domingo, 10 de mayo de 2020

URGENCIA QUIRÚRGICA








Había trabajado toda la tarde intensamente. Soy cirujano del aparato locomotor y había recibido una urgencia con lesiones graves en un piernas que me obligó a realizar suturas vasculares y nerviosas, además de la inevitables rotura osea expuesta. Fueron cinco horas en la sala quirúrgica acompañado por un estúpido aprendiz torpe e inepto que me hizo enfadarme más de una vez.
Cuando conseguí alinear los fragmentos óseos y sujetarlos con una placa de seis tornillos, ya había suturado los vasos sanguíneos y los nervios con sutura apoyada por un microscopio, algo que cansa mucho por la precisión del gesto quirúrgico y la mucha atención que debes prestar. Moderadamente satisfecho le pedí al ayudante bobo que terminara, cerrando con precaución los planos musculares y fáscias. Me miró y dijo que no, que el no estaba allí para cerrar heridas sino para salvar vidas, entre puñetas y más puñetas lo expulsé del quirófano y cerré con meticulosidad las heridas. Luego ante la posibilidad de que tuviera algunas palabras de más con el estúpido ayudante me duché y salí del área quirúrgica, deje dicho donde me disponía a ir, al Bar Ricardo justo enfrente del Hospital.
La puerta era batiente y cuando tiré de ella salió una tufarada de humanidad y tabaco que por poco me tira de culo. Había dos personas en la barra, un hombre vestido con ropa del Hospital y una mujer con falda corta que dejaba ver unos magníficos muslos embutidos en una medias cristal. Saludé a Ricardo y balbucee un buenas noches generales que no fue correspondido.
Le pedí un martini seco especialidad de la casa y me apoyé en la barra sacudiendo la cabeza como si hubiese tenido un repelús, luego pasaron unos minutos antes de pedir una segunda copa y anclado sobre el mostrador de la barra no pude apreciar que la mujer de piernas bonitas se había acercado hasta la banqueta de al lado y me miraba con descaro. Levanté la copa brindando por mi y para que se diera cuenta que estaba vivo y fue entonces cuando me volví y la pude mirar. Su cara era muy interesante y no tenía arrugas lo cual la situaba en la banda de los treinta años. El cuerpo no le podía apreciar porque estaba sentada, pero me gustaban los muslos y los exuberantes pechos, después que terminé de observarla ella sonrió y me habló. -"Espero que no te importe hablar conmigo, estoy muy preocupada por mi marido que le están operando ahora por haber sufrido un accidente de moto, y seguro que algún matasano del Hospital le esta terminado de machacar. Me ha informado un cirujano joven que su ayudante esta terminando de operarlo y que las lesiones son muy graves, que él ha hecho todo lo posible, pero lo que puede ser sera. Así que me ha dejado muy preocupada." ¿Conoce usted alguien del Hospital? "Lo siento pero estoy de paso y nada sé de ese lugar". 
INDALESIO

2 comentarios:

  1. Me gusta. Tiene trazas de ser endiabladamente real.

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  2. Estimado Indalesio
    Este relato es la vida misma
    La mismísima vida hospitalaria
    La malditisima vida hospitalaria
    Los aprendices de brujo que pretenden matar al padre encarnado en el adjunto de guardia
    Salud

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