sábado, 31 de agosto de 2013

NOSTALGIA I (EL JOVEN UNIVERSITARIO)



                                                  


                                         

Descubrí que con poco conseguía mucho. Así que me incliné por despreocuparme y vivir bastante, la vida de universitario.
Durante los cursos de preparación para la Universidad, dediqué todo mi tiempo al estudio, no había otra opción en mi familia,  fui un estudiante normal, nunca destaqué en nada, pero tampoco suspendí, así que mi padre decidió que tenía que estudiar la carrera de Farmacia. Yo ignoraba que tuviera esa afición, y me aterraba la idea de pasarme la vida detrás de un mostrador, además de tener que aprenderme la vida de animales y todas las plantas, para después saber localizar el lugar donde guardaba la aspirina. Pero en mi casa nunca se discutían las órdenes de mi padre, así que fue matriculado en la ciudad de los mundos árabes, por el habilitado de mis padres, que me encontró una habitación  con derecho a baño y una casa de comidas donde podría saciar mis necesidades culinarias.
Ingresé como no, en la Facultad de Farmacia, distante unos minutos de mi lugar de residencia, y desde las primeras clases supe que aquellos estudios me aburrirían todos los años, porque yo era más próximo a las letras que a la colección de términos aburridos y sin ningún interés. Busqué un curtido estudiante con años de experiencia, en los primeros días de asistencia, y resulto todo un éxito para mis proyectos. Se llamaba Ureña, llevaba seis años matriculado en las más blandas materias de la Carrera, y cada años entregaba a su padre unos resultados que le mantenían tranquilo en cuanto el porvenir de su hijo. Me facilitó en pocas palabras lo que yo necesitaba, las excusas oportunas y la inversión de tiempo justa para contentar la progresión de mis estudios sin provocar inquietud a mis amados y exigentes padres.
Como mis padres me habían matriculado en el curso completo, dividí las materias en dos bloques, las que seguro aprobaría con el apoyo de Ureña, apuntes y conocimiento e influencia de profesores conocidos por él, y las que tendría que estudiar a fondo. Haciendo cálculos supe que tardaría ocho años en completar mis conocimientos y conseguir el título de licenciado.
Ureña consiguió como compensación una guitarra española, que le fuera útil para sus juergas con los tunos, motivo fundamental de su estancia en la ciudad de la Alhambra, y una amistad que en alguna ocasión le facilitaría coartadas en las visitas de su padre, con mi presencia, como compañero de estudios y de habitáculo.
Tardé tres semanas en aquilatar todos estos asuntos, que una vez resueltos me dejó vacío de ocupaciones. ¿Qué hacer? La verdad es que no me gusta el deporte, ni las actividades artísticas, quizás solo algo el cine, pero me sobraba tiempo ampliamente. Decidí recorrer la ciudad y conocer calles y lugares poco visitados, extraña afición a la que me fui acostumbrando, más llevado por la curiosidad que por un interés especifico. 
Paseé por los jardines del Generalife y en especial por los de Torres Bermejas, en cuyas umbrías me acomodaba para dar alguna cabezada y escribir algunas notas que pasaban por mi atormentada cabeza. Así descubrí que era una persona solitaria, quizás porque no me implicaba en hacer amigos y bastante menos amigas, quizás por mi timidez e incluso por mi pereza. Aunque en verdad no me preocupaba mucho, estaba a gusto con mi compañía y justificaba la ausencia de extraños por una cuestión de tiempo, quizás ya más tarde haría amigos y me buscaría novias.
Una tarde del mes de Noviembre, después de dos meses de estancia en la universitaria ciudad, sentí la necesidad de hablar, de que me contaran cosas y yo a su vez poder relatar inquietudes, quizás no profundas, pero si que me producían algún desasosiego. Caminé con las manos en los bolsillos de mi  habitual parca marinera, sin un rumbo fijo, hasta que divisé un letrero que indicaba un Pub de copas y señoritas llamado “EL SABATTINI” Pasé de largo cuando quería ir dentro, pero me daba vergüenza entrar porque me podían ver. ¿Pero quién me vería? Muy pocas personas me conocían, y además me apetecía entrar, aunque jamás había entrado en un lugar como este. Así que giré sobre mis talones y volví, en una maniobra tan forzada que cualquiera que me viera se sorprendería de mi brusquedad e indecisión.
