martes, 4 de julio de 2017

SEGUNDO PASEO






Conocí a Thimoty en los soportales del Gran Boulevar, el sol había asomado tímidamente por entre dos edificios y me paré al pasar a través de los rayos. Retrocedí unos pasos y me apoyé en la pared. Cuando sentí que el sol calentaba mi cuerpo, me dejé deslizar hasta sentarme en el suelo y quedé quieto. Mi mano sujetaba mi abollada cabeza que tenía que soportarla como si pesara varias toneladas. Pero mi cara estaba expuesta al sol y notaba como entre las marañas de pelos de cara y cabeza el sol hacia de las suyas. Necesitaba esa terapia, las chinches me habían provocado una intensa descamación con pústulas que me producían dolor y una insaciable picor. Al ahuecar la camisa se formó un bolsa de aire que apestaba incluso a mi persona. Permanecí varios minutos en aquella posición, hasta que el sol se fue atenuando, durante este tiempo escuché varias monedas caer sobre el jarillo que había conseguido. Cuando el sol desapareció y me enderece vi que contenía siete sous, suficiente para tomar un plato de sopa caliente en la ayuda social, aunque la última vez no me permitieron entrar por la gran suciedad que llevaba encima. Antes de que desapareciera las monedas las recogí, y las pasé al bolsillo interior del abrigo, con tan mala fortuna de que estiré mi pierna derecha para encontrar el bolsillo y chas.. un humano tropezó y trastabillo su enorme figura. Levanté la mano para evitar que cayera, pero el hombre retiró asqueado su brazo. Cuando se enderezó, se volvió hacia mi y me gritó un insulto habitual en mi mundo, yo para evitar ser golpeado con los pies, me protegí mi abollada cabeza para no sufrir más daño, entonces pasaron varios minutos y al no recibir golpes, retiré los brazos y pude contemplar la cara del joven mirándome fijamente. Le musité unos ruidos guturales a forma de disculpas, pero aquel hombre sin dudar un parisino por su aspecto exterior, incluyendo un foulard y unos calcetines morados, continuaba observándome. No quise incorporarme para que no pensara que yo me enfrentaba a él, así que solo giré un poco, estaba muy cansado de recibir golpes, patadas y empujones. Escuché que hablaba y que había doblado sus rodillas para acercarse, pero no conseguía entender lo que decía.
-¿Pascual... eres tú?
Ahora si reconocí esas palabras, el nombre que me era tan familiar por ser el mio. Volví la cabeza y le miré. No sabía quién era, bastante más joven que yo, pelo claro y ojos azules, pertenecía a la casta de los jóvenes limpios que pululaban por París y que nunca daban ni algún céntimo.
  • Soy Pascual ¿y usted?
  • Yo Thimoty, fui alumno suyo en el College de France hace unos años, ¿no me recuerda? Usted compartía clase con Michel Foucault. ¿Qué le ha pasado?
  • Nada, nada. Estoy bien y no necesito nada.
Ignoraba que era lo que me decía, ni de que me estaba hablando, yo no recordaba casi nada de donde procedía y que hacía en un mundo que hablaba un idioma desconocido. Aunque yo sabía pedir cosas de comer o unas monedas. Además ni siquiera quería saber quién era yo, y que hacia cada día, salvo sobrevivir. Pero este tipo pesado, continuaba preguntándome cosas y se empeñaba en llamar a las asistencias sociales para que se hiciera cargo de mi. Ante tan preocupante perspectiva me levanté y sujetándome los pantalones me lancé a caminar con pasos rápidos en dirección norte donde solía pasar las noches. Durante algunos momentos me siguió, pero como no se atrevía a tocarme, desistió y abandono la persecución. Lo último que le escuché era su nombre y dirección.
INDALESIO


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