Quizás la primera
noticia que me refirió fue un encuentro ocasional en la calle
Mano de Hierro de la ciudad universitaria , allí me encontré con
Luis un compañero de Colegio que fue quién lo contó con aires
de misterios, aunque quizás con muchas precauciones por desconocer
su trama completa.
Siempre que teníamos un
encuentro, por descontado ocasional, me hacia preguntas sobre los
amigos de la infancia y hacía hincapié en los temas más
escabrosos de nuestras vidas. Después del primer repaso general sin
aparente interés, solo algunos decesos ya conocidos y algunas
referencias de enfermedades que castigaban la senectud de nuestra
generación, me hizo una pregunta con deseos de usarlo como
introducción para una noticia que podía ser un bombazo. Soy un
experto en evitar noticias trágicas, porque ya tengo suficiente con
las que yo genero, así que alargué la mano con deseo de despedirme, él la
miró con curiosidad y la sujetó no sin antes advertirme que quería
contarme el asunto porque quizás yo le podía ayudar. Me dio
vergüenza dejarlo en la calle y soltando la mano me dispuse a
escucharlo, no sin antes advertirle que yo estaba retirado de toda
actividad y que vivía recluido en mi domicilio. Me ofreció un café,
pero le negué con un tono de inicio de cabreo y lo justifiqué por
una dolencia de estómago sin trascendencia. Le empujé el brazo y
nos retiramos hacia el lado izquierdo de la calle para evitar el
gentío, allí algo incomodo me contó la historia de nuestro
compañero Indalesio.
Me advirtió que aquel
niño bajito con flequillo y ojos almendrados no lo reconocería,
porque ahora era alto con un generoso bigote y con apariencias de
hombre curioso. Había estudiado una carrera Universitaria superior y
había ejercido su actividad laboral con bastantes parabienes, se
había casado y tenía tres hijas, es decir una vida dentro de los
cánones de la normalidad. Hacía cuatro años que se había jubilado
y fue en esos momentos cuando empezó a comportarse de forma
discretamente anormal.
Siempre había sido muy
charlatán y participativo en los círculos de amigos , entre otras
cosas porque sus opiniones tenían peso especifico y fundamentos más
que sobrados. Cuando se elevaba el ruido de charla imponía sensatez
bajando la voz, obligando a los demás a prestar mayor atención.
Pero parecía que cada vez tenía menos interés en escuchar a los
demás, y conforme avanzaba el tiempo y nos hacíamos más mayores
dejo gradualmente de dar opiniones y de participar en las
discusiones con los amigos, hasta un punto que ya ni siquiera se
despedía y no respondía a las preguntas. Se sujetaba la cabeza con
las manos y fijaba su mirada hacia nada en concreto, pero de hablar
nada de nada. El Otorríno dijo que nada patológico y que con
seguridad se debía a algo psiquiátrico, y que hasta que no
resolviera su conflicto mental no volvería hablar y participar.
Me tenía absorto e
intima mente interesado en el cuadro patológico, pero ninguna
experiencia en el tratamiento, ni en el enfoque psicoterapéutico,
así que solo le pude prometer que me interesaría por ayudarle. Dos
meses después me dieron la noticia que no articulaba palabra alguna
y que le estaba afectando su organismo, ya no salía de casa y no
conocía a nadie .Al mes recibí un correo dando la hora de su
incineración y responso.
No encontré información
alguna en el Wikipedia, sobre las patologías de modo mudo.
INDALESIO
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