Conocí a Thimoty en los
soportales del Gran Boulevar, el sol había asomado tímidamente por
entre dos edificios y me paré al pasar a través de los rayos.
Retrocedí unos pasos y me apoyé en la pared. Cuando sentí que el
sol calentaba mi cuerpo, me dejé deslizar hasta sentarme en el suelo
y quedé quieto. Mi mano sujetaba mi abollada cabeza que tenía que
soportarla como si pesara varias toneladas. Pero mi cara estaba
expuesta al sol y notaba como entre las marañas de pelos de cara y
cabeza el sol hacia de las suyas. Necesitaba esa terapia, las
chinches me habían provocado una intensa descamación con pústulas
que me producían dolor y una insaciable picor. Al ahuecar la camisa
se formó un bolsa de aire que apestaba incluso a mi persona.
Permanecí varios minutos en aquella posición, hasta que el sol se
fue atenuando, durante este tiempo escuché varias monedas caer sobre
el jarillo que había conseguido. Cuando el sol desapareció y me
enderece vi que contenía siete sous, suficiente para tomar un plato
de sopa caliente en la ayuda social, aunque la última vez no me
permitieron entrar por la gran suciedad que llevaba encima. Antes de
que desapareciera las monedas las recogí, y las pasé al bolsillo
interior del abrigo, con tan mala fortuna de que estiré mi pierna
derecha para encontrar el bolsillo y chas.. un humano tropezó y
trastabillo su enorme figura. Levanté la mano para evitar que
cayera, pero el hombre retiró asqueado su brazo. Cuando se
enderezó, se volvió hacia mi y me gritó un insulto habitual en mi
mundo, yo para evitar ser golpeado con los pies, me protegí mi
abollada cabeza para no sufrir más daño, entonces pasaron varios
minutos y al no recibir golpes, retiré los brazos y pude contemplar
la cara del joven mirándome fijamente. Le musité unos ruidos
guturales a forma de disculpas, pero aquel hombre sin dudar un
parisino por su aspecto exterior, incluyendo un foulard y unos
calcetines morados, continuaba observándome. No quise incorporarme
para que no pensara que yo me enfrentaba a él, así que solo giré
un poco, estaba muy cansado de recibir golpes, patadas y empujones.
Escuché que hablaba y que había doblado sus rodillas para
acercarse, pero no conseguía entender lo que decía.
-¿Pascual... eres tú?
Ahora si reconocí esas
palabras, el nombre que me era tan familiar por ser el mio. Volví
la cabeza y le miré. No sabía quién era, bastante más joven que
yo, pelo claro y ojos azules, pertenecía a la casta de los jóvenes
limpios que pululaban por París y que nunca daban ni algún céntimo.
- Soy Pascual ¿y usted?
- Yo Thimoty, fui alumno suyo en el College de France hace unos años, ¿no me recuerda? Usted compartía clase con Michel Foucault. ¿Qué le ha pasado?
- Nada, nada. Estoy bien y no necesito nada.
Ignoraba que era lo que
me decía, ni de que me estaba hablando, yo no recordaba casi nada de
donde procedía y que hacía en un mundo que hablaba un idioma
desconocido. Aunque yo sabía pedir cosas de comer o unas monedas.
Además ni siquiera quería saber quién era yo, y que hacia cada
día, salvo sobrevivir. Pero este tipo pesado, continuaba
preguntándome cosas y se empeñaba en llamar a las asistencias
sociales para que se hiciera cargo de mi. Ante tan preocupante
perspectiva me levanté y sujetándome los pantalones me lancé a
caminar con pasos rápidos en dirección norte donde solía pasar las
noches. Durante algunos momentos me siguió, pero como no se atrevía
a tocarme, desistió y abandono la persecución. Lo último que le
escuché era su nombre y dirección.
INDALESIO
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