domingo, 25 de febrero de 2018

HELENA SEDUCTORA





Eurípides inventa en su drama Helena la figura, consolidada en la sociedad burguesa del XIX, de la querida que se echa un amante, pero mantiene la ficción de fidelidad a su marido. En el prólogo, la esposa amistosamente raptada interpreta su historia afirmando que lo que se ha ido con Paris es su imagen “tuvo a mi nombre, pero no a mí”. Aclara que en realidad fue retenida por Hermes entre los repliegues del éter, donde queda a la espera de reunirse con Menelao, inaugurando el consabido “no es lo que parece”. A pesar de esta quimera se siente orgullosa de que los hombres se maten por ella y de ser la causa de la guerra. Sigue siendo un tema de actualidad el desdecirse de los actos propios.
Lo que viene funcionando desde la Antigua Grecia, si no de antes, es que la primera pasión sirve para formar la familia, para echar raíces. Luego llega el aburrimiento: “El amor. Claro, el amor. Un año de ardor y llamas y luego treinta de cenizas” (Giuseppe Tomasi di Lampedusa: El Gatopardo); pero si en ese momento surge un nuevo amor capaz de superar la querencia del hogar, se produce el rapto. Safo lo describe poniendo, precisamente a Helena como ejemplo: “Unos dicen que un ejército de jinetes, otros que una tropa de soldados, otros que una escuadra de navíos es lo más hermoso sobre la negra tierra; en cambio, yo digo que es aquel a quien uno ama. Es absolutamente fácil hacer esto inteligible a cualquiera, pues la que mucho había contemplado la belleza de los hombres, Helena tras abandonar a un hombre superior en todo, se fue a Troya navegando y ni de su hija ni de sus queridos padres en ningún momento se acordó”. Pasada la exaltación se intenta volver a la primera situación con excusas; si allí tampoco está el reposo viene la depresión: Madame Bovary, Ana Karenina, La Regenta, Fortunata y Jacinta.
Creo que la máxima expresión de la pasión es el rapto. En esa situación todo es irreal, no se habita en este mundo, sino que, como Helena, se está en éxtasis, se es inmaterial, se vive más allá de los sentidos. Cuando está poseída, la mujer quisiera petrificar el momento. Siente que el futuro destruirá la felicidad máxima y pide ¡acuérdate de mí!, que es el lamento de la sombra en Hamlet. Desde el culmen del placer ve la otra vertiente del tiempo como si habitara en él y, como un alma en pena, repite ¡acuérdate de mí! Es la hiperrealidad a la que tienen acceso los elegidos. Tras eso solo hay dos salidas: la muerte o la paz interior (serenidad). Estamos hablando de pasiones de verdad, no de frivolidades.

CIRANO

3 comentarios:

  1. Da para pensar este análisis tuyo sobre la pasión femenina. Y digo femenina porque el caso del hombre es muy distinto. En el caso de la mujer, ese rapto (tu interesante hipótesis) creo que va en contra de su naturaleza que es la supervivencia de la especie. Lo dice Safo: Helena se olvida de su hija y de sus padres, los eslabones de la cadena que ella une, y abandona un hombre superior que garantiza el mantenimiento de la prole. Y ahí es donde toda mujer cumple su destino, pero Helena es una semidiosa y alcanza la "hiperrealidad" (esto me parece un gran hallazgo tuyo). No sé si Nietzsche o los griegos a estas hembras las llamaban las hiperbóreas (mi personaje de la novela que te daré próximamente que es una tía que tiene una relación con otra, autodefine la pareja como hiperbóreas).
    Me gusta mucho tu hipótesis y trabajaré con ella en un futuro. Mis personajes femeninos todavía no han llegado a esa hiperrealidad. Enhorabuena por el término.

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  2. Está bien interpretado. El rapto lleva más allá de la mera conservación de la especie, por eso me parece bien el término hiperbóreo. El matiz quizá esté en que el rapto es una extrapolación temporal y lo hiperbóreo es una idea espacial (el bóreas es el viento del norte). Estamos acostumbrados a movernos en el espacio, pero desconocemos la manera de hacerlo en el tiempo. Dominamos las tres dimensiones del espacio y ninguna del tiempo. El éxtasis es una salida del tiempo real; cuando se vuelve, el espacio se ha desplazado y se llega a una situación distinta. De ahí el desconcierto; por eso la sombra dice: como no me comprendes ¡acuérdate de mí!

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  3. Quizás me recuerde algunas imposturas filosóficas. Le ruego me disculpe, solo le ruego no abarate el producto.

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