Me desperté en
una habitación blanca y absolutamente vacía, salvo la camilla donde me
encontraba tendido, y por cierto sujeto. Cuando digo sujeto, en realidad digo
atado de pies y manos.
Me pregunté que
hacia yo en aquel lugar, pero no recordaba nada, solo notaba un sabor medio
dulzón en mi boca y la imposibilidad de moverme. Tiré de los brazos, pero no
cedía ni un milímetro, también los pies estaban no solo sujetos sino muy
apretados. Una sabana me sujetaba el pecho e impedía me incorporara, en fin
inmovilizado completamente. Tendría que esperar que las circunstancias cambiaran
y alguien me liberara de esta situación. Usé el tiempo para recordar cosas,
bueno sabía quién era, datos personales y donde y como vivía, pero que hacia
allí y como y porque estaba, era un absoluto vacío, no recordaba nada, pero
absolutamente nada.
Sentí escozor
en los nudillos de la mano derecha, y girando levemente la cabeza pude ver que
estaban desollados y ensangrentados, moví los dedos para aliviar la tensión
pero aún me dolía más, decidí parar y reposar.
Debí quedarme
dormido, porque al abrir los ojos sentí la presencia de una respiración en la
habitación, moví la cabeza buscando la compañía que me pudiera liberar, y si
era en efecto una joven vestida de
blanco que cargaba una jeringa con alguna medicina contenida en un frasco de
cristal. Le hablé pero no parecía muy dispuesta a soltarme ni a darme
comprensión, pero cuando se disponía a clavarme la aguja en mis potentes venas,
me resistí moviéndome, lo poco que podía. Ella gritó y se le calló la jeringa
de las manos. Al momento entró otra persona, igualmente vestido de pijama,
seguido de un hombre con una bata y bolsillo en el pecho derecho lleno de
lapiceros e instrumentos de escribanía, me extrañó que el bolsillo lo llevara
en la pechera derecha, porque lo habitual es en la izquierda, pero no me atreví
a preguntar porque parece que llevaba la voz cantante, y tomaba decisiones con
voz autoritaria. Le indicó al forzudo que me sujetara la cabeza pasando las
manos debajo de mi maxilar inferior y que tirara. Aquello me dejo jodido,
porque cuando intentaba hablar el tipo levantaba las manos y me hacia mucho
daño. Se acercó y me preguntó si los ataques de furia eran muy habituales. Yo
ni intenté moverme porque aquel bestia me tenia medio arrancada la quijada,
solo asentí con los ojos. Aunque en realidad yo no recordaba haber tenido
ataques de furia, si alguna pelea con mi hermano mayor y algún que otro
descalabro producido quizás en el juego de la pelota. La enfermera ya respuesta
y con la jeringa de nuevo cargada me clavo la aguja con algo de saña y mirándola
me volví a quedar sopa.
No sé cuando
tiempo paso, solo sé que cuando volví abrir los ojos, tenía hambre. Esperé
sometido a un duerme vela, porque no se
oían ruidos por todo el entorno, luego sentí ruido de llaves abriendo la puerta
y de nuevo personas entrando en la habitación. Se colocaron alrededor de mi
camilla, al menos siete personas dirigidas por el sanitario con bolsillo lleno
de material de escritura y en lado derecho. Era definitivamente médico, porque
llevaba un bigotito fino y unos pelillos en el cogote levantados y fijados por
gomina, además dirigía y daba ordenes, y explicaba que el sujeto que se
encontraba en la camilla, es decir yo, era un tipo peligroso afecto de una
enfermedad mental mal definida que se llamaba el Síndrome de Amok , que produce
brotes de ira ciega que puede provocar daños a su rival e incluso a si mismo.
No tiene cura, dijo con una extraña seguridad, y quedara siempre así sujeto en esta posición y sin posibilidad de rehabilitarlo, tenga en
cuenta que este personaje parece ser que mató a más de diez personas e intentó
la autolísis comiéndose las manos y dedos.
Debió ser
verdad, aunque yo no lo entendiera, porque hasta hace seis meses y después de
más de diez años, no me han soltado de la camilla y ahora con una rehabilitación
física puedo al menos sentarme y ejercitar mis manos escribiendo en una burda
maquina de escribir. Yo no tenía conocimiento de que fuera tan agresivo, ni que
me pasaran esas cosas tan extrañas, pero si ellos lo dicen será verdad.
INDALESIO Dic. 2013
UNA INTERPRETACIÓN
ResponderEliminarSin rehuir el pesimismo irónico, esta fábula quizás ofrezca un ligero atisbo de optimismo al especular que la cosa podía ser peor si ni siquiera dejaran escribir al frenético. Un alienista diría que la coherencia del relato da pistas para el diagnóstico, pero ¿cuántos hay que se tienen que comer los nudillos por no tener otra cosa y quién no ha visto a salvajes, aún más violentos que el personaje, disparar a náufragos o arrastrar a la calle a ancianos desahuciados por no tener quien los defienda? ¿Quién ampara al que señalan de loco, lo amarran y lo sedan sin dar explicaciones? Mucho es que le permitan escribir para denunciar y que no lo hagan desaparecer sin dejar rastro. Lo dicho, el relato es un canto de esperanza.