Hacia años que conocíamos a Indalesio, es un buen
muchacho con mayor interés que inteligencia, y cuya mayor
característica era el entusiasmo que manifestaba ante cualquier
propuesta. Le llamé por indicación del psiquiatra que lo había
encontrado y aceptó unirse al desenfrenado grupo que llamábamos
MERE, médicos republicanos, jubilados con inquietudes de izquierda.
Como esperábamos, inmediatamente se prestó a la próxima comida
coloquio, la celebrábamos el siguiente viernes después del 14 de
cada mes, lo cual me liberaba del castigo de avisar a cada uno de los
contertulio. Hasta ese momento se habían celebrado tres reuniones,
con esperanzas de llegar algún acuerdo pero sin resultados
aparentes. Queríamos o al menos deseábamos encontrar una plataforma
para poder manifestar sin reparo nuestra inquietudes sociales,
filosóficas y políticas, pero sin realizar ningún compromiso,
quizás solo la laicidad y la soberanía, elementos indispensables en
los criterios republicanos. Eso sería nuestros deseos, pero quedo en
nada, nadie sintió el más mínimo interés en los compromisos
colectivos, y quedó como las reuniones de un grupo de amigos que
solo nos unía el oficio de sanador.
Indalesio se integró rápidamente, además era amigo o
conocido de casi todos y usaba la ironía con mucha facilidad y
oportunidad, su pasión más relevante era la literatura y en alguna
ocasión nos martirizaba con sus cantinelas de ficción literaria.
En alguna ocasión invitábamos a personaje relevante
para que nos hablara de su especialidad y sin ser una conferencia nos
daban algunas informaciones de interés y su posterior coloquio. La
ocasión que quiero remarcar ocurrió hace tres meses, a propuesta de
Indalesio. Llamé al conocido novelista Gustavo Sinsabores que
acababa de publicar una pésimo relato en una editorial local y que
no había tenido la acogida esperada, pero según Indalesio tenia una
escritura fácil y llana con gran porvenir y futuro.
A mi personalmente me gustaba poco porque ya hace años
lo condené por un pésimo relato pretencioso y con una estructura
literaria muy débil y ya conocida, pero como no teníamos a nadie
en espera decidí que adelante, como así fue.
Hacia un precioso día y fuimos como habitualmente
hacemos al Pimpi, cuando llegó nuestro invitado hicimos las
habituales presentaciones y yo hice unas palabras de salutación y
bienvenida. Antes de terminar ya pude apreciar cierta inquietud en
nuestro invitado Gustavo, miraba fijamente a Indalesio y se retorcía
los dedos de la mano derecha en el hueco de la mano izquierda.
Cuando terminé, Indalesio habló con rigor de lingüista resentido,
criticando levemente su novela. Miré al novelista y le ví
desencajado y muy inquieto hasta el punto que se levantó y se
abalanzó con un cuchillo en la mano hacia Indalesio, atravesándole
el brazo derecho de atrás hacia adelante, un fino chorro de sangre
nos salpicó a todos. Por fortuna en el Hospital le cosieron sin
encontrarle lesión importante. El novelista estuvo en comisaría
durante tres horas hasta que el juez dictaminó su ingreso en el
pabellón de agudos del Hospital. Nunca supimos el porqué de este
comportamiento y esta agresión, el caso fue que se disolvió el
grupo de los Mere.
Llamé a Indalesio para decir que se
acabó y de camino preguntarle por su salud, me respondió
afectuosamente como siempre y me contó que tenia un problema, porque
su brazo agredido se había quedado paralizado, en el hospital no se
habían apercibido que la puñalada le había seccionado el nervio y
que ahora tenía problemas para poder repararlo .
Así que su brazo derecho lo tenía inútil y no podía
escribir, y que su agresor padecía un síndrome psicótico del que
saldría después de una larga temporada, aunque él no lo había
denunciado, bastante pena y carga tenía ya. Los porqués nunca lo
sabremos, aunque sospechaba que era debido a unos celos literarios.
Hace años que no lo he vuelto a ver.
INDALESIO 24/02/2016
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