo los tres pisos que al parecer era su meta, y a saber también mi casa. Desde arriba en el rellano del tercer piso, yo me encontraba apoyado en la barandilla mirando como aquel hombre bien trajeado y con un sombrero de fieltro en su mano, ascendía lentamente. Al llegar al segundo piso, se asomó mirando hacia arriba y me saludó con corrección, preguntó por mi nombre y yo le contesté: ¿Quién le busca? Continuo sin contestar y siguió subiendo el último tramo de la escalera, al llegar al rellano me miró y dijo: ¡Puñetas con las escaleras! Entreabrí la puerta del piso por si acaso tenía que hacer un giro y refugiarme dentro de la vivienda, pero el gesto de sacar un objeto del bolsillo, resulto ser un pañuelo de secarse el sudor. Guardó el blanco y bien doblado moquero y me tendió la mano mientras nombraba su nombre y apellidos. Se llamaba Arsenio Cué. Después de identificarse preguntado por mi nombre, me refirió que deseaba hablar conmigo para un asunto de la máxima importancia. Dudé si admitirlo en mi casa, por eso de lo peligroso que estaba la situación social de mi barrio, y como el señor Cué continuaba expectante mirándome decidí al menos preguntarle que era lo que deseaba saber de mi. “Es un asunto delicado y privado”, dijo mirando en derredor. Me hice a un lado y le indiqué con mi mano que podía pasar, inclinó unos centímetros la cabeza en señal de sometimiento y el sombrero fedora lo apoyó en su pecho, alargo la pierna derecha y entró en la vivienda. Era un hombretón elegante de piel tostada y pelo engominado, con cara risueña y gestos adustos en forma de tics. Permanecí de pie para evitar confianzas y esperé que me dijera los motivos de su visita. “Me envía el señor Cabrera para arreglar un cita literaria para con su persona” “Ignoro quien es el señor Cabrera” le respondí, “me podría indicar algún dato más sobre esa persona” Me miró en hito y secándose la frente comenzó a murmurar palabras que no entendía, le pedí que me repitiera lo que estaba diciendo y aclarándose la voz me dijo. “Necesito saber su opinión sobre el populismo” Me quedé sorprendido mirando sus labios, como seducido y sin comprender de lo que me estaba hablando, sacudí mi cabeza pensando que este movimiento recolocaría mis conexiones neuronales y poder entender lo que me decía. Sonreía de mis gestos cuando pidiendo disculpas retiro una silla y se sentó, volvió a preguntarme y esta vez con la voz más calmada, cual era mi opinión sobre el populismo. Respondí con tranquilidad si hablaba de populismo de derecha o comunista, sonrió ampliamente y me pidió olvidar aquella pregunta y la respuesta que le era suficiente aclaratoria. Me pidió un vaso de agua y después de beberlo, me dijo que en verdad necesitaba saber si mis convicciones ideológicas continuaban igual que años atrás. Continué con cara de pasmado, no entendía que era lo que me preguntaba aquel hombre y a que venía lo de populismo, pero algo ya me llamó la atención, cuando me preguntó si llevaba mucho tiempo sin ver a Ernesto Laclau. En verdad que hacia unas semanas que había estado con Ernesto en la presentación de su libro sobre el populismo, pero la curiosidad me pudo y decidí permitir que aquel personaje me preguntara sobre hechos que estaban en mi intimidad. Pues si le respondí, hace varias semanas he estado con él, “que interés tiene usted en saber mi relación con él” Bueno le pido disculpas me dijo él, “necesitaba saber el estado actual de su posicionamiento ideológico” Me reí por lo ridículo de la conversación y le indique que adelante. que preguntara lo que deseaba. Saco un cigarrillo y lo encendió, “miré” me dijo, “pertenezco al servicio comercial de la embajada Cubana y necesitaba saber su disposición para ayudar a un camarada que se encuentra en una situación delicada de salud y que sabemos que usted le puede ayudar por estar especializado en es patología tan especifica.” “¿Cual es la enfermedad que padece?” Vera no soy médico y no quisiera dar una información equivoca, pero traigo un CD con toda la información clínica para que usted la valore. Solo existe un