sábado, 21 de febrero de 2015

EL RETORNO DEL GATO






Habría que echar mano a las hemerotecas para rescatar las crónicas que hacían referencia a la oscura y decisiva trayectoria del Gato durante la dictadura. Pero, como todo el mundo sabe, este personaje dejó de actuar hace tiempo. No lo hizo porque la policía lo tuviera acorralado, ya que el inepto cuerpo de policía política, a la que se conocía como los grises, nunca sospechó quién pudiera ser el allanador del honor de lo más granado del ejército, sino porque empezó a dar leña a destajo siguiendo el razonamiento de Herodes: si nos cargamos a todos, envuelto en el paquete irá el Gato. Así que dejó el trabajo de solidaridad por solidaridad hacia los inocentes. Porque solidaria fue su labor de humillar a los engreídos generales que tanta fanfarronería derrochaban linchando al pueblo inerme y que tanta impotencia mostraban asistiendo al espectáculo de ver a su esposas gozar (no sufrir el escarnio de) en cuerpo y alma las habilidades sexuales del Gato.
Retirado pues de sus escaladas se hizo clandestino dedicándose a escribir cuentos. Y como el hijo de la gata ratones mata, al cabo de los años apareció en escena otro funambulista que alegró las noches de algunas próceres mientras amargaba la vida de sus esposos. Al discípulo le fue más fácil que al maestro acceder a las mansiones de los magnates de ahora, protegidas por compañías que se fiaban de alarmas tan fáciles de desmontar como las tripas de las muñecas de antes.
Para empezar entró una noche en un dormitorio de Majadahonda donde descansaba una pareja ejemplar: política ella y empresario él; esbelta la hembra, pastoso el macho, el cual, amordazado con facilidad derritió seis kilos del panículo que le sobraba viendo los virajes que ejecutaba su Lola ante las maniobras del nuevo Gato. Como no había niños cerca ni vecinos que acudieran, el equilibrista no se tomó la molestia de taparle la boca a la chulapa, ni durante el calentamiento, ni mucho menos cuando el grito es un aliciente más de la fiesta.
Lo que más le dolió al marido es que su mujer se presentara en una rueda de prensa el día siguiente como si tal cosa y dijera que todo iba bien, que no había motivos para meter a nadie en la cárcel y que se dejaran correr, eso correr, los acontecimientos. Dicho todo en ese tono de chufla que utilizaba en su trato con los periodistas, como si todavía le hirviera la entrepierna por las acometidas del felino.

CIRANO

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