miércoles, 5 de junio de 2013

LA DUDA






            Estaba sentado a una mesa en donde le sirvieron una bandeja con la comida. No sabía si debía comer o esperar, sospechaba que, en realidad, estaba al borde del sueño y que aquella idea se le esfumaría en cuanto cerrara los ojos. Dudaba, pues, entre levantarse para dejar una nota que le recordara la idea a la mañana siguiente o seguir adormecido entre las sábanas. No sabía si la idea pudiera ser genial aunque lo más probable era que no. Pero de lo que estaba seguro es de que si se levantaba terminaría desvelado porque sentía bullir, como hace el agua cuando hierve en una cacerola puesta al fuego, ideas intermitentes en su mente. Si dijera que ese personaje era yo quizás no mentiría, pero, aunque el que estaba acostado era yo, el que duda entre levantarse o hacerse el remolón es el protagonista. De eso estaba seguro, la escena la veía clara: un hombre en una habitación difusa, quizás un reservado de un restaurante, retrepado en un sillón al que le acercaban una comida, puede que en bandeja, que no sabía si debía ingerir o si debía esperar a alguien (confusión que estaba seguro no dependía de él). El sujeto de la duda era el que, en cualquier caso, debería levantarse, ponerse las zapatillas, abrir puertas, encender luces, llegar al cuarto de estudio y anotar una idea que se le había ocurrido a un hombre que esperaba descansar después de un día ajetreado. La cosa se resolvió de la siguiente manera: yo razoné que no era ningún escritor famoso que viviera de mis ideas, por lo que si hasta ahora no había tenido ninguna brillante, no la iba a tener, precisamente,la noche que necesitaba descansar; el comensal se difuminó al desaparecer de mi mente interesada en soñar duermevela que retendría el relato y quien dudaba si levantarse o quedarse en la cama no se movió, así que la idea se desmoronó y la duda se resolvió a favor del sueño. Esta mañana tenía que hacer un par de horas en bicicleta y las he hecho.

CIRANO

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