miércoles, 17 de junio de 2020

vIOLENCIA DE GENERO







Berta salió de la cama con mucho cuidado, no quería despertar a su marido para que le permitiera campar a sus anchas en esa mañana tan luminosa. Saco de bajo del edredón una pierna y sintió el frio de la habitación, volvió a su lugar de origen a buen resguardo y notó la diferencia de temperatura de ambas piernas, giró la cabeza y comprobó que Augusto continuaba dormido, elevó la cabeza por encima del hombro de su hombre y miró la hora. Si quería hacer todos sus planes para esta mañana tenía que levantarse ya, pero sin la presencia molesta de Augusto que seguro no pararía  de hablarle y pedirle estúpidos encargos. Una vez que había sacado ambas piernas, se paró para confirmar que todo continuaba bajo los mismos cuidados de no despertar a su compañero Augusto. Tiró del cuerpo y se sentó en el borde del colchón, al bajar la pierna izquierda metió el pie en la escupidera con tan mala fortuna que al volcar la vasija se rompió en varios trozos, pero con el acierto de que no sufrir daño físico alguno, salvo que su agresivo marido se despertó. Con cara de ausente y voz de aguardiente preguntó que carajo pasaba. Berta le intentó tranquilizar, pero sabía que el día comenzaría con bronca, y entre otras cosas porque la vasija era una de sus piezas favoritas. Se levantó, mientras que Augusto se deslizaba y asomaba por el lateral del colchón y contemplaba el destrozo de la escupidera, regalo de su tío Edmundo. Un severo y profundo rugido salió de su garganta, nombrando sin poder identificar con claridad a Berta. Volvió a repetir esta vez con mayor claridad el nombre de su mujer, mientras ella cerraba con pestillo la puerta del baño, y él aporreaba la puerta soltando por la boca todo tipos de insultos e improperios. Pasados varios minutos se fue haciendo el silencio y solo se escuchaba el resoplido de Augusto intentando unir los trozos de porcelana de la asquerosa escupidera. Berta tenía miedo porque ya había vivido otras situaciones parecidas y había sufrido la violencia de aquel cenutrio de hombre, pero sabía que en el fondo no tenía maldad y que en unos minutos quizás se le pasaría el cabreo. Colocó la silla apoyándola en la cerradura para reforzar la defensa, y se decidió a realizar sus abluciones con tranquilidad, pero después de unos minutos se escuchó como explotaba de nuevo la escupidera sobre la puerta del baño.
  • Abre la puerta Berta, necesito usar el baño.
  • Pues promete que no me pegaras.
  • Seguro tía torpe, pero me tendrás que encontrar otra vasija igual, y no quiero que te vean con la jeta llena de cicatrices.
Berta había terminado de realizar todas sus ablusiones y escuchaba con detenimiento las actividades de Augusto, le tenía miedo porque en otras ocasiones le había pegado con violencia y sin miramiento. Se apoyo en la puerta y se dejo caer apoyada en su espalda, cuando se había sentado y escuchó un bisbiseo muy cera de su oreja, agudizo su oído y pudo confesar que el sonido procedía del interior del dormitorio, pero no se atrevía a tomar alguna determinación, conocía al Augusto violento e irracional que cuando se enfadaba era un auténtico peligro. Apoyó ambas manos en la puerta y entre ellas su oreja derecha que era la que mejor funcionaba. Continuaba sonando un rumor cercano de lamento, pero Berta no quería abrir la puerta que defendía su integridad física. Luego de un largo espacio de tiempo y sin que se cambiaran las condiciones de su defensa y sin que se modificaran los signos de agresividad de Augusto, que parecía solo realizar ese ruido parecido a un rumor de lamento, se decidió a tomar alguna solución cansada ya esperar la explosión de genio de Augusto. Aunque no ignoraba que ese ruido tenue y parecido a un resoplido podía ser una simulación para que Berta abriera la puerta,y esperando que ya la violencia se hubiera mitigado. Pero Berta sabía que Augusto emplearía todas su artimañas para saciar su sed de violencia golpeando con saña su delicado cuerpo. Habrían pasados más de dos horas sin que se modificaran las condiciones de su situación, cuando Berta decidió salir del baño y enfrentarse a lo que hubiera. Primero hablo pidiendo perdón por su torpeza, sin recibir respuesta, después movió el cerrojo de la puerta sin abrirlo e igualmente sin sentir respuesta. Aguantó la respiración y evitó ruidos para no dar señales, y deslizó la puerta para permitir ver el interior del dormitorio, pero sujetando con el pié para evitar la eventual patada sobre la hoja de la puerta. Terminó por abrir completamente ambas hojas de la puerta del baño y vio que Augusto estaba tendido en el suelo. Se acercó con cautela y vio que los ojos estaban cerrados, le llamó con su tenue voz , pero no recibió repuesta. Le movió desde el hombro y se dio cuenta que el cuerpo estaba inane, cayo de rodillas y emitió un grito sordo, Augusto estaba sin respuesta y con toda certeza sin vida. Berta suspiro hondo y decidió como enfrentarse a esta delicada situación, con miedo acompañado de temblor decidió que debía llamar a un abogado y que resolviera su situación. Pero estaba tan asustada que las dudas le atenazaban, decidió huir porque si no le caería encima una responsabilidad que le provocaría crisis de pánico y en esa actitud tenia las de perder. Se puso ropa de abrigo e hizo un hato con lo imprescindible, corrió hacia la puerta con la decisión clara de huir como así fue . Dos días después lo encontraron sin vida y le acompañaba una nota en su mano derecha, decía que se había lesionado fruto del azar y quizás del pánico, pero que Augusto había muerto debido a su estupidez y empleo de la agresividad , acompañado de una insuficiencia cardiaca, Lo firmaba Berta


INDALESIO


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