Busqué algo de saliva para
humedecer mi boca, pero estaba absolutamente seca y con mis mucosas bucales
pegadas a las piezas dentarias. Con la lengua recorrí cada esquina de mi boca,
pero por más que la agitaba nada se
modificaba, absolutamente ausente de cualquier humedad y fluido. ¿Cómo llegué a
este estado? Espero que lo comprendas amigo lector.
Soy una persona corriente, hago
muchas cosas pero ninguna bien, y padezco una distocia social fruto de mi
timidez y de mi falta de práctica de relacionarme con el prójimo. Lo descubrí
hace años, cuando siendo un joven con posibilidades, fui renunciando a ellas
por mi falta de estímulos en superar los obstáculos que se me presentaban.
Esos renuncios me hacían ser un
personaje terriblemente desgraciado y
sufría cuando me encontraba con una situación que podía ser comprometida para
conmigo. Y en especial cuando discutía e intentaba mantener una posición
comprometida y poco usual. En un sucinto
resumen, soy un desastre como persona pública y privada.
¿Por qué se me secó la boca?
Aunque tenga pudor debo decir que me siento un cobarde y cuando alguna
situación me sobrepasa tengo sensaciones de
aturdimiento y no consigo elaborar razones de ningún tipo, incluso me
atenaza tal pánico que no consigo elaborar la más mínima defensa incluso
física.
Me encontraba guardando lugar en
una cola, para conseguir un empleo en una oficina de registro público, cuando
apareció un personaje corpulento y acompañado por una joven de ajustadas ropas
que con un discreto empujón apartó una mujer de la fila y permaneció en su
lugar. La mujer no le dio tiempo a protestar, cuando el grandullón ya le estaba replicando que se
callara porque él estaba antes que ella. Yo, estaba detrás y mi primer impulso
fue girarme discretamente para ausentarme de un asunto que no me afectaba, pero
si me afectaba porque el se ponía delante y yo estaba ya cansado de la espera,
además el tipo pretendía el mismo trabajo que yo, según manifestó. Le repliqué
mientras ayudaba a la mujer a recoger los papeles que todos llevábamos para ser
aceptados en el desempleo. El grandullón se giró y cogiéndome del cuello me
zarandeó violentamente, mientras yo sin razonar y sintiendo una gran alevosía
le propiné una patada en el lugar que llamamos entrepiernas. Mi boca estaba
fruto del forcejeo algo reseca pero algo húmeda, por la excitación que había
sentido y el enorme enfado que me produjo el abuso del tipejo aquel.
Como no es usual que me vea
implicado en una hazaña de violencia social me sentí algo confuso y no pude
apercibir de inmediato, que el tipo estaba tirado en el suelo con los ojos
cerrados y sin movimiento. Intenté ayudarlo mientras escuchaba que le mujer de
ropas ajustadas gritaba, denunciando que lo había matado, mientras me señalaba
con el dedo. Pasaron dos minutos, cuando aparecieron dos guardias nacionales,
que me sujetaron las manos con unas esposas y me empujaron hacia una habitación
con sillas y mesa. Hablamos o quizás mejor ellos hablaron de la violencia que
esta a flor de piel en la sociedad, y de lo difícil que es el mantenimiento de
un orden cívico. Fue ahí cuando comencé a sentir que mi boca se secaba y que yo
estaba realmente asustado, porque además los guardias comenzaron a pasar de un
estado de tranquilidad a una furia incriminatoria contra mi persona y situación. Pedí
realizando un esfuerzo, comparecieran testigos de los hechos. Acudieron la
señora empujada, la mujer de ropas ajustadas y un joven que protestó por el
adelantamiento del individuo de marras.
Todos sin excepción me
incriminaron como el culpable de los hechos, de uso desmedido de la violencia,
de comportamiento bestial con un ciudadano que buscaba trabajo para alimentar a
su familia. Y yo suplicaba que dijeran la verdad, que estaba realmente
preocupado porque mi visión de lo acontecido era, según mi óptica, muy distinto
de lo que se me acusaba. Los guardias llamaron al furgón celular para llevarme ante el juez. Antes me amenazaron, y fue en ese momento
cuando sentí más pánico, intentaba por todos los medios que entendieran que
todo era al revés, que el culpable era el otro hombre y que yo solo había
salido en defensa del respeto por el orden. Pero fue inútil. Cuando salí de la
habitación pude comprobar como todos mi miraban con gestos despectivos, y sentí
asco y arcadas. Cuando se me pasó las ansias, vi el hombre grande y poderoso
siendo atendido por servicios sanitarios, y una aglomeración de paisanos alrededor
lamentándose de aquella barbarie, que yo había acometido.
El guardia que estaba más cerca
me empujo, mientras me aseguraba que jamás un policía puede sufrir violencia
por parte de un civil, y que a mi se me caería el pelo con la jueza de guardia,
defensora a ultranza de los cuerpos de seguridad del estado.
Fue cuando me di cuenta que
realmente pudiera ser que yo deformara la realidad, y que con una visión complicada de los hechos
excusara mi actitud violenta para con todos los que me rodean, y de ahí la
distocia social que padecía.
Ya no tenía nada en mi boca e
incluso tenía dificultad para tragar, y cada gesto que realizaba para respirar
me desgarraba la laringe. Temí por mi vida en aquellos momentos, adelante uno
de mis brazos para avisar al guardia, y este creyendo que le estaba amenazando
me golpeo con la culata de la pistola. Al llenarse la boca de sangre sentí un
enorme alivio ya que al fin podía tragar y respirar sin dificultad, aunque
sinceramente me dolían las encías por la caída de piezas dentales.
Marzo 2013 INDALESIO
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