Siempre había
tenido ganas de organizar una representación de teatro en casa. Cuando se lo
propuse a unos amigos sugiriendo, incluso, el entremés de Cervantes El retablo
de las maravillas, respondieron como esos perros que se asustan ante un
visitante con el que desean hacer amistad para su propia tranquilidad, pero lo
que va del miedo al deseo (o del deseo al miedo)los paraliza. Mientras explicaba
el argumento una esposa desinhibida, me preguntó si eso no se parecía al rey
desnudo y le dije que sí, pero que era anterior.
-Más interesante –dijo con picardía- veo lo del rey desnudo y a ti
haciendo de rey.
-Si introducimos una variación –respondí un tanto picado- con
protagonista femenino podrías lucirte.
-De acuerdo, contestó ante el estupor general.
El grupo lo
formábamos tres o cuatro matrimonios que desde la universidad aparentábamos ser
liberales, progresistas, críticos y todas esas cosas que dice ser la burguesía
provinciana aficionada a las películas de Woody Allen. La reacción del marido
de la atrevida fue un anticipo de lo que puede ser un amago de infarto. No pudo
decir por progre las cosas que se le ocurrieron, pero utilizando la estrategia
de la ironía intentó desbaratar el invento sin atreverse a lamer al enemigo
pero sin separarse de él.
La representación
fue muy tosca porque acordamos improvisar. El ambiente fraguó rápido como esos
hormigones modernos que no necesitan tiempo de oreo. Se cargó de risas menudas,
de murmullos cautos e incluso de presagios tristes. Asistido por un ayudante
tomé medidas de la actriz principal que en su desnudez presentaba la lozanía de la que quería
presumir delante, sobre todo, de las mujeres.
-No me saques más barriga que la que tengo, dijo mientras con
precaución rodeaba su cintura con la cinta métrica.
-Las cifras no mienten majestad, comenté de cerca, el traje que
lleva puesto no necesita interpretación.
-Sastre, me dijo con autoridad, procure que parezca más alta de lo
que soy y no se meta en detalles matemáticos. Sepa que no acostumbro a discutir
con la servidumbre.
-El tocado ¿lo quiere de seda o prefiere un tul transparente?
-Claridad y transparencia son el lema de mi reinado.
-No puedo decir lo mismo de mi situación, señora, mucho está
tardando en aparecer el inocente.
-No te lo hagas tú que la función no ha hecho más que empezar.
-Pues yo estoy para que me asistan, si estuviera desnudo sabría
por qué.
-¿Tenía segunda parte el cuento de Andersen?
-Si no la tenía la podemos improvisar.
-¿Crees que el público se divierte?
-Alguien espero que no.
-Sastre ¿de que medida es su vara?
-Normal, majestad.
-¿Se puede ver?
-Al menos se puede tocar.
-Claridad y transparencia.
-Nos alejamos del guión.
-No me vuelvas a hablar si no muestras lo que tienes.
-A la vista está.
-La próxima vez representamos un auto sacramental, gritó desde el
fondo de la sala el rey consorte, ya está bien la cosa.
-A tu marido le ha gustado la cosa ¿y a ti?
-A mi me encanta.
-Entonces ¿quedamos?
-Señoras y señores, gritó la reina desnuda, este sastre es un
farsante, me está haciendo proposiciones deshonestas.
CIRANO
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