Cuando me presentaron a Nicolás no le presté mucha atención , cada día conocía a bastantes personajes por ser ese mi oficio, ya que soy responsable de recursos humanos de una empresa de amplia implantación nacional. Por contra se me quedó su rostro y su nombre grabado en mis entendederas , lo había entrevistado para un empleo en empresa del sector audiovisual. Leí en primer lugar su hoja de méritos y su exposición de habilidades , parecía un tipo interesante y con bastante conocimientos, pero al principio siempre parecen interesantes y después sus conocimientos se quedan cortos y sin interés para la empresa. Fumé un cigarrillo mientras ojeaba los certificados del curriculum, aquella mañana ya había conocido tres aspirantes y todos gozaban de un gran desinterés, así que imagina el poco interés que me causaron a mí. Apagué el cigarrillo y me dispuse a entrevistar a Nicolás, toqué el timbre de aviso y el número que le correspondía en el orden de la entrevista. Entró con una gran dosis de prudencia, miró en derredor hasta que fijó en mí su mirada y saludó con cortesía, dio unos pasos al frente y aceptó colocarse en el asiento frente al mío. La solicitud de trabajo era para una ingeniería de comunicaciones y según sus datos la experiencia era nula, ya que su grado era de informática y ningún trabajo previo. Me llamó la atención un certificado médico donde se hablaba de cierta inestabilidad emocional y física, y no dejaba de ser extraño que lo adjuntara con el resto de certificaciones laudatoria del currículum, pero que cosas extrañas este tipo de comportamiento las veía a diario y en todos los formatos. Mientras pensaba en estas hechos y me hacía el distraído no dejaba de hacer observaciones de su comportamiento y a fe mía que en este personaje los tenía. Venía acompañado por un técnico de la oficina de empleo, que me lo presentó y salió de mi despacho cagando melodías, como era habitual . Mi primer gesto fue mirarlo con intensidad y a los pocos minutos hizo el primer pestañeo, algo que me sorprendió ya que no es habitual la ausencia de semejante movimiento. Luego pude observar un discreto temblor en la mano derecha y en concreto los dedos que forman la pinza. Nicolás intentaba sujetarlos con un gesto repetitivo pero solo se paraba si movía el brazo derecho en su totalidad. Decidí presionarlo y le dirigí la mirada de mis ojos a su mano derecha, pero en verdad no obtuve respuesta , el continuaba intentando mover el brazo derecho en un gesto repetitivo que calcaba la mayor de las veces, única forma de controlar ese temblor, y que cuando lo dejaba en reposo oscilaba como en un gesto de contar billetes entre los dedos índice y pulgar. Usé bastantes minutos en intentar presionar la observación de los gestos de la mano, pero fue inútil, el parecía concentrado en su tema, así que decidí pasar a la entrevista. Cuando hablé sentí un repullo por la sorpresa de escuchar mi propia voz , por contra el continuó con su juego de los dedos y era ahora cuando parecía observarme con curiosidad, me moví con cierta incomodidad y comencé mi turno de palabra. Eran preguntas básicas sobre temas profesionales, tan básicas que me trastabillé en varias de ellas, y en una de las últimas con la presencia del jefe de recursos humanos, que con sigilo se había colocado a mis espaldas con lo brazos cruzados y escuchando mi perorata . Llegué al punto que tenía que subir en nivel de mis preguntas y le pedí que respondiera con rapidez ya que era un test de inteligencia y no quería que se contaminara. Cambió el gesto de las manos, sujetando la pinza de la mano en el borde de la mesa, lo cual ocultaba sus movimientos y frenaba los temblores. Con esta modificación parecía más seguro y contestaba con mayor estabilidad, pero fue en estos momentos cuando fuera de contexto le advertí que me respondiera con mayor prontitud, porque estaba en juego su futuro profesional y los intereses de la empresa. Me miró con severidad y modificando el tono de su voz me advirtió que hacía lo que mejor podía , y que venía para hacer una entrevista de trabajo y no para recibir una reprimenda. Me levanté con violencia y le grité que era un estúpido y que por ese camino jamas encontraría trabajo, fue en ese momento cuando me giré y me apercibí de la presencia de mi jefe directo, que con el dedo indice me indicaba en dirección a la puerta. Luego estrechó la mano de Nicolás y le pidió disculpas por el trato recibido, fue entonces cuando escuché eso de “este tío es un tontaina” señor aspirante laboral. Con la carta de despido me adjuntaba unas notas de advertencia del trato a personas discapacitadas, como era el caso de Nicolás con un padecimiento Neurodegenerativo.
INDALESIO
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