En un bar vulgar
donde desayunaba entró una pareja de ancianos que pidió café con leche y
tostadas. Cuando la camarera puso sobre el mostrador el plato, el hombre lo
atrajo un poco hacia sí. Inmediatamente la mujer corrigió la posición
desplazándolo una insignificancia a su lado. El varón sin detenerse lo volvió a
colocar donde prefería y la hembra hizo lo propio. Iniciaron así una especie de
competencia de corrección sin ademanes violentos y sin mostrar contrariedad o
enfado. Simplemente, en cuanto uno terminaba de correr el plato, la otra lo
llevaba al lado contrario. Lo hacían de manera mecánica como cumpliendo un
ritual que parecía eterno. Yo asistía a esa ceremonia de
tozudez entre divertido y admirado. Daba la sensación de que no iba a terminar
nunca, así que, cuando finalicé mi desayuno, me ofrecí de árbitro para resolver
el desatino que me parecía tanta ofuscación.
-
¿Quieren que les coloque yo
el plato en su sitio? Pregunté inmiscuyéndome donde no me llamaban.
Los dos me
miraron con sorpresa pero asintieron con la cabeza. Entonces yo coloqué el
plato donde me parecía que debía estar.
-
Ni lo pongo aquí que es donde
usted quería, dije dirigiéndome al hombre, ni aquí tampoco que es donde usted
prefiere, continué hablándole a la mujer. Lo dejo en sitio de nadie, donde los
dos puedan llegar con comodidad.
-
Está bien, aceptaron ambos,
pero esto no soluciona nada.
-
¿Qué no soluciona nada?
Exclamé asombrado.
-
No resuelve lo principal,
contestó el hombre.
-
Nunca estaremos de acuerdo en
nada, dijo la mujer.
-
¿Y cómo se las arreglan en
casa?
-
Allí deciden los hijos o los
nietos cuando están. Si nos quedamos solos siempre estamos enfrentados por
motivos insignificantes.
-
¿Luego están casados?
-
-Desde hace más de cincuenta
años
-
¿Y siempre ha sido así?
-
Siempre.
-
¿No han pensado nunca en
separarse?
-
Nunca. ¿Qué iba a ser de
nosotros separados? Somos felices, casi no nos conocemos, nos pasamos la vida
disputando y no hay tiempo de nada, no tenemos tele, ni radio, no leemos ni
viajamos. Estamos tan entretenidos por tonterías que nos sentimos dichosos. No
se que va a ser del otro cuando uno falte.
Pagué mi consumición y me fui.
CIRANO
Imaginemos el mismo entretenimiento de Cirano, pero en este caso el hombre acerca el plato al lado de la mujer y viceversa. Lo demás, igual.
ResponderEliminar¿Quiere decir que tanto el egoísmo que plantea Cirano como el altruismo que defiende el anónimo son mecanismos de distanciamiento? Pero al final dicen que son felices en la disensión por lo que no entenderse es una manera de entenderse.
ResponderEliminarSe es muy pervertido, aguantar sin tedio, durante tantos años unas relaciones de pareja como nuestros protagonistas. El egoísmo de ellos es tan grande, que merecen un cierto desprecio por faltar a un principio tan elemental como es la libertad. Una sociedad demuestra su grado de compromiso con la libertad, por el numero de divorcios de sus ciudadanos
ResponderEliminarSoy el Anónimo 2. Creo que es un acierto la interpretación del Anónimo 3 en lo de combatir el tedio, pero no en que merezcan desprecio. ¿Quién dice que no actúan con libertad? Deciden mantenerse unidos a base de discusión. Las diferencias puede que unan más que las afinidades.
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