lunes, 22 de noviembre de 2021

ABEJARUCO

 

                                               


 

Mi madre fue una gran mujer, se desvivió por los cuidados para con sus hijos, asistiendo en su educación en todos los aspectos. Ella nos enseñó a cada uno a leer y escribir con gran paciencia y dedicación, lo cual nos permitió sentir entusiasmo por cada una de las enseñanzas que con ella realizábamos. En los periodos vacacionales organizábamos paseos culturales, nos enseñaba a reconocer los tipos de piedras y cada una de las flores que nos encontraba en nuestro dilatado e interesante paseo. Una vez terminado el recorrido en el bosque cerca de nuestra casa, nos invitaba a tomar una horchata que hacia ella misma para los tres hermanos y los dos únicos amigos y vecinos que compartíamos los afectos de mi madre. Este último verano nos anunció que deberíamos aprender la identificación del canto de los pájaros de nuestro entorno, adquirimos en forma de préstamo un casete de nuestro padre para grabar el sonido de los muchos pájaros que vivían en el bosque cercano a nuestra casa. Cada día nos obligábamos a reconocer un nuevo tipo de ave de los muchos que habitaban en nuestro entorno, mi madre nos contó que su padre tenía un oído muy fino para imitar el canto de los pájaros y que realizaba el reclamo con una enorme habilidad, algo que ella aprendió para no solo identificarlo, sino para entablar un intercambio de sonidos que tuviera utilidad tanto para el ave como para el humano. Nos propuso realizar una aventura con un pájaro peculiar del que todos andábamos enamorados, el abejaruco. Le enseñaríamos a emitir sonidos que tuvieran algún significado para nosotros, y una vez reconocido realizar el recorrido inverso, emitir sonidos que significaran algo para ellos. Cuando mi madre inició los sonidos del abejaruco, nos quedamos sorprendidos, eran de un parecido idéntico a los auténticos animales, incluso el ave estiraba el cuello buscando el origen de aquel sonido tan cercano a los suyos. Grabamos sus sonidos y veíamos su reacción cuando mi madre imitaba su canto, que por cierto despertaba la curiosidad del animal. Aquel animal nos fascino porque con la provocación del canto de mi madre, respondía con una imitación igual, levantando el cuello y buscando el lugar de donde procedía aquella imitación. La fascinación incluía igualmente el colorido de su plumaje y el dorado de su panza, cada una de sus virtudes nos estimulaba aún más su observación y los detalles de su comportamiento que lo transcribíamos con todo tipo de anotaciones, en el cuaderno que disponíamos para su localización y descripción. La semana siguiente acudimos llenos de ilusión a ver nuestra pareja de abejaruco, y en efecto allí estaban la pareja, pero algo debía pasar porque estaban inquietos revoloteando por la bocana de su nido, fue entonces cuando observamos un cuervo que se lanzaba en picado sobre la cueva - nido y mientras nuestra pareja huía atrayéndole hacia sus piruetas. El cuervo, consiguió alejarlos y entró en el nido, al momento salió con el pico lleno de cascara de huevo y se lanzó en vertical hacia un eucalipto donde mantenía su nido. Los abejarucos huyeron y nunca más lo conseguimos ver, también nosotros perdimos el interés y nos dimos cuenta lo cruel que puede ser la vida.

INDALESIO   

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