Me apoyé en el asa de entrada y empujé, pero la puerta estaba bloqueada, la solté, y rojo de vergüenza  me dispuse a continuar mi recorrido. Entonces la puerta se abrió en el sentido contrario y apareció una cara de mujer que me llamó y con la mano me indicó el interior. Ya no tenía remedio, me introduje en el garito y me cegó su oscuridad y llamo la atención el olor a cerrado y a pipi de gato. Antes de que pudiera reaccionar, la mujer que me abrió la puerta, me sujeto del brazo y me empujo hacia la barra. Me senté y ella a mi lado. Era bajita y rellena de carnes prietas, llevaba puesto un traje rojo muy escotado y algunos abalorios en cuello y muñeca. Al sentarse en el taburete enseñó las rodillas y unos muslos de carnes blanca y duras embutidas en unas medias cristal. Procuré no mirarla con descaro, y le pregunté con voz entrecortada, su nombre. Ella sonrió y me dijo cualquier nombre, después de corrido, algunos datos biográficos que no le presté mucha atención, pero que me tranquilizo por ocupar ese tiempo de charla.
Después pidió una copa de un cóctel de champán, no sin antes preguntarme si le invitaba, y yo pedí un coñac 103 para demostrar mi adultez. Hablaba bastante y eso me gustaba, porque yo respondía con monosílabos y el esfuerzo era de ella y no mío. Quizás lleváramos media hora juntos, cuando ella me pasó la mano por la bragueta y me preguntó  como estaba mi manolito, respondí aturdido que muy bien, pero ella ya supo que yo era virgen y que no sabía del asunto nada. ¿Prefieres charlar o follamos? Le respondí que quizás otro día, pagué y me fui.
Esta misma escena la repetí varias veces, siempre con la misma chica, que ya me dijo su autentico nombre, Angustias. Y conforme los días pasaban fuimos creando mayor confianza entre nosotros, ya que dos veces en semana daba para mucho, según mi escaso parecer y disposición económica. Ella tomó la iniciativa al cuarto o quinto día que nos veíamos, contándome que era de un pueblo cercano, La Gábia y que tenía una niña de seis años, la cual le daba alegría y una necesidad de alimentarla. Que el padre estaba en Alemania desde  hacia dos años y que aún estaba esperando recibir algo de dinero. Había sido peluquera, pero que sus padres no le habían ayudado, motivo por el cual había tenido que elegir esta vida, pero que ya pronto lo dejaría.
Cada día que salía del garito, me imaginaba  salvándola de la vida pecaminosa que llevaba, y ayudándole a educar a su hija, lo cual no quitaba que en la soledad de la noche mi fantasía llegara al orgasmo onanísta. Cuando ella agotó las noticias de su vida, me requirió contarle de donde venía y que hacia allí, entonces comencé a cimentar mi vida de escritor. Una profusa y alocada fantasía comenzó ha salir por mi boca, además sin dificultad y sorpresivamente sin titubeos. Eran tan fantasiosos los relatos que en algunos momentos tenía que parar porque la risa me llenaba la garganta y el corazón. Como la cosa tomaba cuerpo, y cada día mi disposición a contar fantasías aumentaba, quise aumentar mi permanencia con ella, pero me dijo que media hora una consumición. Me quité alguna comida y usaba los ahorros para estar con ella, pero me sentí débil y por puro sentido de supervivencia volví a la casa de comida. Espacié mi asistencia al Pub, con diversas excusas, por temor a que no quisiera acudir a nuestras citas y le propuse que me recibiera en su casa. Lanzó una ruidosa risotada que me dejo confuso y algo desilusionado, me aseguro que estaba prohibido por sus jefes.
Pensé en que quizás mis padres fueran comprensivos y aceptarían que me casara. Busqué a Ureña y le conté mis circunstancias y mis planes, ya que siendo un hombre de mundo, sabría si mi disposición era sensata o una pura locura, algo que yo sospechaba. Pero realmente me había enamorado, no se si de Angustias o de mis relatos fantasiosos. Ureña me soltó un cogotazo de advertencia y con eso recibí su opinión. Pero no solo eso, sino que realmente preocupado por mis afinidades y fijaciones, localizó al habilitado y le hizo participe de mis desvelos.
Aquel fin de semana inesperadamente se presentaron mis padres, recogieron mis bártulos y abandone los estudios de Farmacia. Nunca más supe de Angustias, ni estudie Farmacia, ni volví ha tener  relaciones con mujer alguna. Permanecí  aislado escribiendo fantasías y soñando con un mundo que me era ajeno, pero que me divertía en demasía.

INDALESIO Julio 2013    


                                         N

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