EL escritor se propuso escribir un
cuento que interesara a todo el que lo leyera o lo escuchara. Un
cuento que se entendiera en cualquier parte del mundo y que agradara
a hombres y mujeres, a ricos y a pobres,
a niños y a viejos, a creyentes y a ateos. Que se pudiera traducir
sin dificultad. Que no exigiera esfuerzo ni escondiera mensajes.
Después de pensarlo comenzó: en un principio un ser anterior al
estar accionó el interruptor del tiempo, prendió el fuego, encendió
la luz y arrancó el movimiento que animaba la vida. Luego se quitó
de en medio y el mundo empezó a funcionar. El que quiera saber más
que estudie y quien se conforme con esto que viva. Pero sepan todos
que morirán sin comprender para qué han nacido. Nunca se sabrá el
significado del dolor ni el sentido de la desigualdad.
Solo hay dos
linajes en el mundo: tener y no tener, como recordó Sancho Panza. El
libre albedrío abre puertas por donde escapa la justicia y entra la
resignación. El escritor pensó que estaba complicando el relato,
así que decidió terminar diciendo que el que mucho pregunta es
porque mucho ignora y que el que lo desconoce todo no pregunta nada.
Solo quiso aclarar una duda ¿qué procura más felicidad saber o no
saber?
Sin proponérselo, el escritor planteó
cuestiones mucho más importantes: ¿se puede ser sin estar? ¿se
puede estar sin ser? ¿es Dios el que es pero que no está? Antes del
tiempo ¿se era o se estaba? porque esa es la clave: lo que encendió
el tiempo ¿era o estaba? La Academia se equivoca al establecer que
ser y estar son equivalentes. Si se supone que para estar se tiene
antes que ser y que, por lo tanto, ser es anterior a estar ¿qué
parámetro o dimensión mide lo que va de ser a estar? ¿qué ocurrió
mientras era ser y no estar? Si la materia densa es ser y el tiempo
estar, en el Big-bang coincide ser con estar. De todas formas, se
puede repetir la pregunta ¿qué procura más felicidad saber o no
saber?
CIRANO
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