problema, el paciente es un hombre de edad avanzada y además no puede salir de Cuba, todo lo cual nos lleva a que usted tiene que recoger sus ropas básicas y montar en el primer vuelo que salga en dirección al aeropuerto Jose Marti de la isla de Cuba. “Esto es verdad, o usted me esta tomando el pelo” Mire yo no puedo bromear con estas cosas tan serias, solo le pido que lo tome con rigor y que podamos ayudarle a llegar a destino con mayor prontitud posible. Igualmente necesitamos saber si necesita algún material para que pueda realizar su trabajo con la mayor eficacia posible. “Bueno lo primero es que vea de que asunto se trata y después las necesidades, pero me sorprende todo esto, lo normal es que con toda seguridad se pueda trasladar a algún lugar que esté cerca y que ofrezca las máximas seguridades”. Recogí el CD y lo introduje en el ordenador, sin ninguna clase de problemas y con prontitud apareció la leyenda de la pantalla, unas Rx de las caderas con un enorme quiste en la cadera derecha. Una analítica con valores normales y una ganmagrafia con la única alteración de captación en la cadera derecha. El paciente es fumador e hipertenso. Repasé todos los informes clínicos, incluyendo la preanestésia, y todo parecía correcto, en cuanto al diagnostico con bastante seguridad parecía una necrosis vascular, pero toda esta historia me parecía una broma pesada y algo confusa, así que decidí interrogar al cubano Cué. Me confesó que mi persona había sido recomendada por un secretario de embajada, cuyo nombre no podía confesar, por motivos de seguridad, pero todo esto me hacía dudar aun más, Quien cojónes me conocía a mi, si yo al fin solo era un digno cirujano de huesos afincado en un provincia, de ideas progresista desde hacia algunos años. Pero este señor Cué era tozudo y una y otra vez rebatía los argumentos y dificultades que le planteaba, así que le hice una relación de material que necesitaba para implantarle una prótesis de cadera. Mi guía Cué me propuso salir para Cuba en veinte horas, y me dio un documento firmado por el Gerente del Hospital, autorizando mi ausencia durante un periodo de quince días por motivos científicos, y otro documento autorizando la retirada de material quirúrgico necesario para la implantación de un Prótesis de cadera. Sentí un pellizco en la barriga y me busque otro argumento para poner pegas, le pedí que de forma ineludible tendría que acompañarme un ayudante para al intervención quirúrgica. “Mire, dos cosas, la primera es que por motivos de seguridad suya y de nuestro país, esta operación tiene que mantenerse dentro de la más estricta discreción, ya que su paciente pertenece al mando supremo de la revolución. La otra es que los americanos han prohibido el uso de ese material quirúrgico, por el bloqueo económico que tiene desplegado hacia las islas de Cuba” “Por último nadie puede saber nada de esta operación, nosotros le pondremos un ayudante muy avezado que le cubrirá todas sus necesidades” Gradualmente me fue cerrando todas las escapatorias y por más pegas que le ponía fue dándome respuesta para todo, hasta que me quedé solo con la aceptación o la negación. Llevaba veinte años en mi hospital y había conseguido aprender mi especialidad con bastante parabienes, tanto que conseguí el nombramiento de Jefe clínico y una moderada consideración y respeto en el mundo sanitario. Además me merecía un descanso aunque asumiera bastante responsabilidad, porque no existía otra posibilidad un solo un camino, salir bien de esta delicada situación. Le presenté mi mano y acepté, el me lo agradeció con un balbuceo e igualmente con la mano por delante, “por la resolución de nuestro asunto” me dijo con una leve sonrisa, “Cuando quiera nos vamos” Saqué una maleta pequeña y guarde de forma ordenada un par de mudas y algo de ropa, “Cuando quiera nos podemos ir”Tres horas más tarde me encontraba sentado en un avión de Air Europa con destino a la isla de Cuba, me acompañaba una bellisima mujer de color.          (continuara)         

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